¿Añadir?

Flash publicado en Liturgia y Espiritualidad 2019.

Al describir las normas generales dentro del apartado tercero titulado «Reforma de la sagrada liturgia», la Constitución Sacrosanctum Concilium, después de afirmar que la reglamentación de la sagrada liturgia es competencia exclusiva de la Sede Apostólica y, en la medida que lo determine la ley, del obispo, dispone en el número 22 § 3 lo siguiente: «Por lo mismo, que nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia».

Fijémonos hoy en el primer verbo sobre el que se extiende una clara prohibición: añadir. Y es que a la vista de lo que uno ha podido observar en las pasadas fiestas navideñas – sin que la cuestión sea exclusiva de este tiempo litúrgico – y de lo que han narrado testigos oculares en referencia a celebraciones de la eucaristía, parece que se ha extendido una especie de epidemia para desobedecer lo que dispuso el Vaticano II. ¿Serán sus protagonistas una especie de agentes contra conciliares a lo tapadillo? O bien ante tal alud de iniciativas propias – justo lo que veta la enseñanza conciliar – ¿estamos en una especie de concurso para ganar un premio al abuso más abusón? Todo podría ser.

Sea lo que sea, algo está claro: añadir textos o ritos a lo que viene descrito en los libros litúrgicos conforme a lo que se ha de decir o hacer, es ir contra lo que quiso el concilio. Añadir cosas y objetos en el marco de la celebración, también. No olvidemos que el espacio litúrgico también es liturgia, y viene reglamentado en los libros (misal, rituales, etc.). Convertir, por ejemplo, el santuario o presbiterio en un establo con overbooking de animales – como se ha podido ver en estas pasadas fechas en ciertas iglesias – por aquello de la cueva de Belén y tal… es ir contra la sagrada liturgia que quiso el concilio, y a la vez mostrar una supina ignorancia sobre el contenido teológico de la acción litúrgica, que no es representación escénica de unos acontecimientos pasados sino memorial de los mismos, no es un teatrillo, es sacramento. Pero esto no lo resuelve un flash… solo el estudio.

En definitiva, que las celebraciones litúrgicas son lo que son y como son. Los libros las definen y ordenan. Salirse de aquí es salirse de lo que quiso el concilio, o sea involucionar, ir para atrás o, peor, caer de bruces en la cuneta, haciendo que la cumbre y la fuente de la actividad de la Iglesia aparezca como algo banal y sin interés definitivo. ¡Pues vamos bien!

Jaume González Padrós

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