¡Absolutamente no! Dicho esto, podríamos acabar aquí este Flash. Pero la cortesía que te debo, querido lector, me obliga a extenderme algo más.
La respuesta es negativa, por lo que ya sabes y voy a repetirte por enésima vez: a causa de la autoridad de los libros litúrgicos. El Misal romano indica con claridad
meridiana en qué momento hay que hacer la fracción del pan, dentro del rito de comunión. Hacerlo en otro momento, de otra manera, es, simplemente, hacer lo que a uno le da la gana, no lo que uno debe hacer con espíritu humilde y servicial.
Pero por si fuera poco –que no lo es– añado que todas las familias litúrgicas de oriente y occidente, de todo el mundo mundial, siguen el mismo esquema por lo que respecta a la liturgia de la Eucaristía, el que marcó el Señor en la Cena pascual, a saber: tomó el pan (lo mismo hizo con la copa); pronunció la acción de gracias; lo partió; lo dio a sus discípulos: tomar, bendecir, partir y dar. Y eso, litúrgicamente traducido significa: presentación de los dones (el llamado “ofertorio”), la Plegaria eucarística (en el corazón de la cual son consagrados los dones), la fracción del pan, y la distribución de la comunión a los presentes.
Y, para acabar (hoy me has pillado de buenas, amigo), te vuelvo a recordar que la liturgia no es mímesis, mera imitación de gestos pretéritos, no es una representación teatral, sino anámnesis, memorial bajo la acción de quien se nos ha enviado «como primicia para los creyentes, a fin de santificar todas las cosas» (Plegaria eucarística IV).
Tampoco es tan difícil, eh. Venga, venga… espabilando, que es gerundio.
Jaume González Padrós
[Rev. "Liturgia y Espiritualidad" 5 (2010) 304]