Bueno, pues a día de hoy, que sepamos, no. No
es un desfile sino eso, oración de los fieles, es decir, de los bautizados.
Entonces, ¿a qué viene la preguntita? dirá para sí el sufrido lector.
Pues viene, sí, viene, porque ahora da la
impresión que, especialmente, en las celebraciones solemnes sea algo obligado
que, las peticiones de la oración de los fieles en cuestión, tengan que hacerlas
unos cuantos lectores, laicos claro, y evidentemente con paridad de género,
laicos y laicas. ¿Es esto normal? Pues no, digámoslo claramente.
No es normal si, al celebrar la sagrada
liturgia, tomamos como normalidad lo que disponen los libros litúrgicos. Y en
este caso, ¿qué disponen?
En primer lugar nos dice la Institutio del
misal (¡ya una vieja conocida a estas alturas!), que «corresponde al sacerdote
celebrante dirigir esta oración desde la sede» y que las intenciones «las pronuncia
el diácono o un cantor o un lector o un fiel laico desde el ambón o desde otro
lugar conveniente» (núm. 71). Nótese que repite, con insistencia, «un», no
«unos». Y ante la variedad de posibilidades, que nadie se lleve a engaño,
porque el mismo documento afirma que «las intenciones de la oración de los
fieles, una vez introducidas por el sacerdote, las recita el diácono» (núm.
177). Y en el caso que no haya diácono, entonces, como ha dicho el número
anteriormente citado, debe asumir este servicio un fiel laico. Si, en
definitiva, ya lo dijo y muy bien dicho, la Constitución sobre la sagrada
liturgia del Vaticano II: «En las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro
o fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y solo aquello que le corresponde por
la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas» (núm. 28). Más claro,
imposible.
No obstante, alguno dirá que lo de varios
lectores para las preces bien que lo hacen en Roma con el Papa hace ya muchos
años. Y quien diga eso tiene razón. Aunque allí se puede comprender a causa de
las distintas lenguas con que son pronunciadas las intenciones, si bien
–reconozcámoslo– disculpa del todo no es… Ello nos impulsa a recordar que para
celebrar bien la liturgia es muy sano ver menos tele y leer con más atención
los libros litúrgicos vigentes. Ellos son la partitura en la que está escrita
la letra y la música que configuran la oración de la Iglesia. Ellos y solo
ellos.
Venga, pues, ¡ánimo… valientes!
Jaume González Padrós
[Rev. "Liturgia y Espiritualidad" 11 (2014) 759-760]