¿Padrenuestro cogiditos de la mano?

Flash publicado en Liturgia y Espiritualidad 2017

No es infrecuente observar en algunas celebraciones de la eucaristía que, llegado el momento de rezar el padrenuestro, a todos los participantes les invade una ternura y un sentimiento de fraternidad tan grande que no pueden evitar el impulso de hacer una cadena cogiendo cada uno las manos de quien tiene al lado y, así, en forma de corro o dibujando otra figura, rezar o cantar la oración del Señor.

Suelen ser celebraciones que tienen apellido: misa familiar, misa joven, misa infantil, misa… aunque a decir verdad, a algunos prestes no les hace falta el añadido y, llevados por un impulso guay, obligan a los presentes a esa niñería azucarada.

Pero más allá de las consideraciones sobre el fenómeno psicológico de la cosa, debemos preguntarnos si este gesto es legítimo en una celebración de la misa según el rito romano. La respuesta es, como ya has adivinado, querido lector, negativa. 

Revisados los libros litúrgicos en cuestión, nos damos cuenta de que en ninguno de ellos viene ni como posibilidad remota hacer algo así para rezar la oración que nos dejó el Señor, y que ésta tiene lugar ahora y aquí para algo tan serio como para prepararnos a comulgar, pidiendo de nuevo el «pan de cada día» y la purificación de nuestros pecados, ya que es precisamente por estas dos peticiones por las que entró esta oración dominical en la liturgia de comunión, como ya explicó en su día san Agustín, quien, por cierto, en ningún momento hizo manitas con nadie antes de comulgar. 

Si revisamos en la Institutio del Misal actual los gestos y las posturas corporales (núms. 42-44) veremos que hay una total ausencia de este gesto del que hablamos. Tampoco aparece ni por asomo en los otros números del mismo documento donde se describe ritualmente la celebración. O sea, nada de nada. No existe. Y, como ya sabes bien, avispado lector, los libros litúrgicos se leen en positivo, ya que ellos describen lo que hay que hacer y decir, de tal manera que lo que no se lee en sus páginas no tiene lugar en la celebración y, por tanto, está radicalmente excluido de la misma. 

Dejémonos, pues, de tonterías, y con mucha serenidad y gozo, oremos como nos enseñó nuestro Maestro antes de recibirle precisamente a Él, como verdadero Cordero de Dios que nos libra del pecado y nos diviniza. 

Jaume González Padrós

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