Que no se precipite nuestro querido lector; el autor del Flash no ha entrado en una situación preocupante por lo que a sus facultades mentales se refiere. Porque, es evidente que la misma pregunta que da título a este escrito ya parece insinuar que algún tornillo puede estar flojo. Pues no.
Tampoco imagine –quien hace la caridad de leernos cada mes- que estamos, ahora, planteando algo imaginario. ¡Quia! No olvide la certeza de que la realidad supera en mucho a la ficción.
Pero, ¿de qué estamos hablando? Pues ni más ni menos que del modus agendi cuando un sacerdote celebra solo la misa. Sí, ya sabemos que ello no debe hacerse «sin causa justa y razonable» (Institutio General del Misal Romano, núm. 254), pero es que, a veces, sí existen este tipo de causas, por las sacerdote –ya sea obispo o presbítero– si no celebra la eucaristía así, sin asamblea y ni siquiera un ministro, pues se queda sin ella, y tampoco es plan. El magisterio de la Iglesia, y, especialmente, el Pontificio, nos ha enseñado que, a pesar de lo excepcional de la cosa, no son pocas las gracias que da el Señor, tanto al sacerdote como a la Iglesia, a través de la misa celebrada incluso sin ningún fiel.
Tampoco imagine –quien hace la caridad de leernos cada mes- que estamos, ahora, planteando algo imaginario. ¡Quia! No olvide la certeza de que la realidad supera en mucho a la ficción.
Pero, ¿de qué estamos hablando? Pues ni más ni menos que del modus agendi cuando un sacerdote celebra solo la misa. Sí, ya sabemos que ello no debe hacerse «sin causa justa y razonable» (Institutio General del Misal Romano, núm. 254), pero es que, a veces, sí existen este tipo de causas, por las sacerdote –ya sea obispo o presbítero– si no celebra la eucaristía así, sin asamblea y ni siquiera un ministro, pues se queda sin ella, y tampoco es plan. El magisterio de la Iglesia, y, especialmente, el Pontificio, nos ha enseñado que, a pesar de lo excepcional de la cosa, no son pocas las gracias que da el Señor, tanto al sacerdote como a la Iglesia, a través de la misa celebrada incluso sin ningún fiel.
Llegados a este punto, conviene advertir algo importante: toda
celebración litúrgica debe estar impregnada –por su misma naturaleza– de
la veritas en cuanto a lo que se dice y lo que se hace. Cuando actuamos litúrgicamente, no hay lugar para lo simulado, lo aparente sin más; ni tampoco es suficiente remitir a lo que es real pero invisible. No olvidemos que la liturgia exige los signos visibles de esas realidades invisibles. Sin los primeros, no hay liturgia, claro está. Por eso, por esta necesaria veritas en toda actuación litúrgica, la Institutio advierte que, cuando no hay nadie más en la capilla, aparte del sacerdote, durante la celebración, «en este caso se omiten los saludos, moniciones y la bendición final de la misa» (Ibíd.). ¡Lógico!
Así, pues, si en alguna ocasión, alguien observa a un sacerdote que, con toda la convicción y piedad, saluda a los bancos de la capilla, diciéndoles, por ejemplo: «El Señor esté con vosotros», por favor… denle a leer este Flash.
Si, a pesar de ello, persiste en su actitud, llamen al médico cuanto
antes. Quizás todavía tenga solución… si se pilla a tiempo.
Jaume González Padrós
[Rev. "Liturgia y Espiritualidad" n.4 (2010) 239-240]