Comentario a las lecturas
Profecía:
Sab 18, 20-24. Intercesión de Moisés y Aarón.
Psallendum: Sal 9, 10s
Apóstol: 1Tim 1, 18-2, 7. La voluntad salvífica universal.
Evangelio: Jn 12, 24-26; 13, 16s. 20;
14, 6. 12s; Lc 8, 22. 26. 27. Jesús,
camino, verdad y vida.
Se trata de Santiago, llamado el Mayor, hermano de Juan e hijo de Zebedeo
y de María de Salomé. Jesús le llama al apostolado y es el primero de los doce
que derrama su sangre para rubricar así su unión con Cristo y su predicación.
Su martirio, bajo Herodes Agripa, viene narrado en los Hechos de los Apóstoles.
En la época romana y durante el período visigodo no existen datos de
una culto a Santiago en la Península, salvo su representación en un sarcófago
romano-cristiano de Talavera de la Reina o la presencia de su nombre en una
lista de reliquias en Mérida.
Las festividades específicas de los apóstoles en el rito
hispano-mozárabe se fueron introduciendo a lo largo de los siglos. La de
Santiago el Mayor, patrono de España[1],
que hoy celebramos, se data en torno al siglo VII. Los apóstoles en el actual Missale Hispano-Mozarabicum se celebran
dentro de la categoría de “festividad”, salvo la conjunta de los santos
apóstoles Pedro y Pablo (29 de junio). La razón de que este apóstol tenga la
categoría de “solemnidad” tiene que ver con la devoción propia del pueblo
español, especialmente en el segundo milenio cristiano. Tal devoción moderna,
teniendo en cuenta el período mozárabe y las narraciones de batallas contra los
musulmanes a finales del primer milenio, adquiere todo su sentido. Al igual que
en el caso de san Isidoro de Sevilla, la diferencia con el rito romano en
cuanto a la fecha de su celebración tiene que ver con tradiciones acerca del
traslado de sus reliquias.
Sería de esperar que las lecturas de este día nos invitaran
a mirar a la vida terrena de Santiago, pero no se nos remite a su martirio del
libro de los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 12, 1s) ni se menciona su
elección, etc. Esto se comprende si contemplamos la eucología del formulario de
la misa, donde desde la oratio
admonitionis encontramos referencias a la vida de Santiago en los
evangelios. Por lo tanto, las lecturas sirven de complemento a la eucología y
nos introducen en una serie de consideraciones sobre las virtudes del santo de
hoy.
La profecía de este día nos habla de los justos
que experimentan la «prueba de la muerte», primer versículo que bien podría ser
leído en el contexto del martirio de Santiago, pero luego se habla del
contenido del hombre intachable que maneja las armas de su ministerio: «la
oración y el sacrificio expiatorio del incienso». La intercesión litúrgica,
parte del ministerio apostólico y episcopal, se subraya como es lógico en un
santo que es patrono de toda una nación. Esa intercesión también forma parte de
la vida litúrgica de la comunidad cristiana, que no solo abarca a aquellos que
se encuentran en ella sino que va más allá, pidiendo por toda la humanidad como
se nos recuerda en el apóstol del día. El objetivo de la oración es la paz, por
ello se dirige muy especialmente a aquellos que son constituidos en autoridad.
La única mediación de Cristo es el fundamento necesario para comprender la
intercesión de los santos, incluidos aquellos que tienen una intercesión específica
sobre una comunidad (patronos).
El evangelio presenta centones de versículos no solo de
Juan sino también de Lucas. Aquí también se resalta la centralidad de Cristo,
que es la razón de que los mártires den su vida: si el grano cae en
tierra y muere, da fruto. La persecución a los apóstoles mártires prolonga la
de Cristo, pero también sus milagros son prolongación de esos signos que
acompañan a la instauración del Reino. Jesucristo se nos presenta como camino
que conduce al Padre, donde Él se encuentra y desde donde asegura que aquellos
que le sirvan en santidad de vida serán honrados por el Padre.
Adolfo Ivorra
[1]
«Las noticias literarias de su culto en España comienzan en el siglo IX con la
referencia de la Biblia de Alcalá. Su himno, que se dice compuesto por el beato
Liébana, es anterior al descubrimiento de la tumba compostelana, y ya le llama
“Patrón de España”»: J. M. Ferrer,
Los santos del nuevo misal
hispano-mozárabe, Toledo 1995, 145.