En el tiempo de Cuaresma
Relieve de los «7 pecados capitales» del escultor Ruíz Montes (Málaga) |
124. La Cuaresma es el tiempo que precede y
dispone a la celebración de la Pascua. Tiempo de escucha de la Palabra de Dios
y de conversión, de preparación y de memoria del Bautismo, de reconciliación
con Dios y con los hermanos, de recurso más frecuente a las "armas de la
penitencia cristiana": la oración, el ayuno y la limosna (cfr. Mt
6,1-6.16-18).
En el ámbito de la piedad popular no se percibe
fácilmente el sentido mistérico de la Cuaresma y no se han asimilado algunos de
los grandes valores y temas, como la relación entre el "sacramento de los
cuarenta días" y los sacramentos de la iniciación cristiana, o el misterio
del "éxodo", presente a lo largo de todo el itinerario cuaresmal.
Según una constante de la piedad popular, que tiende a centrarse en los
misterios de la humanidad de Cristo, en la Cuaresma los fieles concentran su
atención en la Pasión y Muerte del Señor.
125. El comienzo de los cuarenta días de
penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el austero símbolo de las
Cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio de los
antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la
penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de
reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la
misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo
ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado
está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles,
que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado
interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la
renovación pascual.
A pesar de la secularización de la sociedad
contemporánea, el pueblo cristiano advierte claramente que durante la Cuaresma
hay que dirigir el espíritu hacia las realidades que son verdaderamente
importantes; que hace falta un esfuerzo evangélico y una coherencia de vida,
traducida en buenas obras, en forma de renuncia a lo superfluo y suntuoso, en
expresiones de solidaridad con los que sufren y con los necesitados.
También los fieles que frecuentan poco los
sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía saben, por una larga tradición
eclesial, que el tiempo de Cuaresma-Pascua está en relación con el precepto de
la Iglesia de confesar lo propios pecados graves, al menos una vez al año,
preferentemente en el tiempo pascual.
126. La divergencia existente entre la concepción
litúrgica y la visión popular de la Cuaresma, no impide que el tiempo de los
"Cuarenta días" sea un espacio propicio para una interacción fecunda
entre Liturgia y piedad popular.
Un ejemplo de esta interacción lo tenemos en el
hecho de que la piedad popular favorece algunos días, algunos ejercicios de
piedad y algunas actividades apostólicas y caritativas, que la misma Liturgia
cuaresmal prevé y recomienda. La práctica del ayuno, tan característica desde
la antigüedad en este tiempo litúrgico, es un "ejercicio" que libera
voluntariamente de las necesidades de la vida terrena para redescubrir la
necesidad de la vida que viene del cielo: "No sólo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4,4; cfr. Dt 8,3; Lc
4,4; antífona de comunión del I Domingo de Cuaresma)
[Congregación
para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Directorio
sobre la Piedad popular y la Liturgia. Ciudad del Vaticano 2002]