Escudo de la Cofradía de las Penas, Raúl Berzosa |
La celebración de los Santos
227. La
celebración de una fiesta en honor de un Santo – a los Beatos se les aplica, servatis
servandis, lo que se dice de los Santos - es sin duda una expresión
eminente del culto que les tributa la comunidad eclesial: conlleva, en muchos
casos, la celebración de la Eucaristía. La fijación del "día de la
fiesta" es un hecho cultual relevante, a veces complejo, porque concurren
factores históricos, litúrgicos y culturales, no siempre fáciles de armonizar.
En la Iglesia de
Roma, y en otras Iglesias locales, las celebraciones de las memorias de los
mártires en el aniversario del día de su pasión, esto es, de su máxima
asimilación a Cristo y de su nacimiento para el cielo, más tarde también la
celebración del conditor Ecclesiae, de los Obispos que la habían regido
y de otros insignes confesores de la fe, así como el aniversario de la
dedicación de la iglesia catedral, dieron lugar a la formación paulatina de
calendarios locales, donde se registraban el lugar y la fecha de la muerte de
cada uno de los Santos o bien de grupos de ellos.
De los
calendarios particulares surgieron pronto los martirologios generales, como el
Martirologio siríaco (siglo V), el Martyrologium Hieronymianum (siglo
VI), el de San Beda (siglo VIII), de Lyon (siglo IX), de Usuardo (siglo IX), de
Adón (siglo IX).
El 14 de Enero
de 1584, Gregorio XIII promulgó la edición típica del Martyrologium Romanum,
destinada al uso litúrgico. Juan Pablo II ha promulgado la primera edición
típica del mismo después del Concilio Vaticano II, que, remitiéndose a la
tradición romana e incorporando los datos de varios martirologios históricos,
recoge los nombres de muchos Santos y Beatos, y constituye un testimonio
extraordinariamente rico de la multiforme santidad que el Espíritu del Señor
suscita en la Iglesia de todos los tiempos y de todos los lugares.
228. La historia
del Calendario Romano, que indica el día y el grado de las celebraciones
en honor de los Santos está estrechamente vinculada con la historia del Martirologio.
Actualmente el Calendario
Romano General solamente contiene, conforme a la norma indicada por el
Concilio Vaticano II, las memorias de "Santos de importancia realmente
universal", dejando a los calendarios particulares, sean nacionales,
regionales, diocesanos, de familias religiosas, la indicación de las memorias
de otros Santos.
Es conveniente
recordar la razón de la reducción del número de las celebraciones de los Santos
y tenerla presente oportunamente en la praxis pastoral: se han reducido para
que "las fiestas de los santos no prevalezcan sobre los misterios de la
salvación". A lo largo de los siglos, "por el aumento de las
vigilias, de las fiestas religiosas, de sus celebraciones durante octavas y de
las diversas inserciones dentro del Año litúrgico, los fieles han puesto en
práctica, algunas veces, peculiares ejercicios de piedad de tal modo que sus
mentes se han visto apartadas en cierta manera de los principales misterios de
la divina Redención".
229. Desde la
reflexión sobre los hechos que han determinado el origen, desarrollo y las
diversas revisiones del Calendario Romano General, se siguen algunas
indicaciones de indudable utilidad pastoral:
- es necesario
instruir a los fieles sobre la relación entre las fiestas de los Santos y la
celebración del misterio de Cristo. Las fiestas de los Santos, reconducidas a
su razón de ser más profunda, iluminan realizaciones concretas del designio
salvífico de Dios y "proclaman las maravillas de Cristo en sus servidores";
las fiestas de los miembros, los Santos, son en definitiva fiestas de la
Cabeza, Cristo;
- es conveniente
que los fieles se acostumbren a discernir el valor y el significado de las
fiestas de los Santos y Santas que han tenido una misión especial en la
historia de la salvación y una relación peculiar con el Señor Jesús, como san
Juan Bautista (24 de Junio), san José (19 de Marzo), san Pedro y san Pablo (29
de Junio), los restantes Apóstoles y Evangelistas, santa María Magdalena (22 de
Julio) y Marta de Betania (29 de Julio), san Esteban (26 de Diciembre);
- es oportuno
exhortar a los fieles a que prefieran las fiestas de los santos que han tenido
una misión de gracia respecto a la Iglesia particular, como los Patronos o los
que han anunciado por primera vez la Buena Nueva a la antigua comunidad;
- es útil,
finalmente, que se explique a los fieles el criterio de
"universalidad" de los Santos inscritos en el Calendario General, así
como el sentido del grado de su celebración litúrgica: solemnidad, fiesta y
memoria (obligatoria o libre).
El día de la fiesta
230. El día de
la fiesta del Santo tiene una gran importancia, tanto desde el punto de vista
de la Liturgia como de la piedad popular. En un breve e idéntico espacio de
tiempo, concurren numerosas expresiones cultuales, tanto litúrgicas como
populares, no sin riesgo de conflicto, para configurar el "día del
Santo".
Los eventuales
conflictos se deben resolver a la luz de las normas del Misal Romano y
del Calendario Romano General, en lo referente al grado de la
celebración del Santo o del Beato, establecido según su relación con la
comunidad cristiana (Patrono principal del lugar, Título de la iglesia,
Fundador de una familia religiosa o su Patrono principal); también sobre las
condiciones que se han de respetar, en el cado de un eventual traslado de la
fiesta al domingo, y sobre la celebración de las fiestas de los Santos en
tiempos determinados del Año litúrgico.
Estas normas se
deben observar no sólo como una forma de respeto a la autoridad litúrgica de la
Sede Apostólica, sino sobre todo como expresión de respeto al misterio de
Cristo y de coherencia con el espíritu de la Liturgia.
En particular es
necesario evitar que las razones que han determinado el traslado de las fechas
de algunas fiestas de Santos y Beatos – por ejemplo, de la Cuaresma al Tiempo
ordinario -, se relativicen en la praxis pastoral: celebrar en el ámbito
litúrgico la fiesta de un Santo según la nueva fecha y continuar celebrándola
según la fecha anterior en el ámbito de la piedad popular, no sólo atenta
contra la armonía entre Liturgia y piedad popular, sino que da lugar a una
duplicidad que produce confusión y desorientación.
231. Es
necesario que la fiesta del Santo se prepare y se celebre con atención y
cuidado, desde el punto de vista litúrgico y pastoral.
Esto conlleva,
ante todo, una presentación correcta de la finalidad pastoral del culto a los
Santos, es decir, la glorificación de Dios, "admirable en sus
Santos", y el compromiso de llevar una vida conforme a la enseñanza y
ejemplo de Cristo, de cuyo cuerpo místico los Santos son miembros eminentes.
Es preciso,
también, que se presente correctamente la figura del Santo. Según la tendencia
de nuestra época, esta presentación no se detendrá tanto en los elementos
legendarios, que quizá envuelven la vida del Santo, ni en su poder
taumatúrgico, cuanto en el valor de su personalidad cristiana, en la grandeza
de su santidad, en la eficacia de su testimonio evangélico, en el carisma
personal con el que enriqueció la vida de la Iglesia.
232. El
"día del Santo" tiene un gran valor antropológico: es día de fiesta.
Y la fiesta, como es sabido, responde a una necesidad vital del hombre, hunde
sus raíces en la aspiración a la trascendencia. A través de las manifestaciones
de alegría y de júbilo, la fiesta es una afirmación del valor de la vida y de
la creación. En cuanto interrumpe la monotonía de lo cotidiano, de las formas
convencionales, del sometimiento a la necesidad de ganancia, la fiesta es
expresión de libertad integral, de tensión hacia la felicidad plena, de
exaltación de la pura gratuidad. En cuanto testimonio cultural, destaca el
genio peculiar de un pueblo, sus valores característicos, las expresiones más
auténticas de su folclore. En cuanto momento de socialización, la fiesta es una
ocasión de acrecentar las relaciones familiares y de abrirse a nuevas
relaciones comunitarias.
233. Sin
embargo, no son pocos los elementos que amenazan la autenticidad de la
"fiesta del Santo" tanto desde el punto de vista religioso como
antropológico.
Desde el punto
de vista religioso, la "fiesta del Santo" o "fiesta
patronal" de una parroquia, donde se ha vaciado del contenido
específicamente cristiano que tenía en su origen - el honor dado a Cristo en
uno de sus miembros - se convierte en una manifestación meramente social o
folclórica y, en el mejor de los casos, en una ocasión propicia de encuentro y
diálogo entre los miembros de una misma comunidad.
Desde un punto
de vista antropológico hay que notar que no raras veces sucede que
individuos o grupos, creyendo que "hacen fiesta", en realidad, por
los comportamientos que adoptan se alejan de su auténtico significado. La
fiesta, ante todo, es la participación del hombre en el dominio de Dios sobre
la creación y sobre su activo "reposo", no ocio estéril; es manifestación
de una alegría sencilla y comunicativa, no sed desmesurada de placer egoísta;
es expresión de verdadera libertad, no búsqueda de formas de diversión
ambiguas, que dan lugar a nuevas y sutiles formas de esclavitud. Se puede
afirmar con seguridad: la trasgresión de la norma ética no solo contradice la
ley del Señor, sino que daña la base antropológica de la fiesta.
En la celebración de la Eucaristía
234. El día de
la fiesta de un Santo o de un Beato no es la única forma en la que este se hace
presente en la Liturgia. La celebración de la Eucaristía constituye el momento
singular de comunión con los Santos del cielo.
En la Liturgia
de la Palabra, las lecturas del Antiguo Testamento nos presentan con frecuencia
la figura de los grandes patriarcas, de los profetas y de otras personas
insignes por sus virtudes y por el amor a la ley del Señor. Las lecturas del
Nuevo Testamento, a menudo, tienen por protagonistas a los Apóstoles y a otros
Santos y Santas que gozaron de la familiaridad y amistad del Señor. Además, la
vida de algunos Santos refleja hasta tal punto determinadas páginas del
Evangelio, que su simple proclamación nos recuerda ya su figura.
La relación
constante entre Sagrada Escritura y hagiografía cristiana ha dado lugar, en el
ámbito mismo de la celebración eucarística, a la formación de un conjunto de Comunes,
en los que se proponen de manera orgánica las páginas bíblicas que iluminan la
vida de los Santos. Se ha notado respecto a esta estrecha relación, que la
Sagrada Escritura orienta y marca el camino de los Santos a la plenitud de la
caridad y éstos, a su vez, son exégesis viva de la Palabra.
En la Liturgia
eucarística, los Santos son mencionados en diversos momentos. En la ofrenda del
sacrificio se recuerdan "los dones del justo Abel, el sacrificio de
Abraham, nuestro padre en la fe, y la oblación pura de tu Sumo Sacerdote
Melquisedec". Y la misma plegaria eucarística se convierte en el momento y
el espacio para expresar nuestra comunión con los Santos, para venerar su
memoria y para pedir su intercesión, por lo que: "en comunión con toda la
Iglesia, veneramos ante todo la memoria de la gloriosa siempre Virgen María,
Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor, la de su esposo, San José, la de los
santos Apóstoles y Mártires: Pedro y Pablo, Andrés...y de todos los Santos; por
sus méritos y oraciones concédenos en todo tu protección".
En las Letanías de los Santos
235. Con el
canto de las Letanías de los Santos, estructura litúrgica ágil,
sencilla, popular, atestiguada en Roma desde los inicios del siglo VII, la
Iglesia invoca a los Santos en algunas grandes celebraciones sacramentales y en
otros momentos en los que su plegaria se hace más ferviente: en la Vigilia
pascual, antes de bendecir la fuente bautismal; en la celebración del bautismo;
en la ordenación episcopal, presbiteral y diaconal; en el rito de la
consagración de las vírgenes y en la profesión religiosa; en la dedicación de
la iglesia y del altar; en las rogativas, en las misas estacionales y en las
procesiones penitenciales; cuando quiere alejar al Maligno mediante los
exorcismos y cuando confía a los moribundos a la misericordia de Dios.
Las Letanías
de los Santos, que contienen elementos procedentes de la tradición
litúrgica junto con otros de origen popular, son expresión de la confianza de
la Iglesia en la intercesión de los Santos y de su experiencia de la comunión
de vida entre la Iglesia de la Jerusalén celeste y la Iglesia todavía peregrina
en la ciudad terrena. Los nombres de los Beatos, que están inscritos en los
Calendarios litúrgicos de las diócesis e Institutos religiosos, pueden ser
invocados en las Letanías de los Santos. Obviamente no se pueden introducir en
las Letanías los nombres de personas cuyo culto no se reconoce.
(Congregación para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos,
Directorio sobre la Piedad Popular y la
Liturgia, 226-235)