Ángel pasionario, Escultor Pérez Rojas |
«En la muerte,
el justo se encuentra con Dios, que lo llama a sí para hacerle partícipe de la
vida divina. Pero nadie puede ser recibido en la amistad e intimidad de Dios si
antes no se ha purificado de las consecuencias personales de todas sus culpas. “La
Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos, que
es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha
formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los
Concilios de Florencia y de Trento”.
De aquí viene la
piadosa costumbre de ofrecer sufragios por las almas del Purgatorio, que son
una súplica insistente a Dios para que tenga misericordia de los fieles
difuntos, los purifique con el fuego de su caridad y los introduzca en el Reino
de la luz y de la vida.
Los sufragios
son una expresión cultual de la fe en la Comunión de los Santos. Así, “la
Iglesia que peregrina, desde los primeros tiempos del cristianismo tuvo
perfecto conocimiento de esta comunión de todo el Cuerpo Místico de Jesucristo,
y así conservó con gran piedad el recuerdo de los difuntos, y ofreció sufragios
por ellos, "porque santo y saludable es el pensamiento de orar por los
difuntos para que queden libres de sus pecados" (2Mac 12,46)”.
Estos sufragios son, en primer lugar, la celebración del sacrificio
eucarístico, y después, otras expresiones de piedad como oraciones, limosnas,
obras de misericordia e indulgencias aplicadas en favor de las almas de los
difuntos».
(Congregación para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos,
Directorio de la Piedad Popular y la
Liturgia, n. 251)