Una conversión «eclesial» hacia Dios
Lunes II Lc 5,17-26 La curación del paralítico
Martes II Mt 18,12-14 El Pastor bueno
Miércoles II Mt 11,28-30 El yugo del discipulado
Jueves II Mt 11,11-15 Elogio de san Juan Bautista
Viernes II Mt 11,16-19 Prosigue el elogio del Bautista
Sábado II Mt 17, 10-13 Elías y su «sensus plenior»
A.) Jesucristo habla de sí mismo. El misterio del Hijo de Dios es una de los
puntos doctrinales que más va a resonar en esta semana. De hecho en el martes
II con el evangelio de la oveja perdida, el Protagonista es el Pastor que
sorprendentemente deja a la grey asegurada en su redil para buscar a la
descarriada. En miércoles expone su misma interioridad y espiritualidad de modo
que centremos nuestra atención en la virtud de la humildad y en la mansedumbre.
Por la humildad, el ser humano dispone su entera existencia conforme a la
verdad, que no nace de nosotros mismos, sino que nos la hallamos anterior y
superior a nosotros. Por la mansedumbre, templamos nuestras pulsiones naturales
ordenando un comportamiento social que facilita el bien común y el bien propio,
sin conflictos innecesarios, sino con una común influencia. Ejemplo de ello es
la cooperación mutua de los personajes anónimos del lunes II (cf. Lc 5,17-26)
que acercan al paralítico al Salvador para que tipológicamente nos
presente el sacramento de la Reconciliación, así como el Mysterium
communionis Ecclesiae, en el que se prolonga la presencia real del Hijo de
Dios hasta su Parusía, al final de los tiempos.
B.) La Iglesia como Cuerpo de Cristo. La providencia de Dios incluye dos misterios
altamente significativos para nuestra vida eclesial: la Encarnación de Jesús
hace posible que podamos tener por vía de causa ejemplar el modo como
Dios quiere que tengamos cuidado unos de otros, entendiéndonos no a base de
estructuras de poder, sino como ovejas pequeñas, débiles e indefensas ante los
ojos de Dios. El otro misterio que incluye la actuación de la Providencia
divina es la constitución de la Iglesia como comunidad necesaria de salvación.
El redil existe porque existe un pastor que lo constituye, la Iglesia existe
porque existe Dios que la constituye, y es vital nuestro ingreso en dicha grey
para gozar de los pastos de la doctrina de la fe; los sacramentos que nos
vivifican; los estándares de una vida ordenada según la voluntad de Dios, y el
Espíritu de oración, que procede de Dios (Padre e Hijo) y a Dios conduce.
C.) El profetismo actual de la Iglesia. Desde el jueves II en los Evangelios
aparece la lectura cristiana de la profecía del bautista Juan. De ella Cristo y
la Iglesia nos ofrecen diversos apuntes doctrinales y prácticos: primero, que a
Juan no se le puede entender sino en continuidad con Jesús.
C1.)
El No-Protagonismo de la Iglesia. No nos debemos quedar con lo superficial del
profeta (vestimenta, discurso, comportamiento caracteriológico…) sino en su No-Protagonismo.
Juan dispone a la sociedad a recibir el don de la fe cristiana, para ello ayuna
y obra penitencia. Una vez llega Cristo, iniciador y consumador de la fe, Juan
«pastoralmente» desaparece, «proféticamente» se reubica en un silencio fecundo.
C2.)
Función denunciadora de la estructura moralmente injusta de la sociedad
presente,
que no puede pasar impune. No todo va bien en la sociedad presente, y por ello
Juan se alejó de ella en su tiempo, yendo al desierto, para luego regresar y
proponer la dureza de una sociedad que vuelve la espalda a Dios y al prójimo
en la persona de los más débiles. Véanse las insostenibles quejas de los niños
de la parábola del viernes II (cf. Mt 11,16-19).
C3.)
Los más débiles son quienes no pueden defenderse de ninguna manera, son los pequeños del
martes II (cf. Mt 18,12-14) quienes necesitan de más cura pastoral del Salvador:
primero quienes no tienen fe en Dios porque no han escuchado efectivamente el
mensaje salvador de Dios; segundo quienes, oprimidos por estructuras injustas
no pueden salir de una situación estructural de pecado por su falta de virtud;
tercero, quienes no tienen voz ni abogado que les defiendan (nascituros,
ancianos desamparados, enfermos…).
C4.)
Realización práctica del profetismo eclesial: La presencia efectiva de los
miembros de la Iglesia en los ámbitos donde resulta más dura la recepción
pacífica y constructiva de la doctrina cristiana, a saber: la moral de la
familia y la vida, así como la política de los Estados. Ni los hospitales ni
los parlamentos permiten el acceso de Cristo… en parte culpablemente y en parte
por negligencia nuestra. Adviento es ocasión de disponer los corazones y las
estructuras nuestras de Iglesia al servicio de Cristo que sufre en la persona
de los necesitados.
Marcos
Aceituno Donoso