En torno a la Adoración Eucarística (y V)

Conclusión

            La fuerza espiritual de la oración ante la Eucaristía y la centralidad de esta en la vida cristiana es indudable. Basta fijarnos en los frutos de santidad que ha producido en la Iglesia a lo largo de los siglos.

            Podemos decir que en la adoración eucarística nos acercamos al misterio mismo del Señor presente en su Cuerpo y Sangre, y es inseparable de la celebración de la Misa, de la que procede y a la que conduce. Tanto en la vida cristiana de cada uno de nosotros como en la economía sacramental de la Iglesia, todo gira en torno a la Eucaristía.

            El cuidado exterior, las muestras de respeto y de adoración, son expresión de una realidad interior que se fundamenta en la fe viva y firme de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía. Ahí está la clave de todo: de nuestra adoración y de la forma en que la Iglesia cuida el culto a la Eucaristía fuera de la Misa.

            Lo que está claro, por encima de todo, es el gran regalo que el Señor nos ha dejado con su presencia en la Eucaristía, como la Iglesia lo ha vivido a lo largo de los siglos, y las respuesta que cada uno de nosotros debemos dar con nuestra adoración y nuestra vivencia de comunión con el Señor en la Eucaristía.

Mons. Juan Manuel Sierra López

Rev. Liturgia y Espiritualidad 7-8 (2011)