Este organismo de
la Santa Sede [1] que bajo la autoridad del Papa se ocupa de las
cuestiones relativas a la liturgia, ya sea de la Misa ya sea de los otros sacramentos, así como las acciones litúrgicas
no sacramentales, publicó, como indicábamos al principio, el Ritual de la sagrada Comunión y del culto a la Eucaristía fuera de la
Misa donde se detallan algunas
cuestiones sobre la exposición del Santísimo y «recomienda con empeño la
devoción privada y pública a la santísima Eucaristía, aun fuera de la Misa , de acuerdo con las normas establecidas por la autoridad competente,
pues el sacrificio eucarístico es la fuente y el punto culminante de toda la
vida cristiana» [2].
En el número 82
del mismo Ritual se señala que la
exposición, sea con la custodia o sea con el copón, lleva a reconocer la
presencia de Cristo e invita a la unión con él, promoviendo el culto en
espíritu y en verdad. También se dan normas concretas, como la obligación de
hacer genuflexión sencilla ante el Santísimo Sacramento, tanto en el sagrario
como cuando está expuesto (n.84). Si la exposición se hace con el copón, sólo
es necesario colocar dos velas junto al
Santísimo y no es obligatorio el uso del incienso (n.85). Por último, en el
número 92 especifica que cuando se da la bendición con el copón, al final de la
adoración, no es necesario que el sacerdote o el diácono lleven la capa
pluvial, basta usar el velo humeral (paño de hombros). No se concreta, como se
hace en la respuesta de Notitiae, si
es oportuno o no cubrir el copón.
La misma
Congregación publicó el año 2001 un Directorio
sobre la piedad popular y la liturgia en el que se abordaba la cuestión de
la adoración eucarística. Queremos recoger aquí los dos números que se dedican
principalmente a este tema, pues ofrecen una buena síntesis del tema:
164. La adoración del santísimo Sacramento
es una expresión particularmente extendida del culto a la Eucaristía , al cual la Iglesia exhorta a los Pastores y fieles.
Su
forma primigenia se puede remontar a la adoración que el Jueves Santo sigue a
la celebración de la Misa en la cena del Señor y a la reserva de las
sagradas Especies. Esta resulta muy significativa del vínculo que existe entre
la celebración del memorial del sacrificio del Señor y su presencia permanente
en las Especies consagradas. La reserva de las Especies sagradas, motivada sobre
todo por la necesidad de poder disponer de las mismas en cualquier momento,
para administrar el Viático a los enfermos, hizo nacer en los fieles la loable
costumbre de recogerse en oración ante el sagrario, para adorar a Cristo
presente en el Sacramento. De hecho, «la fe en la presencia real del Señor
conduce de un modo natural a la manifestación externa y pública de esta misma
fe. La piedad que mueve a los fieles a postrarse ante la santa Eucaristía, les
atrae para participar de una manera más profunda en el misterio pascual y a
responder con gratitud al don de aquel que mediante su humanidad infunde
incesantemente la vida divina en los miembros de su Cuerpo. Al detenerse junto
a Cristo Señor, disfrutan su íntima familiaridad, y ante Él abren su corazón rogando
por ellos y por sus seres queridos y rezan por la paz y la salvación del mundo.
Al ofrecer toda su vida con Cristo al Padre en el Espíritu Santo, alcanzan de
este maravilloso intercambio un aumento de fe, de esperanza y de caridad. De
esta manera cultivan las disposiciones adecuadas para celebrar, con la devoción
que es conveniente, el memorial del Señor y recibir frecuentemente el Pan que
nos ha dado el Padre».
165. La adoración del santísimo Sacramento,
en la que confluyen formas litúrgicas y expresiones de piedad popular entre las
que no es fácil establecer claramente los límites, puede realizarse de diversas
maneras:
- la simple visita al santísimo
Sacramento reservado en el sagrario: breve encuentro con Cristo, motivado por
la fe en su presencia y caracterizado por la oración silenciosa;
- adoración ante el santísimo
Sacramento expuesto, según las normas litúrgicas, en la custodia o en la
píxide, de forma prolongada o breve;
- la denominada Adoración perpetua o
la de las Cuarenta Horas, que comprometen a toda una comunidad religiosa, a una
asociación eucarística o a una comunidad parroquial, y dan ocasión a numerosas
expresiones de piedad eucarística.
En
estos momentos de adoración se debe ayudar a los fieles para que empleen la Sagrada Escritura como incomparable
libro de oración, para que empleen cantos y oraciones adecuadas, para que se
familiaricen con algunos modelos sencillos de la Liturgia de las Horas, para que sigan el ritmo del
Año litúrgico, para que permanezcan en oración silenciosa. De este modo
comprenderán progresivamente que durante la adoración del santísimo Sacramento
no se deben realizar otras prácticas devocionales en honor de la Virgen María y de los Santos. Sin embargo, dado el
estrecho vínculo que une a María con Cristo, el rezo del Rosario podría ayudar
a dar a la oración una profunda orientación cristológica, meditando en él los
misterios de la Encarnación y de la Redención.
Mons. Juan Manuel Sierra López
[1]
La denominación oficial, en la actualidad es: Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
[2] Ritual de la sagrada Comunión y del culto a la Eucaristía fuera de la
Misa , Coeditores Litúrgicos,
Madrid 1974, n.79.