Las «Lecciones sobre la Epístola a los Gálatas» en san Juan de Ávila, Doctor de la Iglesia (II)


El Espíritu Santo en san Juan de Ávila


Aqvila sancta vitae christianae,
fons exegeseos sacratae Paginae,
Spiritvs pie sancteqve Amice,
dvlcem affectvm per te tribvet nobis. Amen.

En este segundo día de triduo en honor de san Juan de Ávila, presbítero y doctor de la Iglesia, nos detenemos en la contemplación que el Maestro realiza del Espíritu Santo. Seguimos, como avisamos ya ayer, las Lecciones de la epístola a los Gálatas.

Las citas de este escrito paulino donde más se extiende son Gal 3,13; 4,10; 5,16; 6,1.9. En estos fragmentos bíblicos el Apóstol de Andalucía propone más su pericia a la hora de comentar el texto sacro de modo que expone con mayor finura y detalle los misterios cristianos que allí se hallan. El argumento que proponemos para apoyar esta afirmación lo tenemos en la misma estadística, y que no vamos a exponer para este ranking, sino para los lugares donde habla del Espíritu Santo. En efecto, la referencia explícita al Espíritu Santo aparece en 25 (o 26) ocasiones en todo el tratado a los Gálatas. Así pues, lo hallamos cuatro veces en la lección de Gal 1. En Gal 2, hace dos menciones explícitas. Cinco citas hallamos en la lección a Gal 3; siete ocasiones habla de esta Persona divina en el comentario a Gal 4 y 5, respectivamente, y una sola explicitación dudosa merece en la exposición sobre Gal 6. Sin embargo, más allá de consideraciones críticas, procedemos a estudiar su contenido espiritual.

1. El Espíritu Santo es Persona divina. De modo explícito no obtenemos esta afirmación dogmática, la tenemos que dar por supuesta, pero el uso que en ocasiones hace san Juan en su comentario popular a Gálatas deja clara esta su fe concorde con el Magisterio eclesiástico. Así pues, tenemos que el Maestro Ávila define al Paráclito como Espíritu de Cristo, Espíritu de la verdad (cf. IV,45), que es «uno» (cf. IV,55), y que es Creador (cf. III,28). Estas dos últimas referencias están tomadas de la Escritura, concretamente Ef 4,2-24 y Job 26,13. Veamos un ejemplo de ello:
Y para esto dice que envió [Cristo] su Espíritu al mundo: Cum autem venerit ille Spiritus veritatis, docebit vos omnem veritatem (Jn 16,13) (Lección a los Gálatas, IV,45).

2. El Espíritu Santo actúa en el proceso de santificación de los fieles. En sus dos etapas, a saber, en la revelación de la miseria del pecado, que mueve al hombre a su arrepentimiento, acercándose a Cristo Crucificado (cf. III,28; IV,36), y después lo configura con Jesucristo por el Bautismo vistiéndole de la gracia justificante y de la santificante (cf. III,33):

El Espíritu Santo revela la real condición de los pecadores

En muchas otras partes los pinta el Espíritu Santo dormidos, metidos en tinieblas y cerrados los ojos, como gente que no acaba de ver ni conocer la miseria que los cerca (Lección a los Gálatas, III,28).

El Espíritu Santo muestra la realidad miserable del pecado

El Espíritu Santo siempre tiene cuidado de desengañar al hombre y de pintarle cuánfea cosa y cuán horrenda y abominable sea el pecado; y para esto toma diversos modos (Lección a los Gálatas, III,28).

El Espíritu Santo compara la situación de los «sin fe» con niños

Usa el Espíritu Santo tantas veces de esta comparación, para significar al cristiano cómo los cuidados, los ejercicios y las ocupaciones de aquellos que no están llegados a Él, son cuidados, son trabajos, son ejercicios y ocupaciones de niños, de gente sin capacidad, sin entendimiento y conocimiento; y así, son inútiles e infructuosos, que no acaban de conocer cuál sea lo que les cumple o lo que les perjudica (Lección a los Gálatas, IV,36).

El Espíritu Santo revela la condición del bautizado en Jesucristo

Y no se contentó el Espíritu Santo con decir que estamos lavados y ungidos, sino que ahora dice que estamos vestidos, y que nuestra vestidura es, no de cualquier hermosura o cualquier valor, son el mesmo Jesucristo, que es la suma de toda la hermosura, de todo el valor y de toda la riqueza (Lección a los Gálatas, III,33).

3. Como consecuencia de la justificación, la santificación. Esta gracia que asiste continuamente a los fieles es también obra del Espíritu Santo, que consiste en cinco puntos. Primero, el Espíritu Santo capacita para que santifiquemos a Dios en las fiestas de guardar (cf. IV,37); en segundo lugar, tenemos que en la vida de virtudes quien nos sostiene es el Espíritu Santo (cf. IV,48); de entre ellas la que destaca con mucho es la caridad, sea general (cf. V,52), como la referida al prójimo (cf. V,55). Finalmente, tenemos que el Santo predicador de Jesucristo nos propone los frutos del Espíritu Santo (cf. V,56), como corona de la acción del Paráclito en los santificados por la fe y el Bautismo. Veamos los ejemplos:

Corroboración de la acogida del Evangelio por medio de carismas

Una gente a quien el Apóstol había predicado la fe y enseñado el Evangelio, que desamparase la fe que el Apóstol le enseñó, como adelante veremos, y que la confirmó el Espíritu Santo sobre los gálatas visiblemente y comunicándoles dones de profecías y de lenguas, etc. (Lección a los Gálatas, III,28).

El Espíritu Santo dice que las fiestas sagradas son para alabar a Dios

Debía el cristiano de emplear los días de fiesta en que Dios fuese alabado, en descuidarse de sus negocios y de sus intereses y acordarse de los negocios y de los intereteses de Dios; en que aquellos días fuesen todos de Dios para gloria suya y para la alabanza suya. Así pinta el Espíritu Santo a los hijos de Israel (Lección a los Gálatas, IV,37).

La vida moral de los hijos de Dios según el Espíritu Santo

Es lo mismo que lo que el Apóstol manda: Onmis sermo malus ex ore vestro non procedat; sed si quis bonus ad aedificationem fidei, ut det gratiam audientibus  (Ef 4,29). Omnis amaritudo et ira, et indignatio, et clamor, et blasphemia tollatur a vobis cum omni malitia. Estote autem invicem benigni, misericordes, donantes invicem (Ef 4,31-32). De esta manera nos pinta el Espíritu Santo y quiere Dios que sean los que de suyos se precian (Lección a los Gálatas, IV,48).

La ejercitación de la caridad y el brillo del Espíritu Santo

Pinta el Espíritu Santo lo mismo en otra parte de los cantares excelentemente: Hortus conclusus soror mea sponsa, hortus conclusus, fons signatus (Ct 4,12)… La caridad, donde quiera que está, produce grandes y excelentes frutos. No se contenta con tener el amor ocultado, sino que da muestras de él con sus obras; procura de emprenderle en los otros y por esto se le compara al fuego; anda diligentísimo por comunicarle el que tiene, como vemos que lo andaba el Apóstol: Verbo et factis, in virtute signorum et prodigiorumm, in virtute Spiritus Sancti, ita ut ab Ierusalem per circuitum usque ad Illirycumreplevit evangelium Christi (Rm 15,18-19) (Lección a los Gálatas, V,52).

El Espíritu Santo aficiona al bien del prójimo

Uno de los efectos que hace el Espíritu Santo en el corazón del hombre es hacerle aficionado al bien de su prójimo; a procurar su bien, su salud, su honra, su utilidad; y perder, si fuere menester, de su interese temporal y aun espiritual, por el bien y el interese de su prójimo (Lección a los Gálatas, V,55).

El Espíritu Santo da frutos en el alma

El Espíritu Santo, donde goza y mora, no está ocioso, sino que produce grandísimos y excelentísimos frutos, que para esto se da, y para esto le pone Dios en el corazón del hombre, para que fructifique, para que produzca obras de caridad, de gozo, de paz… (Lección a los Gálatas, V,56).

4. La comunión jerárquica con la Iglesia, sobre todo en la vinculación con los Pastores de la Iglesia y sus decisiones, sean de fe como de disciplina intreclesial. Y en esto insiste poco pero contundentemente (cf. I,2; II,16).
           
El Espíritu Santo vinculado a las decisiones de los Obispos

Basta para que el cristiano estime en mucho al pastor, al príncipe, o al maestro, que los ministros de Dios por tal le señalen; que aquellos que tienen las veces de Dios les pongan en aquel estado, para que piensen que les deben toda reverencia y todo respeto, para que les obedezcan, como si el mismo Dios los pusiera, y hagan cuenta, en haberlos puesto sus ministros, que el mismo Espíritu Santo los puso. Así lo dice el Apóstol a los pastores de Éfeso: Attendite vobis et universo gregi, in qua vos Spiritus Sanctus posuit episcopos regere Ecclesiam Dei, quam acquisivit sanguine suo (Hch 20,28). Los apóstoles los habían señalado por pontífices, y atribuye el mismo Apóstol esta obra al Espíritu Santo (Lección a los Gálatas, I,2).

En la misma línea que antes:

En dándose la determinación por el Concilio, no hubo más alteraciones ni más disensiones en este caso, sino que luego admiten la determinación del Concilio, como si fuera dada por el mismo Espíritu Santo; y los apóstoles, como tal la dan: Visum est enim Spiritui Sancto et nobis nihil ultra imponere vobis oneris (Hch 15,28) (Lección a los Gálatas, II,16).

Sea, pues, este breve estudio un estímulo para vivir la lex orandi desde una profunda y sentida lex vivendi, que se desarrolla y crece sobrenaturalmente en la lex celebrandi de los sacramentos de modo singularísimo y en sus santos de modo ejemplar y por su intercesión.

Sancte Ioannes, ora pro nobis!

Marcos Aceituno Donoso