Las «Lecciones sobre la Epístola a los Gálatas» en san Juan de Ávila, Doctor de la Iglesia (I)


Domini nostri, Ioannes, propheta,
qvi Dei gratiam in pectore accipis,
mos et precatio sint tvae nobis ad Christi
virtvtem seqvendam, gvstandam. Amen.

Introducción                                               

Benedicto XVI nos ofreció una bellísima visión sintética de la importancia de Juan de Ávila:

San Juan de Ávila vivió en el siglo XVI. Profundo conocedor de las Sagradas Escrituras, estaba dotado de un ardiente espíritu misionero. Supo penetrar con singular profundidad en los misterios de la redención obrada por Cristo para la humanidad. Hombre de Dios, unía la oración constante con la acción apostólica. Se dedicó a la predicación y al incremento de la práctica de los sacramentos, concentrando sus esfuerzos en mejorar la formación de los candidatos al sacerdocio, de los religiosos y los laicos, con vistas a una fecunda reforma de la Iglesia [1].

Biblia, misión, contemplativo de la redención de Cristo, oración, predicación, sacramentos, formación sacerdotal y convencido de la auténtica «reforma de la Iglesia» son los ocho puntos con que se nos presenta de modo nuevo y a la par clásico la incidencia universal de la doctrina y la santidad personales de este presbítero de Almodóvar del Campo. Con estos ejes fundamentales, en un contexto de Año de la fe, la Iglesia entera desea que vivamos el misterio de Dios y Jesucristo en estas coordenadas. Y esto es una gracia de Dios que Él mismo quiere dar, y que Francisco papa ha renovado reciente manteniendo esta iniciativa.

Conmemoramos pues el doctorado del santo Maestro Avila leyendo sus escritos, que son las reliquias más cercanas a su espíritu y a los carismas que el Espíritu Santo suscitó en él para beneficio de la Iglesia de Cristo tanto en el siglo XVI como en la nuestra, la del primer tercio del siglo XXI. Para ello procederemos a escuchar y comentar una de sus obras bíblicas: las Lecciones de la epístola a los Gálatas.

Procederemos de la siguiente manera. Proponemos un triduo de lectura que desea profundizar en la doctrina (día 1º), la contemplación del Espíritu Santo (día 2º) y la contemplación de la Pasión del Señor (día 3º) que Dios otorgó al sacerdote insigne por su vids, virtudes y doctrina.

Manuscrito, autoría y fecha de composición

Abordamos en primer lugar el recipiente del documento. Tenemos en cuenta que estamos trabajando con un manuscristo hallado en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid) &. III, 21, ffº 1ª-94b. En este documento escrito a mano, se contiene también el Memorial II del Beato Avila para el Concilio de Trento [2].

A continuación viene la quaestio auctoris. Dos son los argumentos que vienen en auxilio del lector ávido de conocimiento sobre la persona y misión de Juan de Ávila en relación con este documento de carácter teólogico y bíblico. Los ofrece en 1950 el religioso jesuita Camilo-María Abad. El primero es una prueba de crítica externa, a saber, el documento que contiene esta obra avilista:

He aquí la descripción general del códice que se hace en el Catálogo de manuscritos castellanos, del Escorial: “449 hs. de papel, foliadas a lápiz con numeración arábiga. En b. folios 175-80, 208-12, 279-82 y 446. Entre los folios 99-100, 249-50 y 256-57, sendas hojas en b. sin foliar, y entre los 371-72, otro escrito sin numerar. Letras del último terio del s. XVI. Caja total: 222 x 155 mm. Enc. de esta biblioteca [3].

El segundo es de crítica histórica, a saber, parte de la noticia segura de que el Maestro Ávila ha comentado con pericia y competencia, adaptadas a las posibilidades del siglo de Oro español, las cartas paulinas. Y esto lo certifica tanto el P. Luis Granada como el Ldo. Francisco Muñoz [4].

Finalmente abordamos la tesis de la fecha de composición, que permanece una incógnita. Más allá de los detalles cronográficos que nos aporta la biografía, ni tampoco argumentos extrínsecos a ella. Ciertamente hay indicios que cumplen los requisitos del rigor histórico-científico actual, y sobre ellos nos apoyamos. Seguimos las indicaciones de Camilo M. Abad una vez más:

En cuanto a las lecciones sobre la de los Gálatas, pudiera dudarse, primero por alguna que otra explicación menos propia para el pueblo; y segundo, por los muchos textos latinos que en ella se intercalan. Téngase presente, ante todo, que a esa clase de lecciones no acudía sólo el pueblo a menudo, sino eclesiásticos, doctores, señoras, caballeros. Pero, además, no se ha de suponer que el lector, fuera quien fuese, recitaba todos los textos en latin; pero, después, en el púlpito, tal vez los daba en castellano o los abreviaba: en todo caso, nuestro autor da siempre en castellano la sustancia del texto sagrado que aduce [5].

Son, pues, textos preparados para el pueblo —seguramente el de Córdoba— sobre todo por la doctrina edificante de carácter moral eclesial como es la indicación de la obediencia al Romano Pontífice; la importancia de ser fieles a la doctrina eclesiástica; el desinteresado amor de Dios y la horripilancia del pecado, por indicar sólo algunos temas sobresalientes [6].

En definitiva, a la luz de estos dos someros argumentos de contextualización histórica rigurosa, no podemos apuntar mucha seguridad al respecto. Hay elementos demasiado débiles que podrían ser de ayuda, pero requieren más estudio a fondo, sobre todo una posible referencia al Concilio tridentino que había sido recientemente convocado. Pero poca cosa más. Lo mismo cabe decir del lugar de elocución y redacción. Se supone Córdoba, si tomamos la tesis de C.M. Abad, puesto que «históricamente nos consta que en Córdoba explicó las cartas de san Pablo, allí pudieran ponerse» [7], pero hay que retrotraer el documento de un terminum a quo de 1532 [8] al terminus post quem de 1544.

Preferimos, por simplificar la discusión no resuelta, la opinión de F. Martín Hernández, que hace afirmaciones de orden genérico, teniendo en cuenta el tiempo que va de una primera elocución y de las diversas redacciones parciales hasta llegar a su composición final. Tenemos pues, una primera indicación delterminus ante quem: «Podemos, pues, citar, la exposición de estas Lecciones en Córdoba y antes de 1537, en que deja su sede fray Juan Álvarez de Toledo» [9]. Con todo, después del estudio de las versiones, tenemos que:

De esta manera, puede quedar esclarecida tanto la fecha de composición como la diversidad de forma y contenido que presentan las Lecciones. Ávila pudo haberlas predicado en una o más ocasiones, a partir de 1546, como apunta Granada, que bien sabido se lo tendría debido a sus continuas residencias en Zafra. Varios discípulos las fueron recogiendo, lo que dio lugar a una o más redacciones, que fueron corregidas, acotadas y aun aumentadas por el Maestro. Una de las copias —la de Salamanca— presenta el año de 1553 como fecha definitiva de redacción. Las otras, de la Academia y de El Escorial, pudieron ser anteriores y recogidas por otro grupo de discípulos [10].

Síntesis de la doctrina de Juan de Avila en sus Lecciones a Gálatas

Es imposible en pocas palabras recoger la grandeza del contenido bíblico, tanto del mismo san Pablo como la de san Juan de Ávila. De todos modos, el límite propio de nuestro género literario escogido —un blog divulgativo— nos exige hacer una propuesta de este tipo. Nos atrevemos a sintetizar la doctrina avilista en Lecciones a Gálatas en tres puntos:

3.1  Contemplación de la santísima Trinidad

3.1.1  La gloria de Dios

¿Qué mayor gloria puede venir al hombre, que estando la gloria de Dios en él? Que es tener tal bondad, que sea un resplandor de la bondad de Dios; un espejo donde reverberen los rayos de la justicia, de la limpieza y de la santidad de aquel Señor que es fuente de toda la justicia, de toda la limpieza y de toda la santidad, etc. Grande gloria es esta (Lección a los Gálatas, I,13: & III 21 fº 16r).

3.1.2  El Espíritu Santo siempre dice la verdad

El Espíritu Santo siempre tiene cuidado de desengañar al hombre y de pintarle cuán cosa fea y cuán horrenda y abominable sea el pecado; y para esto toma diversos medios. Uno de los que muchas veces usa es persuadir cuánto costó a Dios el pecado y los estrechos en que le pusieron nuestras culpas… (Lección a los Gálatas, III,28: & III 21, fº 41r).

3.1.3  Las Personas divinas se revelan en la redención de los fieles

Y no se contentó el Espíritu Santo con decir que estamos lavados y ungidos, sino que ahora dice que estamos vestidos, y que nuestra vestidura es, no de cualquier hermosura o de cualquier valor, sino el mismo Jesucristo, que es la suma de toda hermosura, de todo el valor y de toda la riqueza, etc… ¿Cómo es posible que parezca mal delante de los ojos del eterno Padre una gente que lleva tal hermosura y representa tal claridad y resplandor, tal lustre y hermosura, como lo es la hermosura, la claridad y el resplandor de Jesucristo? ¿Cómo es posible que no seamos nosotros benditos, yendo vestidos con aquellas vestiduras del primogénito de Dios, Jesucristo, si Jacob, con las vestiduras del primogénito Esaú gozó de bendición, etc., lo cual era sobre de esto otro? (Lección a los Gálatas, IV,33: & III 21, fº 54vr).

3.2  Fe intensa en la Pasión redentora de Jesucristo

3.2.1  La Sangre preciosa de Jesucristo

Murió por nosotros, y fue su intento librarnos de los pecados pasados, para que, libres de ellos, no volviésemos a la miseria en que antes estábamos, para que, habiéndonos visto en tan mal estado, siendo ya libres de él por la muerte de Jesucristo, huyésemos una enfermedad que no se cura sino con la sangre de Jesucristo; un cautiverio que no se pudo excluir sino dando en precio tan inmenso tesoro (Lección a los Gálatas, I,4: & III 21 fº 5v).

3.2.2  La admirable misericordia del Redentor

Como escondida estaba su hermosura, su majestad y su grandeza; pero no del todo escondida, que muchas veces asomaban aquellos rayos de su claridad las muestras de quien era él. Aquella grande misericordia, aquel inmenso sufrimiento, aquella paciencia tan inaudita, aquella mansedumbre tan perseverante, aquella humildad tan profunda, aquella claridad tan copiosa, aquellos milagros, por otra parte tan ordinarios, indicios eran que mostraban quién era él y por dónde lo pudieran conocer (Lección a los Gálatas, I,8: & III 21, ffº 43v–44r).

3.3  Consencuencias espirituales de orden moral y eclesial

3.3.1  Reconocimiento continuo de mi pecado ante Dios

Es tan grande la pena que tengo en haberos ofendido, y tan grande el temor que concebí de vuestros castigos, y tan grande el deseo de verme juntado al número de los vuestros que, si fuere menester, poner en mí, y dentro de mis huesos, toda la miseria y dolores del mundo; si fuere menester hacer suerte de trabajos y corrupción; yo lo tendré por bueno… Estos gemidos y estas voces ha de dar y producir el verdadero profeta; voces de salud y sentimiento; no andar sobresanando ni a placer, porque no pretende el contentar a los hombres ni valer para el mundo, sino contentar aquel supremo Señor y valer con él (Lección a los Gálatas, I,8: : & III 21, fº 12v).

3.3.2  Vida de comunión en la Iglesia (aspecto horizontal)

Basta para que el cristiano estime en mucho al pastor, al príncipe, o al maestro, que los ministros de Dios por tal señalen; que aquellos que tienen las veces de Dios les pongan en aquel estado, para que piensen que les deben toda reverencia  todo respecto, para que los obedezcan, como si el mesmo Dios los pusiera, y hagan cuenta, en haberlos puesto sus ministros, que el mesmo Espíritu Santo los puso (Lección a los Gálatas, I,2: & III 21, fº 2v).

3.3.3  Pureza de intención en el apostolado (aspecto vertical)

¿Por ventura es mi intento contentar a los hombres para ganar honra con ellos? No es ese mi intento. Por tanto, a todos los que dijeren lo contrario del evangelio, los anatematizo. El verdadero predicador, de tal manera tiene de tratar su palabra de Dios y sus negocios, que principalmente pretenda la gloria de Dios. Porque si anda a contentar los hombres, no acabará; sino que a cada paso trocará el evangelio y le dará contrarios sentidos, o enseñará doctrina contraria a la voluntad de Dios: hará que Dios diga lo que no quiso decir, etc (Lección a los Gálatas, cap. I,8: : & III 21, fº 10v–11r).

3.3.4  La verdadera caridad es universal

Estos son señales de la verdadera caridad: compadecerse de todos y querer remediar a todos… Y si solos los necesitados hubiesen de ser socorridos y tan limitadamente como nosotros queremos socorrer solamente a los pobres, bien podríamos olvidar cómo nos socorre Dios. Hácelo al revés, que con tan largas misericordias socorre a todos: a malos y a buenos; pobres y no pobres; para significarnos esta facilidad que habemos de tener en socorrer a nuestros próximos, en no mirar unas nonadas que miramos para dejar de hacerles bien (Reconocimiento continuo de mi pecado ante Dios Lección a los Gálatas, II,18: & III 21, fº 20v–21r).

Sancte Ioannes, ora pro nobis!

Marcos Aceituno Donoso



[1] Cf. Benedicto XVIHomilía en la Santa Misa para la Apertura del Sínodo de los Obispos y proclamación como Doctores de la Iglesia de san Juan de Avila y de Santa Hildegarda von Bingen, AAS 104 (2012).
[2] Cf. Miscelanea Comillas 3 (1945) 41-151.
[3] C.M. Abad, «Lecciones sobre la epístola a los Gálatas», Miscelánea Comillas 13 (1950) 197, n. 1.
[4] Cf. C.M. Abad, «Lecciones sobre la epístola a los Gálatas», Miscelánea Comillas 13 (1950) 198-199.
[5] C.M. Abad, «Lecciones sobre la epístola a los Gálatas», Miscelánea Comillas 13 (1950) 201.
[6] De un modo más exhaustivo, tenemos la aportación de C.M. Abad. Cf. Id., «Lecciones sobre la epístola a los Gálatas», Miscelánea Comillas 13 (1950) 202.
[7] Cf. C.M. Abad, «Lecciones sobre la epístola a los Gálatas», Miscelánea Comillas 13 (1950) 220-221.
[8] Este teólogo aborda con gran pericia y paciencia otros argumentos de crítica interna sobre todo de orden lingüístico que dejamos al interés del lector más ávido de conocimientos crítico-histórico. Cf. C.M. Abad, «Lecciones sobre la epístola a los Gálatas», Miscelánea Comillas 13 (1950) 200-218.
[9] F. Martín Hernández, «Comentarios bíblicos», en L. Sala – F. Martin., ed., San Juan de Avila. Obras completas, II, BAC maior 67, Madrid 2001, 14.
[10] F. Martín Hernández, «Comentarios bíblicos», en L. Sala – F. Martin., ed., San Juan de Avila. Obras completas, II, BAC maior 67, Madrid 2001, 18.