Si hay algo que caracteriza la Liturgia de la palabra de los diferentes ritos y familias litúrgicas es la selección de textos bíblicos de acuerdo a un orden previo, que no reproduce habitualmente el orden secuencial de los libros y capítulos que encontramos en la Sagrada Escritura.
El benedictino Cassingena-Trévedy, en un libro publicado en 2001 en francés y traducido al castellano en 2008, habla de varios aspectos que caracterizan a la liturgia eclesial como una serie de elementos ordenados. Con respecto a la presencia de las lecturas en ella, afirma:
Si se nos permite una comparación atrevida, diríamos que sin el magistral uso que la Iglesia hace de la Escritura al hilo de la liturgia, la propia Escritura sería semejante al originario "caos informe" que precedía a la creación: inanis et vacua [...] Con el leccionario litúrgico, el canon escriturístico original es en cierto modo sustituido por otro. Así, la Iglesia subdivide la Escritura según la participación que ella ha hecho del Misterio, de tal manera que esta distribución en textos y esta libre secuencialización significan ya de por sí una exégesis (F. Cassingena-Trévedy, La belleza de la liturgia, 78s).
En la Ordenación de las Lecturas de la Misa se ofrecen varios criterios. El primero de ellos es la necesaria distinción entre los domingos y ferias, que obedecen a criterios completamente distintos:
...en los domingos y fiestas se proponen los textos más importantes, para que, en un congruo espacio de tiempo, puedan ser leídas ante la asamblea de los fieles las partes más relevantes de la palabra de Dios (OLM, n. 65)
En los domingos y fiestas queda claro el principio de lectura "armónica", habitualmente llamado "semi-continua", donde es la fiesta o el tiempo litúrgico quien establece la idoneidad de ciertos textos y el necesario descarte de otros. Con esto, se quiere seguir la presentación y actualización que el año litúrgico hace de la historia de la salvación:
El genuino concepto de la acción litúrgica se contradice, en efecto, con una composición temática, ya que la acción litúrgica es siempre celebración del misterio de Cristo y, por tradición propia, usa la palabra de Dios movida no solo por unas inquietudes de orden racional o externo, sino por la preocupación de anunciar el Evangelio y de llevar a los creyentes hacia la verdad plena (OLM, n. 68)
En esta selección queda claro no solo un principio de adecuación entre un tiempo concreto y unos versículos específicos, sino la precedencia en importancia del año litúrgico sobre todo lo demás. Dicho en palabras de Cassingena-Trévedy:
...es en la liturgia donde se afirma con mayor claridad la doble relación de prioridad y de autoridad que la Iglesia mantiene en relación con la Escritura, en el orden de la fe objetiva. No es la Escritura la que funda la Iglesia, sino la Iglesia la que legitima la Escritura y se sirve de ella litúrgicamente, según un modelo probado que es, ya de por sí, un proceso de revelación de sentido. Y no hay que dudar ni por un momento al afirmar que, desde el punto de vista normativo, no es la exégesis quien tiene precedencia sobre la liturgia, sino al contrario (o. c., 79s)
Todo esto tiene que ver con el conocido texto de 1Tim 3, 15: "La Iglesia es columna y fundamento de la verdad". De forma semejante se expresaba la Pontificia Comisión Bíblica, hace 20 años, en el conocido documento La interpretación de la Biblia en la Iglesia:
El lugar habitual de la lectura bíblica es la iglesia, durante la liturgia. Por eso, la interpretación propuesta es siempre de naturaleza teológica, pastoral y teologal, al servicio de las comunidades y de cada uno de los fieles.
Dentro de la ordenación de las lecturas de la misa, tanto en la actualidad como en otros tiempos y familias litúrgicas, se observan criterios específicos de selección y omisión. Con respecto a los domingos y solemnidades:
Por motivos pastorales, en los domingos y solemnidades, se evitan los textos bíblicos realmente difíciles, ya objetivamente, porque suscitan arduos problemas de índole literaria, crítica o exegética, ya también, por lo menos hasta cierto punto, porque son textos que los fieles difícilmente podrían entender. Con todo, era inadmisible substraer a los fieles las riquezas espirituales de algunos textos por la sola razón de que les eran difíciles de entender, cuando esta dificultad deriva de una insuficiente formación cristiana... (OLM, n. 76).
En el número 77 de la OLM también se habla de la omisión de versículos por razones de acortar textos que pudieran ofrecer poco provecho a los fieles, pero también por su complicada exégesis. Este tipo de criterios se encuentran en el hecho de que no se lean más que unos pocos versículos de algunos libros, como es el caso del Cantar de los Cantares. Sin embargo, estas omisiones son las propias de la OLM, no de particulares. En este sentido se expresaba Benedicto XVI en la Exhortación Apostólica Verbum Domini a propósito de las dificultades que pudieran presentar la selección de lecturas de algún día:
Algunas dificultades que sigue habiendo para captar la relación entre las lecturas de los dos Testamentos, han de ser consideradas a la luz de la lectura canónica, es decir, de la unidad intrínseca de toda la Biblia. Donde sea necesario, los organismos competentes pueden disponer que se publiquen subsidios que ayuden a comprender el nexo entre las lecturas propuestas por el Leccionario, las cuales han de proclamarse en la asamblea litúrgica en su totalidad, como está previsto en la liturgia del día (Verbum Domini, n. 57)
La Sagrada Escritura en la liturgia tiene un orden. En la OLM se expresa de forma general y hay que comprender su sentido. No se pueden suprimir textos a voluntad del que preside o de la comunidad. Esto que afecta a la lectura de la Sagrada Escritura, también se refiere a otros textos de la celebración.