Del Corazón a los labios
y de los labios a las obras
El Año de la Fe, recién estrenado, se
presenta, en palabras del Papa Benedicto XVI, como «una peregrinación en los
desiertos del mundo contemporáneo, llevando consigo solamente lo que es
esencial (...) el Evangelio y la Fe de la Iglesia» (Homilia en la Misa del inicio del Año de la Fe, 11-10-2012). Conviene, por tanto, centrarse en
lo esencial, retornar a las fuentes. En otras palabras, se trata de poner a Cristo mismo en el
centro de toda la acción de la Iglesia: Él es la garantía de que
el desierto contemporáneo se trasformará en un vergel.
La
fe es un don del Espíritu que nos fortalece y nos hace crecer, pero nos hace
crecer en comunidad, y no como miembros aislados, ya que sólo se crece en
comunión; y sólo así estaremos preparados para anunciar, con palabras y obras,
el mensaje de Cristo. Pero el anuncio del mensaje de Cristo no puede reducirse
a una simple enseñanza; el anuncio lleva a quien lo oye a dar una respuesta,
negativa o positiva; esta última será una palabra de fe, que implica una
aceptación de Jesucristo y un compromiso, para que se cumpla la Alianza entre Dios
y su pueblo (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1102)
Cristo nos ha revelado el rostro de
Dios, nos ha revelado el rostro de la nueva humanidad que, en el Cristo que
padece, encuentra la verdadera belleza que salva el mundo, porque Él es el
cumplimiento y el intérprete definitivo de la Escritura, Él es «autor y
perfeccionador de la fe» (Heb 12,2). El hombre, por tanto, no está sólo, está sostenido por la gracia divina, sabe que
puede fiarse completamente de Dios y acoger su Verdad, porque Él es la Verdad
misma (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 143).
Pero
ese gran fruto del Concilio Vaticano II, que es el Catecismo de la Iglesia
Católica, subraya con gran agudeza: «Desde siglos, a través de muchas lenguas,
culturas, pueblos y naciones, la Iglesia no cesa de confesar su única fe,
recibida de un solo Señor, transmitida por un solo bautismo» (Ibidem, 172). Se nos está diciendo así que hay
una unidad en la fe, pero a la vez que existe también diversidad en sus expresiones,
ya que la riqueza del misterio de Cristo es tan inmensa que ninguna tradición
la puede agotar. De modo que «desde la primera comunidad de Jerusalén hasta la
Parusía, las Iglesias de Dios, fieles a la fe apostólica, celebran en todo
lugar el mismo Misterio Pascual. El Misterio celebrado en la liturgia es uno,
pero varían las formas en las cuales es celebrado» (Ibidem, 1200).
En
esa rica diversidad se encuentra la antiquísima Liturgia Hispano-Mozárabe, una
tesoro aún por descubrir en la Iglesia por muchos. En la mente y el corazón de
los Padres hispanos nacía el deseo de difundir la “Buena Noticia”, con
la certeza de que la lex orandi
hispana concordaba con la lex credendi;
y el criterio que aseguró todo esto fue la fidelidad a la Tradición Apostólica, es
decir, la comunión en la fe y en los sacramentos recibidos de los Apóstoles,
significada y garantizada por la sucesión apostólica (cfr. Ibidem, 1209).
El
año 1992 es un año a recordar en la historia de esta venerable liturgia: era la
primera vez que un sucesor de san Pedro celebraba con los mismos textos con los
que habían celebrado generaciones y generaciones de cristianos en tierras
hispanas. Después de haber llevado a término las reformas promovidas por la Sacrosanctum Concilium, bajo la dirección del Cardenal Marcelo
González Martín, el mismo Papa Juan Pablo II quiso presidir la Santa Misa en el
Altar de la Confesión de la Basílica Vaticana. El Beato Juan Pablo II, en la
homilía de la Misa, exhortaba a pasar de la celebración a la acción, siguiendo el camino trazado por cuantos, con su ejemplo, se convirtieron en fe viva: «los venerables ritos
litúrgicos hispano-mozárabes (lex orandi)
deben reforzar la fe cristiana de quienes los celebran (lex credendi), de tal manera que su vida (lex vivendi) siga emulando a aquellos que, en el pasado, dieron ejemplo
de perseverancia en el servicio al Señor y a su verdad» (Homilía en la Concelebración Eucarística en el Rito Hispano-Mozárabe, 28-05-1992).
Justo antes de la proclamación del Credo, que contiene la fe de la Iglesia, el Misal
Hispano-Mozárabe presenta esta monición: «Profesemos con los labios la fe que
llevamos en el corazón» (cfr. Rom
10,9-10), exhortación que sintetiza hermosamente las palabras de la citada
homilía: el que cree debe celebrar su propia fe, debe llevarla a sus
quehaceres cotidianos, debe hacerla vida, en definitiva, pasarla del corazón a
los labios y de los labios a las obras. En esta perspectiva, es el mismo
Benedicto XVI el que en Porta Fidei, retomando la imagen paulina, dice: «... el conocimiento de los contenidos que se
han de creer no es suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la
persona, no está abierto a la gracia que permite tener ojos para mirar en
profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es Palabra de Dios.
Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un
compromiso público» (n. 9).
Este
año de gracia considero que es muy importante dar a conocer los
contenidos de la fe de la Iglesia; a ello, sin duda, nos puede ayudar el ahondar en la lex credendi que nos muestra nuestra
propia tradición, la hermosa tradición litúrgica del Rito Hispano-Mozárabe. Una
fe que ha forjado una cultura, nuestra cultura; y para una contínua y verdadera renovación han de tenerse en cuenta la vuelta a las fuentes y el
conocimiento de sí mismo: «Esta antigua Liturgia hispano-mozárabe representa, por tanto,
una realidad eclesial, y también cultural, que no puede ser relegada al olvido
si se quieren comprender en profundidad las raíces del espíritu cristiano del
pueblo español» (Homilía, 28-05-1992).
Consideremos
algunos ejemplos tomados de la Liturgia Hispano-Mozárabe. Si
Benedicto XVI nos presenta en la carta apostólica Porta Fidei nos presenta a María como ejemplo de «obediencia en su entrega» (n. 13), como aquella que es «dichosa por
haber creído»(Lc 1, 45), nos está diciendo que Nuestra Señora es el más
vivo ejemplo de que la fe trasciende el tiempo. He aquí lo que dice la Liturgia
Hispano-Mozárabe: «En lo profundo del
corazón, la fe acoge con calor el anuncio del ángel, el oído recibe la palabra
que no deja lugar a dudas y la seguridad de su fe queda confirmada con la
esperanza de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete» (Oratio Admonitionis de la Solemnidad de
Santa María).
En este Año de la Fe tenemos, por tanto, muchas
motivos por las cuales dar gracias a Dios, especialmente por poder conocer mejor la
belleza y la plenitud de nuestra fe católica; también muchas por las que pedir perdón,
ya que en la historia nuestra muchas veces se entrecruza la santidad y el
pecado. Y tenemos también la oportunidad de intensificar el testimonio de la
caridad (cfr. Porta Fidei, n. 13-14) ya
que la fe sin obras es vana, no da fruto, es estéril (cfr. Sant 2, 14-18). El Santo Padre nos ha trazado todo
un plan de conversión para que nuestro testimonio
de fe sea creíble y sea capaz de abrir el corazón y la mente
de muchos que quieren conocer a Dios y vivir una vida verdadera.
A nosotros no nos queda sino elevar, desde lo más profundo del corazón, nuestra oración por la Iglesia en este Año de la Fe. Lo hacemos con esta hermosa profesión de fe en nuestro Rito Hispano-Mozárabe, tomada además de la celebración tan característica de la Solemnidad de Santa María del día 18 de diciembre: «Proclamamos, Señor, lo que creemos, no nos lo callamos, suplicándote de todo corazón que así como has concedido a tu Madre ser madre y virgen, concedas a tu Iglesia ser incorrupta por la fe y fecunda por la castidad» (Oratio post Pridie de la «Solemnidad de santa María»).
A nosotros no nos queda sino elevar, desde lo más profundo del corazón, nuestra oración por la Iglesia en este Año de la Fe. Lo hacemos con esta hermosa profesión de fe en nuestro Rito Hispano-Mozárabe, tomada además de la celebración tan característica de la Solemnidad de Santa María del día 18 de diciembre: «Proclamamos, Señor, lo que creemos, no nos lo callamos, suplicándote de todo corazón que así como has concedido a tu Madre ser madre y virgen, concedas a tu Iglesia ser incorrupta por la fe y fecunda por la castidad» (Oratio post Pridie de la «Solemnidad de santa María»).
X Braulio Rodríguez Plaza
Arzobispo de Toledo, Primado de España y
Superior Responsable del Rito Hispano Mozárabe
[Publicado en l'Osservatore Romano el 18-XII-2012;
traducción del original italiano: Salvador Aguilera López]