2. La cuestión clave: Concilio Vaticano II y
posterior reforma litúrgica
Es costumbre ya hablar de la liturgia herida, en
referencia a la liturgia fruto de la reforma litúrgica, tanto en cuanto a los
textos, como en cuanto a su celebración concreta. Es decir, la cuestión
fundamental es ésta:¿fue una buena interpretación del Concilio la reforma
litúrgica, teniendo en cuenta que la Constitución litúrgica pretendió recognoscere[1] (revisar
o corregir), aptare[2]
(adaptar al tiempo), instaurare[3]
(restablecer), accomodare[4]
(acomodar una cosa a otra) e instaurare atque fovere[5]
(restablecer y fomentar) los ritos litúrgicos y la liturgia en general, sin
olvidar que se trataba de un concilio no dogmático, sino pastoral? Es decir, la
reforma litúrgica ¿fue una restauración o una revolución? ¿Fue hecha en la
continuidad o en la ruptura?[6]
El Concilio solicitó un restablecimiento de la Liturgia en un desarrollo
orgánico, teniendo en cuenta la reforma reciente iniciada por Pío XII[7].
Así pues, el Concilio Vaticano II dispuso un
desarrollo de la Liturgia en la continuidad, es decir, una reforma que no es
ruptura y destrucción, sino purificación y crecimiento. Mas, la reforma
litúrgica fue actuada por el Consilium ad
exsequendam Constitutionem de sacra Liturgia (25-I-1964) y por la
Congregación para el Culto Divino (8-V-1969), bajo la dirección personal de
Pablo VI, con la participación más de las Conferencias Episcopales que de la
curia romana, al menos, hasta 1975[8].
“La Constitución litúrgica del Concilio Vaticano II puso los fundamentos para
la reforma, pero tal reforma fue después estructurada por un comité pos-conciliar
y en sus detalles concretos no pudo seguir sometida al dictado conciliar. El
concilio fue un comienzo abierto, cuyo amplio contexto permitía diversas
realizaciones. Si se piensa adecuadamente en todo esto, no se podrá en adelante
describir el arco de tensión que se abrió en estos decenios con los términos de
tradición reconciliar y reforma pos-conciliar, sino más bien se hablará de
confrontación entre la reforma de Pío X y la reforma dispuesta por el Concilio.
Así pues, se hablará de grados de reforma y no de un foso entre dos mundos”[9].
En concreto, la reforma litúrgica posterior al
Concilio Vaticano II se desarrolla en cuatro fases: primera, el trabajo de los
40 coetus (1964-1968), con la
publicación de las dos primeras instrucciones generales, Inter oecumenici (26-IX-1964) y Tres
abhinc annos (4-V-1967). “No obstante, -y es preciso atribuir directamente
al espíritu del Concilio- muchas decisiones fueron precedidas por consultas a los obispos de las Iglesias
locales y a muchos consultores, procedentes de muchos países y continentes”[10].
Segunda fase, la edición de las editiones typicae de los principales
nuevos libros litúrgicos (1969-1975), con la tercera instrucción general, Liturgicae instaurationes (5-IX-1970) y
varias instrucciones particulares sobre
la misa y la eucaristía: Fidei custos
(30-IV-1969) sobre los ministros extraordinarios de la comunión, Actio pastoralis (15-V-1969) sobre la celebración de la Misa con
grupos particulares, Memoriale Domini (29-V-1969) sobre el modo de distribuir la
comunión, Immensae caritatis (29-I-1973)
para facilitar la comunión sacramental, la Declaración In Celebratione (7-VIII-1972) sobre la concelebración, la Carta Eucharistiae participationem
(27-IV-1973) sobre las plegarias eucarísticas, el Directorio Pueros baptizatos (1-XI-1973) sobre la
celebración de la misa con niños, el Motu
proprio ministeria quaedam (15-VIII-1972) sobre la renovación de las órdenes menores y subdiaconado; y
sobre la traducción de los libros litúrgicos la instrucción Comme le prèvoit (25-I-1969).
Tercera fase, pausa y primeras preguntas sobre el
trabajo hecho (1975-1988), que comienza con la institución de la Congregación
para los Sacramentos y el Culto Divino con dos secciones (11-VII-1975),
abriendo el camino a una mayor colaboración de la curia romana en la reforma
litúrgica[11], en
cuya época hallamos la Carta Dominicae
Cenae (24-II-1980) de Juan Pablo II y la consiguiente Instrucción de la
Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino Inestimabile donum (18-X-1982), el Codex Iuris Canonici (25-I-1983) con las correcciones a los libros
litúrgicos, el indulto de la Congregación para el Culto Divino para celebrar
según el Misal de 1962 (3-X-1984), la Carta de la misma Congregación sobre la
comunión en la mano (3-IV-1985), el Motu
Proprio Ecclesia Dei adflicta (2-VII-1988).
Y cuarta fase,
perfeccionamiento de la reforma litúrgica (1984 ss.), que comienza con
la institución de la nueva Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de
los Sacramentos[12]
(28-VI-1988), volviendo a unir las dos congregaciones separadas en 1985, que se
manifiesta también en la revisión de las nuevas ediciones típicas de los libros
litúrgicos (Órdenes 1968 y 1989, Matrimonio 1969 y 1990, Misal 1970, 1975, 2000,
De Exorcismis 1999, 2004 y Martyrologium 2001, 2004) y las
siguientes intervenciones, a modo de ejemplo: Carta apostólica a los 25 años Vicesimus annus quintus (4-XII-1988);
Instrucción 4ª Varietates legitimae
(25-I-1994); Instrucción 5ª Liturgiam
authenticam (28-III-2001), donde se habla de novam aetatem instaurationis, n. 7; Encíclica Ecclesia de Eucharistia (17-IV-2003) con la consiguiente Instrucción
Redemptionis sacramentum
(25-III-2004), y Motu Proprio Summorum
Pontificum (7-VII-2007).
Las respuestas sobre si la reforma
litúrgica fue o no fiel a la fe y a la tradición de la Iglesia Católica son
unánimes. Pablo VI, hablando del Novus Ordo
Missae en italiano, dice: “Es un paso adelante en su tradición auténtica
(…) Nada ha sido cambiado en la sustancia de nuestra misa tradicional”[13].
En otra ocasión dijo: “Que se reconozca el valor de los saludables cambios
accidentales hechos en los sagrados ritos”[14].
jn Juan Pablo II, en la carta a los 25 años de la Sacrosanctum Concilium, n. 4, manifestó: “Se puede decir que la reforma litúrgica es
rigurosamente tradicional ad normam
sanctorum Patrum”[15].
La cuestión surge cuando se pregunta si la reforma litúrgica fue o no fue fiel
al Concilio Vaticano II. En este sentido, Pablo VI dijo que sí[16],
pero después, en la Bula Apostolorum
limina convocando el Año Santo de 1975, ordenó de algún modo que la reforma
litúrgica fuera reexaminada[17],
y Juan Pablo II manifestó lo mismo en diversas ocasiones, por ejemplo en el Motu Proprio Ecclesia Dei adflicta[18].
Benedicto XVI se identifica con los
principios esenciales de la Constitución
de la Sagrada Liturgia y asume el Concilio adecuadamente interpretado bajo el
criterio de la continuidad y con respecto a la reforma litúrgica la asume con
reservas en el aspecto ritual, no en el nivel dogmático, pues la Iglesia
“considera iguales en derecho y dignidad todos los ritos reconocidos”[19].
La ortodoxia fundamental está
garantizada cuando la Iglesia aprobó los nuevos libros litúrgicos, pero ello no
garantiza la ortodoxia plena y total por parte del magisterio en las materias
disciplinar y litúrgica. Es decir, en los libros litúrgicos anteriores y
actuales hay elementos esenciales y permanentes y elementos transitorios que
incluso pudieran ser defectuosos y hasta nocivos[20].
“El rito y la rúbrica relativa no son en sí una definición dogmática y son
susceptibles de una calificación teológica de valor diverso según el contexto
al que se refieren”[21].
Es evidente que la reforma litúrgica, primero, ha aplicado
algunas determinaciones del Concilio; segundo, ha ido más allá de lo
determinado por el Concilio; y, tercero, ha desenfocado a veces el sentido
teologal del Concilio. Nos detenemos en los criterios segundo y tercero. Por ejemplo, la recognitio de la Congregación para el Culto y posterior approbatio de las traducciones
litúrgicas hechas bajo la autoridad de las Conferencias Episcopales desarrolla
lo determinado por la Sacrosanctum
Concilium, art. 36, & 4[22];
en este contexto, el Concilio ordenó que las Conferencias episcopales
prepararan rituales, basándose en el nuevo Ritual romano en el art. 63 6b, pero
de hecho se han reducido con frecuencia a traducir el Ritual romano. Otro
ejemplo, la reforma litúrgica desarrolló lo determinado sobre la lengua en la
liturgia romana en el art. 36, & 1, pues el Concilio nunca previó la plena
traducción de los textos litúrgicos a las lenguas vernáculas. Tampoco la
Constitución Litúrgica habló de la supresión de ritos litúrgicos, sino de su
conservación y fomento y, si fuera necesario, de su prudente revisión, en el
art. 4 de la Sacrosanctum Concilium.
El Concilio ordenó la revisión de los libros
litúrgicos, en el art. 25 de la misma Constitución, pero nunca prohibió
directamente el uso de los libros anteriores; de hecho, el Misal romano de 1962
jamás fue abrogado y, por ello, su uso siempre fue válido, no obstante lo dicho
por Pablo VI el 19 de noviembre de 1969 en la Audiencia General y el 24 de mayo
de 1976 en un Consistorio[23].
“Esta declaración ha restablecido un orden canónico gravemente comprometido”[24].
Dígase lo mismo con respecto a si el Misal Romano de 1962 y el Misal Romano de
1970 son dos ritos distintos o dos formas del mismo rito romano. Pablo VI habló
del “nuevo rito de la misa”[25].
Benedicto XVI en el Motu Proprio Summorum Pontificum ha dicho que se
trata de dos formas del mismo rito, indicando más lo que tendría que haber
sido, que lo que fue. En este ámbito, ha surgido un problema teológico nuevo,
que no podemos obviar; me refiero a la relación entre la responsabilidad del
Primado y de la Colegialidad, en la Iglesia Universal y en las Iglesias locales
sobre la aplicación de la legislación litúrgica[26].
“El Concilio permaneció todavía muy equilibrado,
pero después del Concilio ha prevalecido la idea que era preciso abrir todo,
comprender todo, consecuencia de una superficialidad en el modo de comprender
la liturgia y su mensaje. Es verdad que la liturgia, de este modo, es
anunciada, pero se trata de un anuncio muy diferente. Es muy importante que los
jóvenes llamados a la vocación descubran que una liturgia racionalizada, una
liturgia en la que rige sólo la preocupación por hacerse comprensible por la
razón desde un punto de vista intelectual, carece de la profundidad de aquella
realidad que toca mi corazón hasta el nivel de la presencia de Dios en mí” [27].
“El Concilio Vaticano II se proponía sin duda sostener perspectivas de
renovación y crecimiento orgánico de una
Iglesia comprendida como un sujeto vivo. Con todo, no podemos dejar de
constatar hoy la existencia de fuertes tendencias que conciben la liturgia como
un mecanismo que se desmonta y se vuelve a montar arbitrariamente, lo que no es
compatible con la esencia de la liturgia”[28].
“En
la historia del posconcilio la Constitución sobre la Liturgia no fue
comprendida ciertamente a partir de este fundamental primado de la adoración,
sino más bien como un libro de recetas sobre lo que podemos hacer con la
liturgia. Entre tanto parece que los creadores de la liturgia han olvidado,
ocupados como están y cada vez con más pasión a reflexionar cómo se pueda
configurar la liturgia de modo más atrayente, comunicativo, comprometiendo en
ella cada vez a más gente, que la liturgia en realidad está hecha por Dios y no
por ellos mismos. Cuanto más la hacemos nosotros menos atrayente es, pues todos advierten claramente que lo
esencial se está perdiendo”[29].
Así pues, será necesario corregir “los desvíos que han manchado a veces la
renovación litúrgica posconciliar “mostrando una comprensión muy reducida del
misterio eucarístico”[30].
“Allí donde
el movimiento litúrgico había suscitado amor por la liturgia, anticipando las
ideas esenciales del Concilio, como por ejemplo la participación de todos en la
plegaria de la acción litúrgica, allí
sobre todo ha sido mayor el dolor, ante una reforma realizada muy de prisa y a veces limitada a la exterioridad. Pero
donde el movimiento litúrgico no había existido, la reforma no ha despertado en
principio problemas Estos han surgido
esporádicamente cuando el misterio sagrado ha cedido a una creatividad salvaje”[31].
Las novedades del Misal de Pablo VI son: el
leccionario, las plegarias eucarísticas, la epíclesis, la fórmula de la
anamnesis, la ampliación contenida de la concelebración. Entre las deficiencias
o carencias de este último Misal enumeramos las siguientes: pobreza en la manifestación de la presencia real, en la
naturaleza del sacerdocio ministerial, en el carácter sacrificial y
especialmente propiciatorio de la Santa Misa, favorecido al cambiar el nombre
de ofertorio por presentación de ofrendas. En este contexto, mencionamos la
introducción de ofertorios explícitos en los ritos medievales de la Misa y los ataques luteranos contra el rito
del ofertorio, así como la respuesta del Concilio de Trento[32].
Recordemos también los cambios de consagración por relato de la institución[33]
y de canon (regla de acción) por plegaria eucarística. En este contexto, a mí
me llama la atención que no siendo un Concilio dogmático el Concilio Vaticano
II haya tenido tanta influencia en el cambio de los textos y ritos litúrgicos,
incluso en los mismos sacramentos Por su parte, el Novus Ordo Missae de Pablo VI no contiene errores dogmáticos en el
nivel sacramental, pero sí graves deficiencias en el nivel ritual, cuyas
consecuencias después de 40 años se aprecian con una agresividad evidente,
mostrando que estas deficiencias han afectado a los sacerdotes celebrantes y
sobre todo a las mismas asambleas. Además, en la liturgia hay que distinguir
entre la posibilidad de elementos defectuosos y la posibilidad de celebración
defectuosa de elementos buenos.
Padre Pedro Fernández, op
[1] Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitutio Sacrosanctum Concilium, nnº 4, 23, 25, 31, 38, 50, 62,
63, 66, 67, 71, 72, 75, 76, 77, 79, 80, 82, 91, 107, 128: AAS 56 (1964) 98.
106. 107. 108. 110. 114. 117 (2), 118 (3). 120 (3). 122. 126. 132.
[2] Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitutio Sacrosanctum Concilium, nnº 24, 35& 1, 38, 39, 40 (4),
44, 90, 120, 128: AAS 56 (1964) 107. 109. 110 (2). 111. 112.. 122. 130 (2).
132-133.
[3] Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitutio Sacrosanctum Concilim, nnº 21 (2), 23, 24, 33, 43, 89, 90, 117, 128: AAS
56 (1964) 105-106. 106. 107. 109. 112. 122 (2). 129. 132..
[4] Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitutio Sacrosanctum Concilium, nnº 62.
63 &b. 65. 67. 75. 119: AAS 56 (1964) 117 (3). 118. 119. 130 (accomodare; 68, 107: AAS 56 (1964) 118.
126 (accomodatio).
[5] Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitutio Sacrosanctum Concilium, nnº 1, 3, 14: AAS 56 (1964) 97. 98. 104.
[6] Cf. A. MELLONI, “Sacrosanctum Concilium 1963-2003. Lo
spesore storico della riforma liturgica e la ricezione del Vaticano II”. Rivista Liturgica 90 (2003) 915-930.
[8] Cf. Le rôle de G.
B. Montini-Paul VI Dans la réforme liturgique. Journée d´études
(17-X-1984). Faculté du Théologie et de Droit Canonique de Louvain-La Neuve -
Brescia. Istituto Paulo VI. Collana Publicazzioni dell´ Istituto Paolo VI, 5,
Brescia 1987; E. MAZZA, “La riforma liturgica e il Consilium. Contributo all´
identificazione di una Mens”. Rivista
Liturgica 90 (2003)393-403.
[9] J. RATZINGER- BENEDETTO XVI, Davanti al protagonista. Alle radici della
liturgia. Cantagalli. Sena 2009, pp. 153-154.
[10] M. KLÖCKENER, “La dynamique du mouvement liturgique et de
la réforme liturgique. Points communs et différences théologiques et
spirituelles”. La Maison Dieu 260
(2009) 102.
[11] “Estamos convencidos que una impostación unitaria de la
materia de la competencia hasta ahora de dos dicasterios, favorecerá mejor la
reforma litúrgica que, sabiamente querida por el Concilio Vaticano II, está ya
muy avanzada, amén de la ordenada ejecución de tan gran tarea, en la que nos
sentimos siempre empeñados, y gracias a la cual tantos frutos copiosos de vida
religiosa se han producido ya en el pueblo de Dios”. PABLO VI, Constitutio apostolica Constans nobis
studium (11-VII-1975) AAS 67 (1975) 419.
[12] Cf. JUAN PABLO II, Constitutio Apostolica Pastor Bonus (28-VII-1988),
nn. 62-70: AAS 80 (1988) 876-878.
[15] JUAN PABLO II, Carta
apostólica Vicessimus quintus annus (4-XII-1988), n. 4: AAS 81 (1989) 901.
[16] “En cuanto pensamos hemos trabajado en completa
fidelidad al Concilio Vaticano II (…) Con la reforma litúrgica se han
introducido y sostenido con firmeza las indicaciones de la Constitución Sacrosanctum Concilium”. PABLO VI, Discurso al
Colegio Cardenalicio, 22-VI-1973: AAS 65 (1973) 381. 382.
[17] “A los diez años del Concilio Vaticano II que ha puesto
en movimiento una amplia y saludable renovación en el campo del trabajo
pastoral, de la práctica penitencial y de la plegaria litúrgica, nosotros
pensamos sea muy oportuna una obra de revisión y de incremento que, sobre las
bases ya establecidas por la autoridad de la Iglesia, permita discernir bien lo
que es verdaderamente válido en las muchas y diversas experiencias que se han
hecho en muchas partes y promover una
siempre mejor actuación, según los criterios
que la sabiduría pastoral y la verdadera piedad podrán sugerir”. PABLO VI, Constitutio Apostolica Apostolorum limina (23-V-1974), IV: AAS 66
(1974) 299.
[18] “Desterradas totalmente las falsas y arbitrarias
interpretaciones y las ilegítimas ampliaciones relativas a la doctrina,
liturgia y disciplina”. JUAN PABLO II, Motu
Proprio Ecclesia Dei adflicta (2-VII-1988), n. 5&a: ASS 80(1988) 1497.
[20] Cf. PÍO XII, Discurso
al Congreso de Asís (22-IX-1956): AAS 48 (1956) 711; CONCILIO VATICANO II, Constitutio Sacrosanctum Concilium n. 21: AAS 56 (1964) 105-106.
[22] Cf. JUAN PABLO II, Constitutio
Apostolica Pastor Bonus (28-VII-1988), n. 64, & 3: AAS 80 (1988) 877; Liturgiam authenticam, n. 80: AAS 93
(2001) 685; CIC n. 838, 3. Incluso, la aprobación de las traducciones a las
lenguas vernáculas de las fórmulas sacramentales está reservada al Sumo
Pontífice. Cf. SCCD, Carta circular Dum
Toto terrarum, 25-X-1973: AAS 66 (1974) 98-99.
[23] “El nuevo Ordo fue promulgado después de madura deliberación para que ocupara
el lugar del antiguo, cumpliendo así las normas dadas por el Concilio Vaticano
II”. PABLO VI, Consistorium secretum (24-V-1976): AAS 68 (1976) 374.
[27] J. RATZINGER- BENEDETTO XVI, Davanti al protagonista. Alle radici della
liturgia. Cantagalli. Sena 2009, p. 56.
[28] J. RATZINGER- BENEDETTO XVI, Davanti al protagonista. Alle radici della
liturgia. Cantagalli. Sena 2009, p. 113.
[29] J. RATZINGER- BENEDETTO XVI, Davanti al protagonista. Alle radici della
liturgia. Cantagalli. Sena 2009, pp. 25-26.
[30] BENEDICTO XVI, Discurso
a la plenaria de la Congregación para la disciplina de los sacramentos y Culto
Divino (13-III-2009): AAS 101 (2009) 291. El papa actual cita la Encíclica
de Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia
(17-IV-2003), n. 10: AAS 95 (2003) 439.
[31] J. RATZINGER- BENEDETTO XVI, Davanti al protagonista. Alle radici della
liturgia. Cantagalli. Sena 2009, p. 206.
[32] Cf. El Magisterio
de la Iglesia. Ed. E. Denzinger. Herder. Barcelona 1963, n. 948, p. 271
(sobre el verdadero sacrificio de la Misa), n. 950, p. 271 (sacrificio de
alabanza, acción de tracias y propiciatorio).
[33] Cf. F. PROSSINGER, “La sang de l´Alliance répandu pour
tous ou pour beaucoup”. Sedes Sapientiae
87 (2004) 53-70.