«Fiesta
de la dedicación de la basílica de Letrán en honor de Cristo Salvador,
construida por el emperador Constantino como sede de los obispos de Roma. Su
anual celebración en toda la Iglesia latina es un signo permanente de amor y de
unidad con el Romano Pontífice (s. IV)» [Martirologio
Romano].
Introducción
El hecho de celebrar la Dedicación de una iglesia está ya atestiguado en la antigüedad, podemos
citar por ejemplo el Itinerario de Egeria
en el cual la peregrina nos dice: «Día de las Encenias es aquel en que fue consagrada a Dios la santa iglesia que
está en el Gólgota, que llaman Martyrium;
pero también la santa iglesia que está en la Anástasis, en el lugar donde el Señor resucitó después de la
Pasión, fue consagrada a Dios ese mismo día. De estas santas iglesias son
celebradas con sumo honor las encenias;
porque la cruz del Señor fue hallada ese día» (n. 48.1). Del texto se puede
deducir que la consagración del complejo
constantiniano tuvo lugar el 14 de septiembre ( año 335).
La misma Egeria continua diciendo que la fiesta se celebra
durante ocho días y que la muchedumbre en la ciudad de Jerusalén en esto días
es innumerable y diversa: «de Mesopotamia o de Siria o de Egipto y Tebaida» (n.
49.1). Nos dice que participa mucho clero y alrededor de cuarenta o cincuenta
obispos; que la iglesia es adornada al igual que por Pascua o Epifanía (cf. n. 49.2-3).
El 9 de noviembre
Se desconoce cómo y cuando surgió este aniversario de la Encenias de la Basílica del Salvador,
pero viendo lo cercano que está otro aniversario, el de la Basílica de los
Santos Pedro y Pablo (19-XI), no parecería descabellado pensar, según la
opinión del Card. Schuster, que: «habrían sido instituidas en relación con
la solemnidad inaugural de los dos Santuarios Apostólicos mayores, con el fin
de celebrar dentro de una misma quincena las dedicaciones de las tres mayores
basílicas constantinianas de Roma».
Los antiquísimos Ordines
Romani atestiguan ya la existencia de la fiesta de la Dedicatio Sancti Salvatoris allá por el siglo XII; diciéndonos,
además, que la Basílica era adornada con festones, que el mismo Papa celebraba
allí la Santa Misa y que, incluso, presidía las Vísperas el día precedente. El Jeronimiano trae las dedicaciones
de las basílicas romanas que restauró o construyó Sixto III (5-VIII: Santa
María la Mayor, 1-VIII: San Pedro ad vincula; 2-XI: Santos Sixto, Hipólito
y Lorenzo), pero omite todas las del Papa San Silvestre en la vía Ostiense, en
la Cornelia y en Letrán.
En este día los Orientales celebraban la conmemoración de
una imagen milagrosa del Salvador profanada por los judíos en Beirut, de la que
se dice que brotó sangre viva; y no sería improbable que esta fiesta oriental
influyera en los Latinos.
La Basílica Lateranense
Ya en el año 313 podemos constatar la existencia de esta
Basílica, ya que en esta fecha se celebró un concilio contra los Donatistas, en
el pontificado del Papa Milcíades (311-314).
Será el Emperador Constantino el que regale los terrenos del
Laterano para que fuera construida la residencia pontificia en lo que, hasta
entonces, había sido la residencia imperial; y las salas termales del antiguo
palacio de Plaucio Laterano, víctima de la crueldad de Nerón, se vieron
transformadas en bautisterio cristiano. Además, en esta «Iglesia-Madre de todas las
iglesias de la Urbe y del Orbe» se han celebrado cinco concilios: 1123, 1139, 1179, 1215 y
1512.
Sobre el epistilo del pórtico de Letrán está grabada esta
famosa inscripción de versos leoninos:
«Por derecho papal e
imperial está decretado que yo sea la Madre de todas las Iglesias. Cuando todas
estas construcciones se vieron realizadas, me distinguieron con el nombre de
Salvador, dador de los reinos celestiales. Inclinados, oh Cristo, en tu
presencia, te rogamos con todo el corazón y con humildes súplicas, que de éste
nuestro templo hagas sede gloriosa».
La Cátedra Papal
El mismo Papa Benedicto XVI nos explicaba el significado de
la Cátedra, en ocasión de la Fiesta de la Cátedra de san Pedro (Audiencia del miércoles 22 de
febrero de 2006):
«La cátedra, literalmente, quiere decir la sede fija del obispo,
colocada en la iglesia madre de una diócesis, que por este motivo es llamada catedral, y es el símbolo de la
autoridad del obispo y, en particular, de su magisterio, es decir, de la enseñanza evangélica que él, en cuanto
sucesor de los apóstoles, está llamado a custodiar y transmitir a la comunidad
cristiana... La sede de Roma, fue reconocida como la del sucesor de Pedro, y la
cátedra de su obispo representó la
del apóstol encargado por Cristo de apacentar a todo su rebaño. Lo atestiguan
los más antiguos Padres de la Iglesia, como por ejemplo, san Ireneo, obispo de
Lyón, pero que era originario de Asia Menor, quien en su tratado “Contra las
herejías” describe a la Iglesia de Roma como la «más grande y más antigua conocida por todos;… fundada y constituida en
Roma por los dos gloriosos apóstoles Pedro y Pablo» y añade: «Con esta Iglesia, por su eximia
superioridad, debe estar en acuerdo la Iglesia universal, es decir, los fieles
que están por doquier» (III, 3, 2-3). Poco después, Tertuliano, por su
parte, afirma: «¡Esta Iglesia de Roma es
bienaventurada! Los apóstoles le derramaron, con su sangre, toda la doctrina»
(“Prescripciones contra todas las herejías”, 36). La cátedra del obispo de Roma
representa, por tanto, no sólo su servicio a la comunidad romana, sino también
su misión de guía de todo el Pueblo de Dios... Entre los numerosos testimonios
de los Padres, quisiera ofrecer el de san Jerónimo, tomado de una carta suya
escrita al obispo de Roma, particularmente interesante porque menciona
explícitamente la cátedra de Pedro,
presentándola como puerto seguro de verdad y de paz. Así escribe Jerónimo: «He decidido consultar a la cátedra de Pedro,
donde se encuentra esa fe que la boca de un apóstol ha ensalzado; vengo ahora a
pedir alimento para mi alma allí, donde recibí el vestido de Cristo. No sigo
otro primado sino el de Cristo; por esto me pongo en comunión con tu beatitud,
es decir, con la cátedra de Pedro. Sé que sobre esta piedra está edificada la
Iglesia» (“Cartas” I, 15,1-2)».
En
otro tiempo adordaban la cátedra papal,
en el semicírculo absidial del aula, estos versos leoninos:
«Éste
es el trono papal y pontifical, desde el cual preside por derecho el Vicario de
Cristo. Llámese Sede Romana, según lo establece el derecho; y en ella no debe
sentarse otro que el Papa. Y por ser el más sublime, todos los demás tronos
deben estarle sometidos».
No quisiera finalizar sin comentar dos detalles de la la
actual Cátedra del Obispo de Roma: 1.- “Haec
est Papalis Sedes et Pontificalis”: frase que encontramos en uno de los
escalones y que recuerda el texto anteriormente citado; 2.- Salmo 91 (90),
versículo 13: “Super aspidem et
basiliscum ambulabis et conculcavis leonem et draconem”: cuando el Santo
Padre está en su Cátedra tiene bajo sus pies al maligno representado en la serpiente, la víbora, el león y el
dragón; Jesús le dice también hoy a
Pedro, a Benedicto XVI: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (Mt 16,18).
Bibliografía
* Arce, A. Itinerario
de la virgen Egeria (381-384). BAC (Madrid 2010).
*
Righetti, M. Historia de la Liturgia I. BAC 144
(Madrid 1956).
*
Schuster, A. I. Liber Sacramentorum. Estudio
histórico-litúrgico sobre el Misal Romano, IX. Herder (Barcelona
1948).
* Sgarbosa, M. – Giovanni, L. Il Santo del
giorno. San Paolo (Milano 2005).