Formación Litúrgica en la Escuela de Benedicto XVI (II)

1.  Una cuestión introductoria: ¿qué es la Liturgia?


Comenzamos afrontando una cuestión previa, la emergencia educativa en el campo litúrgico, advirtiendo que la misma celebración litúrgica es en sí misma formativa o deformativa. La ciencia litúrgica ha pasado por las fases jurídica, histórica, teológica y simbólico-pastoral, que actualmente es preciso englobar y ponderar, en orden a obtener el modelo epistemológico adecuado de la ciencia litúrgica. Entrar en este mundo complejo o pluridisciplinar, donde la historia y el derecho proporcionan los datos, la teología los analiza y la pastoral los aplica, es un presupuesto para una adecuada formación litúrgica[1]. Además, la historia del movimiento litúrgico anterior al Concilio Vaticano II estuvo guiado por el principio de la espiritualidad litúrgica, mientras que después del Concilio este principio en la teoría y en la práctica se ha olvidado. En este contexto es triste constatar que se ha cumplido la frase del pedagogo Romano Guardini, cuando escribía: “éste es hoy el compromiso: la formación litúrgica; si no se realiza,  la reforma de los ritos y de los textos no significará mucho”[2]. Por eso, si queremos superar la actual degradación litúrgica hay que reconocer la emergencia de la formación litúrgica, advirtiendo que las asambleas cultuales  informan siempre, pero no siempre forman.

La liturgia es “obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo que es la Iglesia”[3]. Dios actúa por medio de Cristo en la liturgia el misterio pascual de su muerte y resurrección, y nosotros, Iglesia, celebramos la liturgia sólo en Cristo, palabra hecha carne; ésta es la esencia y el sentido del culto litúrgico de adoración a Dios[4], obra de toda la creación mediante la Iglesia, que indica el estilo de la celebración y, por ello, ayuda a discernir lo bueno y lo malo en la Liturgia. J. Ratzinger explica el significado revelado del pueblo elegido que sale de Egipto para sacrificar a Dios en el desierto, mostrando que el culto implica acoger la alianza y vivir en conformidad con ella; el culto santo no se puede separar de la vida santa[5]. La Liturgia se transmite por herencia; es fruto de un don que cambia graciosa y laboriosamente la vida y supera el peligro de considerar la propia conciencia, no siempre recta, como regla de la verdad y del bien. La buena celebración atrae al hombre entero mediante el rito que lo eleva a Cristo. El culto divino aparta al hombre del mal y lo eleva con el afecto a Dios, despertando en él la verdadera devoción[6]. Veamos ahora cómo han de ser los ritos para que despiertan la devoción, es decir, entremos en las entrañas materiales y formales de la Liturgia mediante la  formación litúrgica, que nos dice qué es y que es algo bueno.

El primer paso previo en una formación litúrgica es recuperar el símbolo en la celebración litúrgica, advirtiendo que el símbolo litúrgico no sustituye al concepto teológico, sino que lo enriquece y vivifica a modo de metáfora, por ejemplo, poder decir que Jesús es el Cordero degollado y al mismo tiempo León de Judá, ilumina la Cristología, pero no la sustituye. Pero el tratamiento es distinto, es decir, el concepto se analiza; el símbolo o se realiza bien y tiene poder o se realiza mal y nace ya muerto. Y sobre todo, el símbolo, significante, tiene dos niveles de significado y de percepción: el primer significado es evidente y se capta por la razón; el segundo trasciende a la razón y se percibe sólo por la fe, por ejemplo, el pan consagrado sobre el altar. El futuro de la Liturgia está en manos de quienes sepan ofrecer a los demás las verdaderas razones del celebrar. 

Ahora bien, el símbolo litúrgico es, primero, un símbolo vivo, pues algunos símbolos tienen una vida temporal y mueren. En consecuencia, es necesario analizar los símbolos utilizados en el culto litúrgico para advertir los signos permanentes y los símbolos ya caducados, sin olvidar que el símbolo puede estar muerto, no sólo porque en sí ha perdido la capacidad de significar una realidad sagrada, sino también porque quien lo realiza no pone en ello vida y sobre todo fe. La auténtica educación litúrgica no consiste sólo en entender y practicar adecuadamente los gestos externos, sino sobre todo en entender su significado creyente y recibir la gracia que transmiten. No todo se puede traducir, explicar y entender en la liturgia; en ella sobre todo se cree.

Segundo, el símbolo litúrgico es un símbolo sagrado, por eso se habla de sagrada Liturgia, como antes de hablaba de culto divino; pero en un mundo desacralizado se corre el riesgo de perder el sentido de lo sagrado o del misterio. “En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia”[7]. Cuando la Iglesia distingue lo sagrado de lo profano e intenta recuperar el sentido sagrado de la Liturgia, no atenta contra la creatividad legítima, sino preserva la necesaria identidad, que es la santidad del culto, es decir, el culto recibido de Dios y no fabricado por el hombre, que debe aparecer así no sólo en sí, sino también en quienes lo celebran y en los ritos con los que se celebra.

Tercero, el primado en el símbolo litúrgico está en la palabra, que proclama lo dicho y hecho por Dios; pero se trata de una palabra de Dios, que nunca es totalmente visible y comprensible; es decir, el verdadero culto no se puede acomodar a nuestro modo de ser, sino que nos impulsa a elevarnos hasta el modo de ser de Dios; con otras palabras, el culto glorifica a Dios y no permite reducirlo a una satisfacción personal o comunitaria de quienes danzan en torno a un altar. Pero la simple palabra no basta; es preciso que el hombre nuevo dé plenitud a la palabra, por ejemplo, mediante el canto nuevo y las demás manifestaciones artísticas, que son siempre en la Liturgia de algún modo esplendor de la verdad expresada por la palabra, metáfora de las realidades sobrenaturales, asumiendo la correspondencia entre verdad y belleza, entre religión y arte[8].

Cuarto, el rito por principio es algo fijado, no sujeto a la manipulación subjetiva. “Nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia”[9]. “La obediencia a las normas litúrgicas debería ser redescubierta y valorada como reflejo y testimonio de la Iglesia una y universal”[10]. La recuperación del ius divium nos ayuda a celebrar la Liturgia como algo verdadero, apoyando la armonía entre la forma y el contenido; sin embargo, hoy se ha perdido el equilibrio entre forma y fondo, entre libertad y disciplina[11].  De hecho, “el más grave impedimento para una apropiación pacífica de la renovada forma litúrgica consiste en la impresión que la liturgia esté ahora abandonada a la propia invención”[12]. 


[1] Cf. M. SODI, “Metodo teologico e lex orandi. La teologia liturgica fra tradizione e innovazione”: Il metodo teologico. Tradizione, innovazione, communione in Cristo. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano 2008, pp. 202-227. P. PRÉTOT, “Comprendre la liturgie: Tâche, but et responsabilitè de la science liturgique à l´aube du 3 millénnaire”: Liturgie verstehen. Ansatz, ziele und Aufgaben der Liturgiewissenschaft. Hrg. M. Klöckener – B. Kranemann – A. A. Häussling. Academic Press. Freiburg i. Br. 2008, pp. 103-127.
[2] R. GUARDINI, “Lettera sull´atto di culto e il compito attuale della formazione liturgica”. Humanitas 20 (1965) 88; cf. La formazione liturgica. A cura di A. Grillo. Atti della Settimana Liturgica, 2005. Edizioni Liturgiche. Roma 2006.
[3] CONCILIO VATICANO II, Constitutio Sacrosanctum Concilium, nº 7: AAS 56(1964) 101.
[4] Cf. PÍO XII, Enciclica Mediator Dei , n. 20: AAS 39 (1947) 528-529; A. STRUMIA, La doctrina di Tommaso d´Aquino sulla religuone. Un´analisi sistematica a partire dalla ricognizione dei testi. Tesi Dottorale. Fac. Theol. Univ. Santa Croce. Roma 2006.
[5] Cf. J. RATZINGER, Introduzione allo spirito della liturgia. San Paolo. Cinisello Balsamo 2001, pp. 16-17. 
[6] S. TOMÁS DE AQUINO, Summa theologiae, II-II, 91, 1 c. et 2 ad 1m.
[7] CONCILIO VATICANO II, Constitutio Sacrosanctum Concilium, nº 7: AAS 56(1964) 101.
[8] Cf. E. M. RADAELLI, Ingresso alla belleza. Fede e Cultura. Verona 2007.
[9] CONCILIO VATICANO II, Constitutio Sacrosanctum Concilium,   22 &3: AAS 56 (1964) 106.
[10] JUAN PABLO II, Ecclesia de Eucharistia (17-IV-2003), n. 52: AAS 95 (2003) 468.
[11] Cf. R. J. FALONIER, “Aspectos canónicos de la Instrucción Redemptionis sacramentum”. Apollinaris 78 (2005) 737-763; L. GIRARDI, “Dal ritus servandus ai Praenotanda: i libri liturgici e la formazione de chi presiede”. Rivista Liturgica 94 (2007) 209-226; M. DEL POZZO, “Dal diritto liturgico alla dimensione giuridica delle cose sacre: una proposta di metodo, di contenuto e di comunicazione interdisciplinare”. Ius Ecclesiae 19 (2007) 589-608; “Il ruolo e la portata del fattore giuridico nell´insegnamento contemporaneo della scienza liturgica. Riserve e prospettive di revissione”. Annales Theologici 22 (2008) 79-102; C. CIBIEN, “Le langage non verbal dans le Nouveau Missale Romanum: ars celebrandi ou ritus servandus”. La Maison Dieu 256 (2008) 55-89; J. D. GANDÍA BARBER, “El derecho sacramental a los 25 años de promulgación del CIC”. Apollinaris 81 (2008) 923-971; D. G. ASTIGUETA, “La intención del ministro y la consagración sacrílega”. Periodica de Re Canonica 98 (2009) 33-80.
[12] J. RATZINGER- BENEDETTO XVI, Davanti al protagonista. Alle radici della liturgia. Cantagalli. Sena 2009, p. 93, final nota 8.

Padre Pedro Fernández, OP