Formación Litúrgica en la Escuela de Benedicto XVI (I)

Toda cuestión litúrgica presupone el conocimiento de la verdadera naturaleza de la liturgia, que exteriormente es una acción ritual e interiormente es una profesión de fe en el misterio celebrado, la historia salutis vel mysterium Christi. En este sentido, una formación litúrgica integral exige no sólo entender los ritos, sino también celebrarlos de tal modo que sean una profesión de fe y fuente de vida eterna, pues no se trata sólo de pensar a Dios, sino de hacerlo presente hoy, experimentando su amor redentor. Para la Iglesia, que vive de la Liturgia, ha sido siempre esencial mostrar el verdadero sentido litúrgico; esto es de vida o muerte cuando “la fe corre el riesgo de apagarse, como una llama que no encuentra más alimento, en muchas partes de la tierra”[1].

            Se pudiera decir que la cuestión de la formación litúrgica se concreta en dos grandes campos: uno, el análisis de la doctrina contenida en los textos y gestos litúrgicos en orden a advertir si reflejan con verdad la fe de la Iglesia y, otro, el aprendizaje de la participación litúrgica, que es no sólo exterior, sino también interior. En este contexto, pudiéramos decir que al plantearnos la cuestión de la participación nos adentramos en el corazón de la Constitución Litúrgica del Concilio Vaticano II, y al plantearnos la doctrina expresada en los textos y gestos litúrgicos nos situamos en el contexto de la valoración de la reforma litúrgica.

             El ámbito de nuestra reflexión fue ya planteado por Juan Pablo II, cuando escribía: “Los principios enunciados en la Constitución sirven también de orientación para el futuro de la liturgia, de manera que la reforma litúrgica sea cada vez más y más comprendida y realizada”[2]. De todos modos, pienso que la verdadera reforma litúrgica según la letra del Concilio Vaticano II no ha terminado; por eso, la buena y genuina formación litúrgica constituye un objetivo permanente para sacar cada vez más abundantemente de la riqueza de la liturgia aquella fuerza vital que de Cristo se difunde a los miembros de su cuerpo, que es la Iglesia.

En esta cuestión de la formación litúrgica, advertimos pronto que las cuestiones críticas planteadas sobre la reforma litúrgica se refieren tanto a la doctrina, como a la praxis de la celebración litúrgica, porque se trata no sólo de hablar con precisión, sino también de celebrar con precisión; además, no se trata sólo de obtener celebraciones legítimas, válidas y lícitas, sino también celebraciones fructuosas. En nuestra reflexión, que calificamos de un simple ensayo, pues la materia es muy amplia y supera el tiempo que hemos podido dedicarlo, nos dejamos iluminar por el brillante magisterio litúrgico del papa Benedicto XVI, en su doble aspecto, como teólogo[3] y como celebrante[4]; además, conviene tener la conciencia eclesial suficiente para advertir que la conducta litúrgica del papa es un modelo y ejemplo a seguir por el sacerdote y la asamblea.
Padre Pedro Fernández, OP


[1] BENEDICTO XVI, Carta a los Obispos, 10-III-2009: AAS 101 (2009) 273.
[2] JUAN PABLO II, Carta apostólica Vicesimus quintus annus (4-XII-1988), n. 14: AAS 81 (1989) 911.
[3] El libro Introducción al espíritu de la liturgia, de J. Ratzinger, ha sido descrito por su autor así: “Es verdaderamente el fruto de la reflexión de cincuenta años. Todo mi recorrido espiritual está en este trabajo sobre liturgia, entendida no sólo en sentido estricto, sino como la gran cuestión fundamental de la relación entre Dios y el mundo, entre el hombre y su creador, entre religión y vida pública”. J. RATZINGER- BENEDETTO XVI, Davanti al protagonista. Alle radici della liturgia. Cantagalli. Sena 2009, p. 177. En la liturgia se advierte la continuidad entre Israel y la Iglesia; ésta es mediación de la gracia; lo demás es secundario.    
[4] La conducta litúrgica del Papa no es un acto de su potestad de jurisdicción, una orden dirigida a la voluntad, que exige obediencia, sino un acto de magisterio, un consejo dirigido al entendimiento, que exige por nuestra parte siempre docilidad y disposición a aprender. Cf. S. TOMÁS DE AQUINO, Summa theologiae, II-II, 104, 2 ad 3m y 49, 3c.  Cf. N. BUX, La riforma di Benedetto XVI. La liturgia tra innovazione e tradizione. Piemme. Casale Monferrato 2008.