¿Una
oración antipática?
Se trata de una oración, para algunos,
antipática. Dicen que no se entiende su lenguaje; que debería estar en
consonancia con la Liturgia de la Palabra, que deberían ser temáticas; que
tendrían que componerse otras. En definitiva las críticas de siempre.... Para
los que piensan así habría que invitarles a repasar los cuadernillos, incluso
publicaciones alternativas al Misal, sobre todo, de finales de los sesenta y de
los años y ochenta, con oraciones alternativas surgidas del “genio” de grupos o
de clérigos metidos a profetas o a poetas... Como mínimo, además de su escasa
calidad teológica, adolecen de sentimentalismo cuando no de ideología, y sobre
todo de falta de eclesialidad porque se presentan como alternativa a “lo de
todos”.
La comprensión es importante y necesaria para
poner el corazón en sintonía con la mente. Para poder “hacer de uno” lo que
otro, el sacerdote, está rezando. Para ello nunca haremos lo suficiente por
promover la formación litúrgica, iniciando en los rudimentos de la eucología,
ya en la catequesis, y a la más temprana edad. Pero más importante, aún, es
señalar lo obvio: se trata de una oración que va dirigida a Dios. Antes que ser
comprendida es necesario saber que con ella, con las que la preceden y la
siguen, se está dando una comunicación. Una comunicación que es comunión con
Dios. Cuando se vean así las cosas, ese excesivo “intelectualismo” y
“pedagogismo”, que lo ha invadido todo después del Concilio, ocupará su justo
lugar, porque se trata de orar y se puede orar, hasta, sin entenderlo todo.
Tampoco podemos sucumbir a la idea de que es
imposible iniciar en el lenguaje litúrgico, no sólo en sus ritos, también en
sus textos. Si sabemos que hasta un niño puede aprender, desde su más tierna
infancia, una lengua extranjera, ¿cómo podemos pensar que sea imposible enseñar
estos rudimentos de la liturgia? Pero para realizar esta tarea nos topamos con
importantes déficits de formación, incluso entre nosotros los clérigos. Se
estudiaron los sacramentos, sí. Sobre todos sus efectos, pero no tanto su
liturgia, que es su vida. Sirvan estas consideraciones para ver la necesidad y la
real posibilidad de conocer los textos de nuestra liturgia y rezarlos con más
conciencia e iniciar en ellos a los hermanos.
Características
de la oración Colecta
El límite de espacio, aunque no nos permita
exponer todo el sistema de la oración colecta, al menos, sí señalaremos algunos
aspectos fundamentales. En primer lugar hay que indicar su principal función, unida
a los demás elementos que constituyen los Ritos Iniciales, tal como la recoge
la OGMR 46: hacer que los fieles reunidos
en la unidad construyan la comunión y se dispongan debidamente a escuchar la
Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía.
El número 54 de dicha ordenación vuelve sobre la oración para referirse a su modo de
realización y a su dinamismo litúrgico, en el que se parte de un silencio
orante para que todos los fieles tomen conciencia de estar en la presencia de
Dios con sus sentimientos y súplicas particulares, para dar paso, así, a la
oración “de todos”, cuya finalidad es señalada de forma muy somera: por la cual se expresa el carácter de la
celebración[1].
Las actúales oraciones colectas proceden de la
riquísima tradición romana, recogidas en sus sacramentarios, remontándose las más antiguas a la época de san
León Magno[2]. Pero no sólo, la Reforma
Litúrgica, consagrada en el Misal de Pablo VI, además de ampliar, según
necesidad, el número de los textos eucológicos, también de las colectas, en
comparación al Misal de San Pío V, ha creado otros. Algunos son composiciones
resultantes de la fusión de otros textos oracionales, de la modificación de
algunas formulas, o son composiciones totalmente nuevas.
Apunte
estilístico
Se puede decir, de forma genérica, que los textos
eucológicos de la liturgia romana se caracterizan por la sobriedad, precisión y
claridad. Y en lo que respecta a la eucología menor, también, por la concisión
y brevedad. Algo que se ha procurado al “verterlos” en las lenguas vernáculas.
Quizás no se pueda ir más allá, pues las particularidades gramaticales,
fonéticas, en una palabra estilísticas, del latín no se corresponden exactamente
con las de las lenguas vernáculas. Aun así la preocupación por una formula,
también, bella en su redacción, en su ritmo y dicción no tiene porque
olvidarse, junto con la necesaria fidelidad a la teología y a su estructura
deprecativa, propia de la eucológica cristiana[3].
Apunte
estructural
Las colectas son esencialmente oraciones de
petición. Los textos latinos de estas plegarias, aún deudoras del genio
literario romano, beben del espíritu orante de la Revelación. Por tanto, en
mayor o menor medida, serán doxológicas, anamnéticas y epicléticas: la alabanza
divina que da paso siempre a la confesión de las Mirabilia Dei y a lo que sigue la suplica confiada[4]. Dicho lo cual, nos
encontramos, básicamente, con dos tipos de oración. La suplica sencilla y la
suplica ampliada. La oración de estructura simple consta de invocación y
petición. Y la oración de estructura ampliada contiene, además, una oración
subordina que desarrolla o amplia la petición (ut…). Puede darse, a su vez, el que la invocación venga aumentada
por una oración de relativo (qui…), lo
que permite un mayor desarrollo anamnético[5].
Apunte
celebrativo
Esta plegaria viene introducida por una
invitación a la oración: Oremos. Como
todas, se hace “delante” de Dios. Por tanto la mirada, si se “distrae” del
libro, no se dirija a los fieles, como tratando de explicarles algo, sino a lo “Alto”
o hacia el altar, según esté situada la cátedra o la sede. Se hará con los
brazos abiertos, Modum Crucis; gesto
que desborda la espontanea forma de implorar a Dios, para convertirse en icono sacerdotal
de Cristo. Cántese u “órese”, siguiendo el criterio de solemnidad progresiva.
Es decir: se preferirá cantar en domingo a cantarla en las ferias. Y el
criterio de primacía eucología. De modo que si no se canta, en todo o en parte,
la Plegaria Eucarística, no se sobredimensione con el canto una oración de la eucología
menor (cfr. OGMR 127).
Apunte
teológico
La oración Colecta es la primera oración
presidencial-sacerdotal. Junto con el saludo inicial: Dominus vobiscum-El Señor esté con vosotros, evidencia desde el
primer momento la Presencia de Cristo a su Iglesia por el Espíritu Santo, sobre
todo, en cada sinaxis eucarística (cfr. SC 7). El mencionado carácter de la celebración debe
interpretarse más allá de su particularidad temporal o festiva. En primer lugar,
señala la acción orante-sacerdotal de Cristo (cfr. Hb 9,24) actuante, por el
Espíritu, en la persona del sacerdote. En segundo lugar, es un reflejo de la
Iglesia que es congregada: los fieles son integrados en la totalidad del Cuerpo
eclesial de Cristo mediante la oración. En este sentido, nunca mejor denominación
para esta plegaria que la de oratio
collecta[6].
En tercer lugar, la oración constata cómo desde el comienzo de la Misa se está
operando la Obra de la Redención expresada
en la suplica (cfr. SC 2)[7]. Estas oraciones son sobre
todo deprecativas: imploran los efectos y frutos de la Salvación, de forma, generalmente, bastante genérica[8]. Y en cuarto lugar la
singularidad anamnética de dicha celebración, especialmente en los tiempos
litúrgicos, llamados fuertes, y en las fiestas. Digo “singularidad anamnética”
porque en la acción litúrgica “operan” los Misterios del Señor, y las oraciones
se hacen eco de ello de forma más o menos explícita[9].
No sólo por razones formales, sino sobre todo por
una cuestión teológica, conviene que nos refiramos, aunque sea de forma escueta,
a la llamada conclusión doxológica de la oración. Curiosamente la mitad del n.
54 de la OGMR se ocupa de ello. Cómo para señalar, de pasada, que seguimos en
la Tradición, pero también, la esencia de su identidad teológica el misterio Divino
Tripersonal y sus operaciones, en particular la Mediación de Cristo. Por una antigua tradición de la Iglesia, la
oración colecta ordinariamente se dirige a Dios Padre, por Cristo en el
Espíritu Santo (OGMR 54)[10].
Narciso-Jesús Lorenzo, pbro.
[1] En seguida, el sacerdote invita al pueblo a orar, y todos, juntamente
con el sacerdote, guardan un momento de silencio para hacerse conscientes de
que están en la presencia de Dios y puedan formular en su espíritu sus deseos. Entonces
el sacerdote dice la oración que suele llamarse “colecta” y por la cual se
expresa el carácter de la celebración (OGMR 54).
[2] Por ilustrarlo con un ejemplo
presentamos la Colecta de la Misa del Domingo III de Adviento, procedente del Sacramentario Leoniano (Ve 1356), que
reza así su actual traducción: Estas
viendo, Señor, como tu pueblo espera con fe la fiesta del Nacimiento de tu
Hijo; concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder
celebrarla con alegría desbordante. PNSJ.
[3] Nos estamos refiriendo al arduo
trabajo de las traducciones de los textos litúrgicos de la que son competentes
en “primera instancia” las Conferencias Episcopales y en última la Congregación
para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos. Traducciones que se
confían a peritos y comisiones hasta llegar a la Plenaria de la Conferencia
Episcopal y pasar después a la Congregación romana del Culto Divino para su
estudio, aprobación-recognitio. Todo
ello para garantizar su eclesialidad (cfr. CIC 838). En la Instrucción Liturgiam Authenticam 80 se lee: La recognitio
della Sede Apostolica ha per fine di vegliare affinché le traduzioni stesse,
così come i diversi adattamenti legittimamente introdotti, non nuocciano
all’unità del popolo di Dio, ma piuttosto la rafforzino in misura sempre
maggiore.
[4] Cfr. M. Augé, Eucología en Nuevo Diccionario de Liturgia. Madrid, 1987, pp. 759-771.
[5] Exponemos a continuación algunos
ejemplos. Estructura simple: Invocación y Petición: Señor, concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se
extienda también a todos los hombres (Dom. IV, T.O.) Estructura Ampliada:
Invocación, Petición y Petición subordinada: Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a llevar una vida según tu
voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre
de tu Hijo predilecto. Él que vive y reina contigo (Dom. III, T.O.).
Oración con relativo: Invocación y Desarrollo, Petición: Padre de bondad, que por la gracia de la adopción nos has hecho hijos
de la luz, concédenos vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer
siempre en el esplendor de la verdad. PNSJ (Dom. XII, T.O.).
[6] Interesa conocer el significado
exacto de la palabra. Un doble significado: asamblea y contribución. Podríamos
decir “pasivo”: los que son congregados e integrados en la santa asamblea del
Cuerpo de Cristo, y “activo”: para contribuir integrándose “todos y cada uno”
en la Oblación de Cristo.
[7] La Liturgia, por cuyo medio "se ejerce la obra de nuestra
Redención", sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía. Esta afirmación
de SC 2 debe estar presente en la conciencia de toda celebración litúrgica.
[8] Ilustrémoslo con la colecta de
la semana en que estamos escribiendo este artículo, Colecta de la Semana IX del
T. O.: Señor, nos acogemos confiadamente
a tu providencia, que nunca se equivoca; y te suplicamos que apartes de
nosotros todo mal y nos concedas aquellos beneficios, que pueden ayudarnos para
la vida presente y futura. PNSJ.
[9] Ejemplo de la actualidad de la
Obra de la Redención, vinculada y originada en los Misterios de Cristo, lo
podemos apreciar en la Colecta de la Misa del Domingo de Pascua de Resurrección:
Señor Dios, que en este día has abierto
las puertas de la vida por medio de tu Hijo vencedor de la muerte, concédenos,
al celebrar la solemnidad de su Resurrección, que, renovados por el Espíritu,
vivamos en la esperanza de nuestra resurrección futura. PNSJ.