El Cáliz en la "Institutio Generalis Missalis Romani" (2000)

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que «Liturgia, opus Christi, est etiam Eius Ecclesiae actio» (n.º 1071). En este diálogo sobrenatural que se produce en la celebración sagrada de los misterios de Dios, a veces, sucede que podemos caer en la rutina celebrativa, olvidando aquello que el beato Juan Pablo II recordaba en Vicesimus quintus annus (n.º 10) que el centro de la celebración litúrgica, lo más importante, es Cristo, al cual no se le ve. Siguiendo dicha aportación del Magisterio litúrgico reciente y en vistas a ofrecer un pequeño Post divulgativo, me propongo releer la IGMR desde un tema transversal que lo hace más ameno, interesante y nos ayuda a meditar sobre cómo debe ser nuestro modo de participar en la Eucaristía: conscie, pie et actuase (cf. SC 48), tanto en los Sacramentos como en los Sacramentales (cf. SC 59-62). De aquí que desde la consideración del cáliz revisemos nuestra fe y piedad eucarísticas en Dios y en Jesucristo, su Hijo.
 
Para ellos, seguiremos la versión española de dicho texto dicasterial. Además, utilizaremos las siguientes siglas:
 
AAS:  Acta Apostolicae Sedis
DC: Carta Apostólica Dominicae Cenae, del beato Juan Pablo II (1980).
EdM: Instrucción interdicasterial Ecclesiae de Mysterio (15-VIII-1997).
IC:  Instrucción Immensae Caritatis (29-I-1973).
IGMR : Instrucción General del Misal Romano (3ª ed. 2000).
SC :   Concilio Vaticano II, Constitución de sagrada Liturgia (4-XII-1963).
 
El cáliz en la Eucaristía
 
En la IGMR de 2000, la palabra cáliz aparece en 93 ocasiones; 16 veces la expresión «vasos sagrados», y en cuatro ocasiones «cálices». Este documento de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos nos ofrece tres miradas con respecto al cáliz. En orden de importancia son: su uso y significado durante la Acción Sagrada; después, el cáliz como objeto litúrgico; a continuación la piedad para con el cáliz: cristológica y ornamental.
 
El Cáliz en la Acción Sagrada de la Eucaristía
 
IGMR 73 describe la estructura general de la Misa, sus elementos y sus partes. En este caso nos hallamos con la descripción de la Liturgia Eucharistica, citando a SC 47 y EM 3ab, y evocando la escena de Cristo en la Última Cena.
 
Los dones y los vasos sagrados
 
Aparece en el momento en que se inicia la procesión de ofrendas, comienzo de la Liturgia eucarística (cf. 139). Con todo, en la descripción general de la estructura de la Misa (cf. 46-90), prefiere el uso de «dones». De este modo evita una cosificación indebida de los vasos sagrados. Sobre todo se enseña que son santificadas las especies eucarísticas consagradas, siendo éstas más importantes que los utensilios que se usen. Con todo, conviene recordar que todo es necesario para el buen desarrollo celebrativo de los misterios de Cristo santos.
 
Los ministerios en la Eucaristía con respecto al cáliz
 
Los ministros que los gestionan en orden a la consagración y la comunión de los fieles son: el acólito (cf. IGMR 98,178; CIC 910,2; EdM 8) para la presentación de ofrendas; el diácono como ministro ordinario de la comunión (cf. 171e; 215; DC 11), y obviamente el presbítero o el Obispo que presiden la acción sagrada. 
 
Gestión del Cáliz durante la «Prex eucharistica»
 
De este modo, aparece el cáliz en la descripción material del rito de la presentación de ofrendas en la Missa cum populo (cf. 142-143) por cuatro ocasiones (cf. también 178-183). Es un objeto que puede ser incensado cuando está ya presentado para la Acción sagrada (cf. 276e) y cuando ya se ha procedido al relato de la institución y las especies eucarísticas han sido consagradas (cf. 150,2). Finalmente se elevan para la gran doxología cristológico-eucarística con el Per ipsum (cf. 151). Vuelve a aparecer explícitamente cuando el sacerdote que preside la celebración eucarística realiza la conmixtión, lo cual significa «la unidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor en la obra de la redención, a saber, del Cuerpo de Cristo Jesús viviente y glorioso (cf. 83,2).
 
El Cáliz y el «ritus communionis»
 
Uno de los momentos importantes de la Eucaristía es la comunión participando también del Cáliz «para que aún por los signos aparezca mejor que la Comunión es una participación en el sacrificio que entonces mismo se está celebrando» (EM 31-32; IC 2; IGMR 85; 190-191). Este momento se prepara con la ostensión del Cuerpo de Cristo y del cáliz que contiene la Sangre del Señor, vuelto el sacerdote hacia el pueblo (cf. 157) y procede, después de la apología conjunta Dómine, non sum dignus a comulgar tomando el Cuerpo de Cristo y bebiendo la Sangre de Cristo del cáliz (cf. 158).
 
Finalmente en modo práctico vuelve a aparecer, para ser purificado junto con la patena con una oración secreta ad hoc: Quod ore súmpsimus (cf. 163,2; 279).
 
El Cáliz y el rito de la concelebración sacerdotal en la Eucaristía
 
Otra cuestión de orden práctico es en la Misa concelebrada (cf. 199-251). La concelebración de varios sacerdotes (obispos y/o presbíteros). En referencia al cáliz, aquí se puede habilitar un número mayor de cálices para la comunión al menos de los ministros sagrados (cf. 207). También se prevé un número mayor de los mismos cuando han de comulgar de él los fieles de la asamblea (cf. 285a).
 
En este contexto de concelebración, aparece el diácono (cf. 215) que puede ofrecer a los ministros concelebrantes el cáliz, siendo debidamente purificado después de cada comulgante (cf. 246a). También se puede comulgar por intención (cf. 249). 
 
El Cáliz como objeto litúrgico
 
Es un vaso sagrado
 
El Misal Romano, en la IGMR, nos presenta el cáliz como un elemento litúrgico, un vaso adaptado para el sacramento eucarístico, que se cuenta con la patena con un grado especial de dignidad y atención, al venir denominados «vasos sagrados». Merece la pena recoger la mención hecha sobre el cáliz como vaso sagrado: «Entre lo que se requiere para la celebración de la Misa, merecen especial honor los vasos sagrados y, entre éstos, el cáliz y la patena, en los que el vino y el pan se ofrecen, se consagran y se consumen» (327).
 
Dignidad material y espiritual: noble y bendecido
 
ha de ser de metal noble, al menos dorado por el interior de la copa (cf. 328). Además tiene un ritual propio para ser bendecido junto a la patena en el Benedictionale (edición típica 1984, Ritual de Bendición de objetos que se usan en las celebraciones litúrgicas, núms.1068-1084).
 
Lugar celebrativo: el altar
 
Junto con el misal, y también los paños propios de la celebración (purificador y corporal) y los copones, es un elemento que tiene que ver con el altar, centro de toda la Liturgia eucarística (cf. IGMR 73; 118).
 
En relación con la comunión eucarística
 
Vuelve a aparecer como objeto litúrgico cuando se muestra a los fieles momentos previos a la comunión del Sacerdote que preside y la asamblea que participa del Sacrificio eucarístico, el Cuerpo de Cristo sobre la patena o sobre el cáliz para invitar «al banquete de Cristo» (84,2).
 
La piedad cristológica y ornamental sobre el cáliz
 
Para concluir, presentamos el elemento de piedad que es breve y sucinto, sin desarrollar. Podemos decir que, ciertamente, el Misal Romano piensa en Jesucristo y hace referencia a él cuando habla y trata sobre el cáliz, pues en el Cáliz Cristo se da, dando su preciosísima Sangre (cf. IGMR 72,3). También evoca el elemento material que utilizó históricamente para instituir el Sacramento de su sacrificio pascual: una copa de la Pascua judía a la cual Él dio un contenido nuevo: su propia presencia sacramental.
 
De modo lacónico, aparece un elemento ornamental piadoso, digno de alabanza: IGMR 118 loa el uso del cubrecáliz, descrito como un velo que puede ser del color del día o bien blanco.
Marcos Aceituno Donoso