La Ascensión del Señor se celebra cuarenta días después de su Resurrección, es decir, el jueves de la sexta semana de Pascua. El Icono es también el de su segunda Venida. La imagen está dividida en dos partes bien distintas. En la superior se ve a Cristo sentado en un trono, ascendente e inmóvil en su gloria, sostenido por dos ángeles. En la inferior el icono coloca a la Madre de Dios entre dos discípulos, Pedro a la derecha y Pablo a la izquierda, y a dos ángeles con vestiduras blancas.
Cristo preside la Iglesia, formada por los apóstoles, y su oración en su Ascensión hasta su Retorno. En el Icono esto es muy evidente, y la actitud de María es siempre la misma: la oración. Ella no mira hacia lo alto, sino hacia el frente: para recordar a la Iglesia la necesidad de la vigilia, de la espera, de la oración. Pero el Icono es también imagen de la Iglesia nacida de la cruz de Cristo, sugerida por la cruz que forma el haz vertical que va de Cristo a María y el haz horizontal que separa a los ángeles de los apóstoles: representación de la Iglesia que vive en oración y del testimonio de los apóstoles mientras está a la espera del Retorno de su Señor.
Los textos del Oficio subrayan cómo el Señor, ascendiendo al cielo, exalta la humanidad: "Tú que, sin separarte del seno paterno, oh dulcísimo Jesús, has vivido en la tierra como un hombre, hoy del Monte de los Olivos has ascendido a la gloria: y levantando, con compasión, nuestra naturaleza caída, la has hecho sentar contigo junto al Padre. Por esto las huestes celestiales de los incorpóreos, impresionadas por tal prodigio, estáticas y, llenas de temor, proclamaban tu amor por los hombres".
Los textos del Oficio subrayan cómo el Señor, ascendiendo al cielo, exalta la humanidad: "Tú que, sin separarte del seno paterno, oh dulcísimo Jesús, has vivido en la tierra como un hombre, hoy del Monte de los Olivos has ascendido a la gloria: y levantando, con compasión, nuestra naturaleza caída, la has hecho sentar contigo junto al Padre. Por esto las huestes celestiales de los incorpóreos, impresionadas por tal prodigio, estáticas y, llenas de temor, proclamaban tu amor por los hombres".
La Ascensión del Señor en los textos litúrgicos de la Fiesta es siempre signo de su promesa y de la misión del Espíritu Santo: "El Señor ha ascendido a los cielos para enviar al Paráclito al mundo. Los cielos le han preparado su trono, las nubes el carro sobre el cual ascender; se maravillan los ángeles viendo a un hombre por encima de todos ellos. El Padre recibe a aquél que, desde la eternidad, en su seno mora. Señor, cuando los apóstoles te vieron elevarte sobre las nubes, entre lágrimas, llenos de tristeza, oh Cristo dador de vida, entre los lamentos decían: Oh Soberano, no dejes huérfanos a tus siervos que tú, piadoso, has amado en tu tierna compasión: mándanos, como has prometido, el Espíritu Santísimo para iluminar nuestras almas".
Toda la economía de nuestra salvación, el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios, es resumido en un tropario de vísperas, que lo presenta con la imagen de la pobreza asumida por el Señor al hacerse hombre: "Señor, cumplido el misterio de tu economía, has tomado contigo a tus discípulos y has ascendido al Monte de los Olivos: y he aquí que te has ido más allá del firmamento del cielo. Oh tú que por mí te has hecho pobre, y has ascendido allá arriba, de donde nunca te habías alejado, manda tu Espíritu Santísimo para iluminar nuestras almas".
Toda la economía de nuestra salvación, el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios, es resumido en un tropario de vísperas, que lo presenta con la imagen de la pobreza asumida por el Señor al hacerse hombre: "Señor, cumplido el misterio de tu economía, has tomado contigo a tus discípulos y has ascendido al Monte de los Olivos: y he aquí que te has ido más allá del firmamento del cielo. Oh tú que por mí te has hecho pobre, y has ascendido allá arriba, de donde nunca te habías alejado, manda tu Espíritu Santísimo para iluminar nuestras almas".
Otro tropario de vísperas se sirve del salmo 23, como en la noche de Pascua: "Mientras tú ascendías, oh Cristo, del Monte de los Olivos, las huestes angélicas que te veían, se gritaban unas a otras: ¿Quién es éste? Y respondían: Es el fuerte, el poderoso, el poderoso en la batalla; Aquél que es verdaderamente el Rey de la gloria. Pero, ¿por qué son púrpura sus vestidos? Viene de Bosor, es decir, de la carne. Y tú, tras haberte sentado en cuanto Dios a la diestra de la Majestad, nos has enviado al Espíritu Santo para guiar y salvar nuestras almas".
Ascensión del Señor y su Segunda Venida. Diversos textos del Matutino subrayan este doble aspecto: "Muerta la muerte con tu muerte, oh Señor, has tomado contigo a los que amabas, has ascendido al santo Monte de los Olivos, y desde allí has ascendido hasta tu Padre, oh Cristo, llevado por una nube. A los apóstoles que continuaban mirando les dijeron los ángeles: Hombres de Galilea, ¿por qué permanecéis estupefactos ante la ascensión del Cristo, dador de vida? Del mismo modo Él mismo vendrá de nuevo a la tierra para juzgar todo el mundo, cual justísimo juez".
Ascensión del Señor y su Segunda Venida. Diversos textos del Matutino subrayan este doble aspecto: "Muerta la muerte con tu muerte, oh Señor, has tomado contigo a los que amabas, has ascendido al santo Monte de los Olivos, y desde allí has ascendido hasta tu Padre, oh Cristo, llevado por una nube. A los apóstoles que continuaban mirando les dijeron los ángeles: Hombres de Galilea, ¿por qué permanecéis estupefactos ante la ascensión del Cristo, dador de vida? Del mismo modo Él mismo vendrá de nuevo a la tierra para juzgar todo el mundo, cual justísimo juez".
(Publicado por Manuel Nin en l'Osservatore Romano el 17 de Mayo de 2012; traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)