Súpplices te rogámus, omnípotens Deus:
iube hæc perférri per manus sancti Angeli tui
in sublíme altáre tuum,
in conspéctu divínæ maiestátis tuæ;
ut, quotquot ex hac altáris participatióne
sacrosánctum Fílii tui Corpus et Sánguinem sumpsérimus,
omni benedictióne cælésti et grátia repleámur.
(Te pedimos humildemente,
Dios todopoderoso,
que esta ofrenda sea llevada a tu presencia,
hasta el altar del cielo,
por manos de tu ángel,
para que cuantos recibimos
el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
al participar aquí de este altar,
seamos colmados
de gracia y bendición)
Tomado del libro: F. M. Arocena, El altar cristiano, Barcelona, 2006, 125-131:
La oración Supplices del Canon Romano es portadora de una nueva aproximación a la cristología cultual, que podríamos denominar "teología de los dos altares" [...] En esta oración, la rúbrica "prosigue inclinado con las manos juntas" sugiere que el tono de petición humilde postula el gesto de inclinación profunda. Con el correr del tiempo, los gestos que acompañaban a esta oración se fueron haciendo cada vez más complejos. Este inclinarse estando de pie es un vestigio de lo que leemos en el Ordo Romanus I, que data del siglo VI, cuando observa que durante toda la anáfora todos los ministros ordenados presentes en el presbiterio permanecían inclinados hasta la conclusión del Canon. El gesto de la inclinación estando de pie no era una veneración por la Eucaristía, como lo entendemos hoy, sino más bien un compenetrarse de mística reverencia por el descenso del Espíritu Santo y de los ángeles; un humilde recogerse ante el misterio que se cumplía sobre el altar.
La interpretación de la plegaria Supplices no es fácil, así como larga ha sido la discusión entre los peritos acerca del significado del sancti angeli, interpretado por unos como san Miguel, por otros como el Espíritu Santo y por otros más modernos, siguiendo a ciertos medievales, como Cristo, pero B. Botte ha probado que tal opinión carece de apoyatura en textos litúrgicos. El hecho de que el De sacramentis de Ambrosio contenga un plural (per manus angelorum tuorum) podría indicar que, en su origen, se trataba de los ángeles, tradicionalmente asociados al culto divino.
[...]
En la Supplices, el altar de la tierra está teológicamente absorbido por el altar del cielo. En el conjunto de las tres plegarias del Canon que siguen a la consagración se comienza exponiendo que Cristo asume todos los sacrificios ofrecidos a lo largo del tiempo de las promesas (Abel, Abrahán, Melquisedec...) y se concluye con la visión del ángel que lleva la ofrenda eucarística hasta el altar del cielo: un arco, pues, que va del Génesis hasta el Apocalipsis.
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Por medio de sus fórmulas e imágenes, el Canon Romano muestra la existencia de un doble fluyo entre ambos altares y esta dúplice dinámica abarca la ofrenda del sacrificio del Señor que asciende a lo alto y la bendición del Padre que desciende de lo alto. La liturgia aparece descrita como el punto privilegiado del encuentro de Dios y el hombre: bajo el velo de los signos, Dios desciende hacia el hombre (catabasis) y el hombre es elevado hacia Dios (anabasis)
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En el altar, los dones son santificados por Dios, en el altar tenemos la mesa común de Dios con la Iglesia. En el altar encuentra el cosmos su cumplimiento escatológico cuando la asamblea recibe de las manos del Creador las ofrendas santificadas (sacrosanctum Filii tui corpus et sanguinem) que son, a la mirada de Dios, el alimento de la vida infinita (omni benedictione caelesti et gratia) El altar es, en definitiva, fuente de bendición y de vida para la Iglesia.