En los últimos años se está creando en las parroquias un neologismo: primera confesión. Detrás de él hay una serie de visiones acerca de la "confesión" y de la eucaristía que es necesario rechazar. En primer lugar, la penitencia se concibe como algo "necesario" para poder comulgar. Casi como si se tratase de un trámite. Quizás la razón de ello se deba a una excesiva "centralización" de la eucaristía en la praxis cristiana del s. XX hasta hoy. Antes de que se volviera a poner de moda -por decirlo de alguna manera- la comunión frecuente con san Pío X, la gente se confesaba con cierta frecuencia. Parece como si volviéramos a la penitencia de la Iglesia antigua, que no se podía repetir.
Pero el sacramento de la penitencia no es un simple paso previo para la comunión. De hecho, si no se pueden confesar los pecados, incluso mortales, se puede comulgar con la intención de confesarse cuanto antes. En este sentido se expresa el canon 916. El sacramento de la penitencia es, en cambio, un sacramento que acompaña toda la vida cristiana del bautizado. El orden ideal de bautismo-confirmación-eucaristía se encuentra separado en el tiempo, y entre sacramento de iniciación y sacramento de iniciación pueden pasar años y se puede faltar a los mandamientos. El catecismo lo resume así:
...la vida nueva recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la tradición llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados a fin de que sirva de prueba en ellos en el combate de la vida cristiana ayudados por la gracia de Dios (n. 1426).
Y si nos vamos a las normas de la Iglesia, la cosa queda más clara:
Todo fiel que haya llegado al uso de razón, está obligado a confesar fielmente sus pecados graves al menos una vez al año (canon 989)
El uso de razón, según las mismas normas eclesiales, se sitúa en torno a los siete años (cf. can. 97). Esto quiere decir que el niño que se acerca a recibir la comunión -normalmente a los 9 años en Occidente-, ha tenido que celebrar el sacramento de la penitencia más de una vez. La preparación para la "primera" confesión, desde la normativa eclesial y la doctrina, debe ser en torno a los 7 años, no justo antes de la primera comunión. Así que podemos decir que esta "práctica" -por llamarla benévolamente- de preparar para supuesta primera confesión días antes de la primera comunión va en contra de la enseñanza de la Iglesia y la misma economía de la salvación. Peor aún sería negarle el sacramento de la penitencia a un niño con la "excusa" de que todavía falta para su primera comunión.
El efecto secundario de esta práctica está en mal-educar -porque los que lo enseñan son unos maleducados- a los futuros cristianos desvirtuando el sentido de la confesión sacramental. ¿Por qué los cristianos de hoy no se confiesan? Pues una de las razones es que hemos convertido a los sacramentos en algo que se queda en la Iglesia. No hay incidencia en la vida no por culpa de una mala celebración, falta de participación o desconocimiento del sentido del sacramento. No. La razón es que nosotros mismos "remitimos" a los sacramentos entre sí, de forma que no hay continuidad entre liturgia y vida. Para estos "maleducados" y mal-educadores el bautismo es lo que hace falta para poder recibir lo demás, la confirmación para poder ser padrino de bautismo o casarse por la Iglesia -en las sensatas diócesis que así lo exigen-, la penitencia para poder recibir la comunión... ¿y la comunión? ¿cuál sería su "utilidad"? Pues la foto, así de triste. ¿La del matrimonio? La foto. Y la unción nada, porque como ya no es "extrema"...
Además de todas estas graves cuestiones, hay un problema catequético: tenemos preparación para la comunión, para la confirmación, para el tiempo entre la comunión y la preparación para la confirmación, grupos de posconfirmación... ¿pero y la preparación para la confesión? Con un poco de suerte, la catequesis previa a su celebración. Con mala suerte, una serie de "instrucciones" sobre lo que hay que decir al sacerdote. ¿Y el sentido de la contrición? ¿Y el propósito de enmienda? ¿Y el examen de conciencia? Con esta última cuestión acerca de la catequesis nos vamos dando cuenta de que el hecho de que no se confiesen los cristianos no se limita a una cuestión de conciencia de pecado, sino de que en la misma Iglesia ponemos todos los obstáculos "institucionales" para que no exista la celebración de este sacramento. La acusación "fácil" es que los sacerdotes no se suelen sentar a confesar. Pero, con estos precedentes y condicionantes, ¿realmente habría alguien que se confesara?
En los últimos años se ha dicho que la catequesis se ha centrado mucho en preparar para sacramentos y no para la "vida". Si se preparara también para la confesión, preferiblemente más de una vez al año, quizás esta afirmación no se hubiese ni planteado. Se habla mucho en teología -yo el primero- de vivir según el bautismo. Pero un sacramento del que no fuimos conscientes de recibir, es más bien casi un "ideal" que una constatación vivencial. El sacramento de la penitencia nos ofrece verdaderamente la forma de concebir nuestra vida como un culto espiritual. Además, una preparación catequética para este sacramento volvería a sacar de esa caja de seguridad de las cosas que no nos interesan, cosas como el "pecado", la aspiración a la santidad, etc. Creo que es urgente dejar de hablar de "primera confesión", y si queremos seguir hablando en esos términos, hacerlo para los niños en torno a los siete años... y durante todas las demás catequesis.
La "pastoral" ciertamente tiene que ver con los sacramentos, no con "fórmulas" y "recetas". Si nos empeñamos en presentar un cristianismo parcial, donde lo que valen son unos sacramentos y no otros, unas realidades teológicas "agradables" y no otras más "reales" y más verificables en la vida humana como el pecado, entonces nunca tendremos cristianos de verdad. Y si ponemos los sacramentos al nivel de los trámites burocráticos -para poder acceder a otros sacramentos- o por su realización estética (la foto), cada vez más emparentada con el teatro, entonces obtendremos hombres y mujeres con un cierto -aunque efímero- sentido religioso, pero nunca a verdaderos cristianos.