Ese niño que rejuvenece a Adán y Eva
El año litúrgico siro-occidental celebra el "nacimiento de nuestro Señor en la carne" del 25 de diciembre al 5 de enero, con dos fiestas: el 26 la de la Felicitación a la Madre de Dios y el 1 de enero la fiesta de la Circuncisión del Señor. Los diversos textos de la fiesta subrayan, con imágenes vivas y contrastantes, este misterio del Verbo eterno de Dios, "el primero y el último, Dios y hombre, velado y manifiesto; tú que mandas la lluvia y el rocío a la tierra, ahora la hija del hombre te nutre con gotas de leche; tú que te sientas sobre un trono de gloria y haces que todas las cosas se muevan, ahora en Belén gateas como un niño".
Efrén el Sirio, en su colección de himnos sobre la natividad de Cristo, enumera, como una procesión ante la gruta de Belén, a todos aquellos que con sus dones anuncian los misterios de la redención obrada por Cristo mismo.
Los primeros son los pastores que "vinieron a traer bienes del rebaño: leche dulce, carne pura, bellas alabanzas. Hicieron el reparto y dieron: a José la carne, a María la leche y al Hijo la alabanza. Trajeron y ofrecieron un cordero lechal al Cordero pascual, un primer nacido al Primogénito, un sacrificio al Sacrificio, un cordero transitorio al verdadero Cordero".
En esta procesión hacia la gruta, Efrén coloca también a jóvenes y vírgenes, ancianos y viudas. Y a la presencia de todos estos, especialmente de viudas y ancianos, une Efrén a Adán y Eva, envejecidos esperando el cumplimiento de las promesas y renovados por el nacimiento de Cristo: "Los ancianos proclamaban: ¡Bendito el niño que ha rejuvenecido a Adán! Él estaba triste al verse envejecido y consumido. ¡Bendito el niño gracias al cual se vuelven jóvenes Adán y Eva!".
A la gruta se acercan también agricultores, viñadores y carpinteros que profetizan el misterio del recién nacido: "Vinieron los agricultores y se postraron frente al agricultor de la vida y profetizaron: ¡Bendito el Agricultor por el cual será labrada la tierra del corazón! Fueron los viñadores y rindieron gloria al renuevo brotado de la raíz de Jesé, virgen racimo de la sedienta viña. Fueron los carpinteros, en honor a José, a ver al niño de José: Bendito tu hijo, cabeza de los carpinteros, gracias al cual fue diseñada también el arca. Fabrica un yugo ligero y dulce para aquellos que lo portan".
Y alrededor de la gruta se arremolinan también los niños, compañeros de juego de Cristo niño, y, sobretodo, testigos de su realeza mesiánica en su entrada en Jerusalén: "Gritaron los niños: Bendito el día en el cual, con ramos, daremos gloria al árbol de la vida que se ha inclinado de su altura hasta nuestra infancia".
En la iconografía de la fiesta, común a todas las diversas tradiciones orientales y occidentales, el niño recién nacido es fajado y colocado en un sepulcro, María contempla al neonato, José, en actitud pensante, mira la escena en la duda, dos mujeres lavan al niño en un palangana que representa una pila bautismal y, arriba, los ángeles anuncian el nacimiento de Cristo a los pastores y a los magos.
(Publicado por Manuel Nin en l'Osservatore Romano el 24 diciembre 2010; traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)
El año litúrgico siro-occidental celebra el "nacimiento de nuestro Señor en la carne" del 25 de diciembre al 5 de enero, con dos fiestas: el 26 la de la Felicitación a la Madre de Dios y el 1 de enero la fiesta de la Circuncisión del Señor. Los diversos textos de la fiesta subrayan, con imágenes vivas y contrastantes, este misterio del Verbo eterno de Dios, "el primero y el último, Dios y hombre, velado y manifiesto; tú que mandas la lluvia y el rocío a la tierra, ahora la hija del hombre te nutre con gotas de leche; tú que te sientas sobre un trono de gloria y haces que todas las cosas se muevan, ahora en Belén gateas como un niño".
Efrén el Sirio, en su colección de himnos sobre la natividad de Cristo, enumera, como una procesión ante la gruta de Belén, a todos aquellos que con sus dones anuncian los misterios de la redención obrada por Cristo mismo.
Los primeros son los pastores que "vinieron a traer bienes del rebaño: leche dulce, carne pura, bellas alabanzas. Hicieron el reparto y dieron: a José la carne, a María la leche y al Hijo la alabanza. Trajeron y ofrecieron un cordero lechal al Cordero pascual, un primer nacido al Primogénito, un sacrificio al Sacrificio, un cordero transitorio al verdadero Cordero".
En esta procesión hacia la gruta, Efrén coloca también a jóvenes y vírgenes, ancianos y viudas. Y a la presencia de todos estos, especialmente de viudas y ancianos, une Efrén a Adán y Eva, envejecidos esperando el cumplimiento de las promesas y renovados por el nacimiento de Cristo: "Los ancianos proclamaban: ¡Bendito el niño que ha rejuvenecido a Adán! Él estaba triste al verse envejecido y consumido. ¡Bendito el niño gracias al cual se vuelven jóvenes Adán y Eva!".
A la gruta se acercan también agricultores, viñadores y carpinteros que profetizan el misterio del recién nacido: "Vinieron los agricultores y se postraron frente al agricultor de la vida y profetizaron: ¡Bendito el Agricultor por el cual será labrada la tierra del corazón! Fueron los viñadores y rindieron gloria al renuevo brotado de la raíz de Jesé, virgen racimo de la sedienta viña. Fueron los carpinteros, en honor a José, a ver al niño de José: Bendito tu hijo, cabeza de los carpinteros, gracias al cual fue diseñada también el arca. Fabrica un yugo ligero y dulce para aquellos que lo portan".
Y alrededor de la gruta se arremolinan también los niños, compañeros de juego de Cristo niño, y, sobretodo, testigos de su realeza mesiánica en su entrada en Jerusalén: "Gritaron los niños: Bendito el día en el cual, con ramos, daremos gloria al árbol de la vida que se ha inclinado de su altura hasta nuestra infancia".
En la iconografía de la fiesta, común a todas las diversas tradiciones orientales y occidentales, el niño recién nacido es fajado y colocado en un sepulcro, María contempla al neonato, José, en actitud pensante, mira la escena en la duda, dos mujeres lavan al niño en un palangana que representa una pila bautismal y, arriba, los ángeles anuncian el nacimiento de Cristo a los pastores y a los magos.
(Publicado por Manuel Nin en l'Osservatore Romano el 24 diciembre 2010; traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)