Cualquiera que se adentre en el mundo litúrgico actual comprobará, tarde o temprano, la enorme repercusión de este monje profesor considerado justamente el teólogo de la liturgia.
Salvatore Marino Marsili nació el 10 agosto de 1910 en Affile, provincia de Roma. Muy pronto, a los diez años, ingresa en la abadía ligur de Finalpia (Savona), considerada unos de los centros más importantes del Movimiento litúrgico y sede de la primera revista litúrgica italiana. El abad Bonifacio Bolognani le encamina, desde su infancia, al conocimiento y estudio de la liturgia. Le envían a la abadía de S. Maria en Praglia para hacer el noviciado y el 1 de noviembre de 1927 hace su profesión religiosa según la regla benedictina, consagrándose monje de la abadía de Finalpia. Proseguirá sus estudios en el seminario diocesano-monástico de Subiaco hasta que en 1929 inicia el bienio filosófico. Posteriormente completa sus estudios teológicos en la Facultad de san Anselmo en Roma desde 1929 hasta 1934. En este centro académico benedictino entra en contacto con un cuerpo de profesores influenciados por el movimiento litúrgico alemán, entre quienes destaca el alemán Anselm Stolz, profesor de teología dogmática, y Leo Cunibert Mohlberg , profesor de liturgia, a quien sustituirá Marsili.
Aprovecha el verano de 1932 para disfrutar de una corta estancia en la Abadía alemana de Maria Laach, que entusiasma al joven benedictino. El 16 de julio del verano siguiente (1933) es ordenado presbítero en Subiaco. Consigue cursar el año académico 1934-35 como alumno de la Academia benedictina de Maria Laach, fundada años antes por el abad Ildefonso Herwegen. Será un año muy importante para su formación intelectual y su vocación litúrgica. El contacto con el abad Herwegen y el monje Odo Casel marca la fundamentación teológico-litúrgica de su pensamiento.
En 1934, recién terminados sus estudios teológicos con 24 años comienza su prolífica producción literaria. Su primer contributo es un artículo en la Rivista Liturgica con el título “Parusia y Adventus Domini. Notas para la historia de los domingos de adviento”. En este tiempo alterna los estudios y trabajos de su tesis doctoral con la enseñanza teológica en el seminario episcopal de Albenga (Savona) durante un bienio, hasta que en 1936 defiende su tesis doctoral, que lleva por título “Juan Casiano y Evagrio Pontico. Doctrina sobre la caridad y contemplación”.
A partir de este momento prosigue su labor académica en la abadía de Finalpia como profesor de teología dogmática, liturgia y hebreo, sin abandonar sus publicaciones, hasta que en 1915 debe interrumpir esta tarea a causa de la primera guerra mundial. Se alista en el ejército como capellán del Estado mayor, ya que acompaña a su tío, el mariscal Graziani, incluso cuando éste fue jefe del ejército de Musolini en la República de Italia del Norte.
Finalizada esta experiencia, es trasladado desde 1945 hasta 1947 al monasterio de Santa María della Scala en Noci (Bari). Allí reemprende su actividad académica como profesor de filosofía y griego entre los jóvenes monjes de aquella comunidad, y es invitado a predicar varias tandas de ejercicios espirituales al clero y varias comunidades religiosas.
En 1947 se le confía la dirección de Rivista Liturgica y participa en el congreso litúrgico de Parma, donde se unifican las fuerzas litúrgicas italianas y junto con don Luigi Adrianopoli programan la fundación del Centro de Acción Litúrgica (CAL). Pero inesperadamente en 1948 comienza un largo periodo de silencio y sufrimiento que durará trece años. El abad Emmanuele Caronti, primer director y promotor de Rivista Liturgica, le depone como director y, por este motivo, es enviado a la abadía de Noci para asumir la encomienda de hospedero. Aprovechará este tiempo de silencio para traducir numerosos textos del alemán y francés; se le encomendarán clases de psicología en el bienio filosófico de la abadía y se dedicará gran tiempo y energías al ministerio pastoral.
En 1961 es llamado por el nuevo abad que preside la congregación, el español Celestino Gusi, al Pontificio Ateneo San Anselmo para enseñar liturgia. Ese mismo año, junto con Cipriano Vagaggini, Adrien Nocent, Emmanuel Lanne, con la ayuda y aliento del abad primado Benno Gut y el rector magnífico Augustinus Mayer funda el Pontificio Instituto Liturgico de Roma. Será su primer presidente, cargo que mantuvo durante once años, hasta que en 1972 le sucede Burkhard Neunheuser. Imprimió en el Instituto el espíritu y las aspiraciones del Movimiento Litúrgico y los altiora principia de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II; y fundó también la cátedra de Teología litúrgica, que detentará como titular hasta su muerte.
En sus cursos “La liturgia según el aspecto teológico”, “Teología del año litúrgico” y “La Misa: misterio pascual” trataba las cuestiones litúrgicas a la luz de la historia eclesiástica, escritos patrísticos y fuentes litúrgicas. La riqueza y profundidad de su pensamiento teológico se sintetiza en el primer volumen de la colección Anámnesis, escrito en 1974, donde emergen los conceptos fundamentales de la teología litúrgica conciliar y reflexión posterior. Para Marsili la liturgia no es únicamente un locus theologicus en el interior de la teología, sino formulación de la fe, teología de la presencia y de la acción de Dios en la historia de la salvación humana.
A partir de este momento se intensifica su carrera litúrgica. Es profesor de liturgia en los grandes centros académicos de Roma: Pontificia Universidad Lateranense (1972), Pontificio Instituto Regina Mundi (1963), Pontificia Universidad Gregoriana (1964-1972) y colabora con la Abadía de Santa Justina en Padua hasta el mismo año de su muerte (1967-1983).
Esta intensa actividad académica se detiene porque en 1972 es elegido abad de su comunidad de Finalpia. En este periodo mantiene la enseñanza en San Anselmo de Roma y en el Instituto Regional Lombardo de Pastoral en Milán; y es elegido miembro de la Comisión litúrgica de la Congregación Benedictina Sublacense y de la Comisión litúrgica de la Orden benedictina. Y en 1978 es elegido presidente de la Asociación de Profesores de Liturgia (APL) de Italia. Después de ocho años de ministerio abacial, en 1979 deja esta misión para dedicarse enteramente al estudio y enseñanza de la liturgia en Roma.
Murió el 27 de noviembre de 1983, primer domingo de Adviento, a la edad de 73 años, en su Abadía de Finalpia. Es considerado el pionero del movimiento litúrgico italiano postconciliar; periodo caracterizado por la puesta en práctica de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. En Marsili se funden espiritualidad del monje benedictino con la sabiduría del teólogo para fructificar en el profesor de liturgia que buscaba como único objetivo –en palabras suyas- formar hombres que con competencia y a su tiempo puedan contribuir a difundir en la Iglesia los tesoros de vida que esconde la Liturgia.
Aprovecha el verano de 1932 para disfrutar de una corta estancia en la Abadía alemana de Maria Laach, que entusiasma al joven benedictino. El 16 de julio del verano siguiente (1933) es ordenado presbítero en Subiaco. Consigue cursar el año académico 1934-35 como alumno de la Academia benedictina de Maria Laach, fundada años antes por el abad Ildefonso Herwegen. Será un año muy importante para su formación intelectual y su vocación litúrgica. El contacto con el abad Herwegen y el monje Odo Casel marca la fundamentación teológico-litúrgica de su pensamiento.
En 1934, recién terminados sus estudios teológicos con 24 años comienza su prolífica producción literaria. Su primer contributo es un artículo en la Rivista Liturgica con el título “Parusia y Adventus Domini. Notas para la historia de los domingos de adviento”. En este tiempo alterna los estudios y trabajos de su tesis doctoral con la enseñanza teológica en el seminario episcopal de Albenga (Savona) durante un bienio, hasta que en 1936 defiende su tesis doctoral, que lleva por título “Juan Casiano y Evagrio Pontico. Doctrina sobre la caridad y contemplación”.
A partir de este momento prosigue su labor académica en la abadía de Finalpia como profesor de teología dogmática, liturgia y hebreo, sin abandonar sus publicaciones, hasta que en 1915 debe interrumpir esta tarea a causa de la primera guerra mundial. Se alista en el ejército como capellán del Estado mayor, ya que acompaña a su tío, el mariscal Graziani, incluso cuando éste fue jefe del ejército de Musolini en la República de Italia del Norte.
Finalizada esta experiencia, es trasladado desde 1945 hasta 1947 al monasterio de Santa María della Scala en Noci (Bari). Allí reemprende su actividad académica como profesor de filosofía y griego entre los jóvenes monjes de aquella comunidad, y es invitado a predicar varias tandas de ejercicios espirituales al clero y varias comunidades religiosas.
En 1947 se le confía la dirección de Rivista Liturgica y participa en el congreso litúrgico de Parma, donde se unifican las fuerzas litúrgicas italianas y junto con don Luigi Adrianopoli programan la fundación del Centro de Acción Litúrgica (CAL). Pero inesperadamente en 1948 comienza un largo periodo de silencio y sufrimiento que durará trece años. El abad Emmanuele Caronti, primer director y promotor de Rivista Liturgica, le depone como director y, por este motivo, es enviado a la abadía de Noci para asumir la encomienda de hospedero. Aprovechará este tiempo de silencio para traducir numerosos textos del alemán y francés; se le encomendarán clases de psicología en el bienio filosófico de la abadía y se dedicará gran tiempo y energías al ministerio pastoral.
En 1961 es llamado por el nuevo abad que preside la congregación, el español Celestino Gusi, al Pontificio Ateneo San Anselmo para enseñar liturgia. Ese mismo año, junto con Cipriano Vagaggini, Adrien Nocent, Emmanuel Lanne, con la ayuda y aliento del abad primado Benno Gut y el rector magnífico Augustinus Mayer funda el Pontificio Instituto Liturgico de Roma. Será su primer presidente, cargo que mantuvo durante once años, hasta que en 1972 le sucede Burkhard Neunheuser. Imprimió en el Instituto el espíritu y las aspiraciones del Movimiento Litúrgico y los altiora principia de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II; y fundó también la cátedra de Teología litúrgica, que detentará como titular hasta su muerte.
En sus cursos “La liturgia según el aspecto teológico”, “Teología del año litúrgico” y “La Misa: misterio pascual” trataba las cuestiones litúrgicas a la luz de la historia eclesiástica, escritos patrísticos y fuentes litúrgicas. La riqueza y profundidad de su pensamiento teológico se sintetiza en el primer volumen de la colección Anámnesis, escrito en 1974, donde emergen los conceptos fundamentales de la teología litúrgica conciliar y reflexión posterior. Para Marsili la liturgia no es únicamente un locus theologicus en el interior de la teología, sino formulación de la fe, teología de la presencia y de la acción de Dios en la historia de la salvación humana.
A partir de este momento se intensifica su carrera litúrgica. Es profesor de liturgia en los grandes centros académicos de Roma: Pontificia Universidad Lateranense (1972), Pontificio Instituto Regina Mundi (1963), Pontificia Universidad Gregoriana (1964-1972) y colabora con la Abadía de Santa Justina en Padua hasta el mismo año de su muerte (1967-1983).
Esta intensa actividad académica se detiene porque en 1972 es elegido abad de su comunidad de Finalpia. En este periodo mantiene la enseñanza en San Anselmo de Roma y en el Instituto Regional Lombardo de Pastoral en Milán; y es elegido miembro de la Comisión litúrgica de la Congregación Benedictina Sublacense y de la Comisión litúrgica de la Orden benedictina. Y en 1978 es elegido presidente de la Asociación de Profesores de Liturgia (APL) de Italia. Después de ocho años de ministerio abacial, en 1979 deja esta misión para dedicarse enteramente al estudio y enseñanza de la liturgia en Roma.
Murió el 27 de noviembre de 1983, primer domingo de Adviento, a la edad de 73 años, en su Abadía de Finalpia. Es considerado el pionero del movimiento litúrgico italiano postconciliar; periodo caracterizado por la puesta en práctica de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. En Marsili se funden espiritualidad del monje benedictino con la sabiduría del teólogo para fructificar en el profesor de liturgia que buscaba como único objetivo –en palabras suyas- formar hombres que con competencia y a su tiempo puedan contribuir a difundir en la Iglesia los tesoros de vida que esconde la Liturgia.
Aurelio García Macías
Publicado en Pastoral Litúrgica 292 (2006) 219-222.