La Transfiguración del Señor en la Tradición Bizantina.

Has hecho gloriosa, de nuevo, la naturaleza humana, oscurecida en Adán





En el monasterio de Santa Catalina del Sinaí, en el ábside de la iglesia y en la capilla de la zarza ardiente, se encuentra un magnífico mosaico del siglo VI con la representación de la Transfiguración del Señor. En el lugar en el cual la tradición coloca la gran Teofanía de Dios a Moisés en el fuego y en la luz, la fe de los monjes y de los peregrinos cristianos ha colocado un icono de la otra gran Teofanía del Dios encarnado, en la luz y en el fuego del Espíritu. Allí donde Moisés escuchó la Palabra (el Logos) de Dios, la fe cristiana la ve.

La fiesta de la Trasfiguración es una de las Doce grandes fiestas del calendario bizantino, con un día de prefiesta el 5, y una octava que se concluye el 13. En los troparios de la prefiesta encontramos repetidamente la forma inicial "venid", como queriendo implicar a todos los fieles en la celebración que se prepara: "Venid, unámonos a Jesús"; "Venid, subamos al monte"; "Venid, preparémonos".

El oficio de la fiesta, de las Vísperas al Matutino, contiene textos himnográficos de Cosme de Maiouma y de Juan Damasceno. Muchos troparios enlazan la Transfiguración del Señor con su Pasión, en concomitancia con el mismo relato evangélico: en ambos relatos se trata de una subida: al monte en la Transfiguración, a la cruz en la Pasión.

La adoración y la postración de los discípulos frente a Cristo transfigurado, son también la adoración y la postración de la Iglesia frente a Cristo crucificado: "Antes de que tú subieses a la Cruz, oh Señor, un monte ha representado el cielo, y una nube lo ha cubierto como si fuera una tienda. Mientras Tú te transfigurabas y recibías el testimonio del Padre, estaban contigo Pedro, Santiago y Juan, porque, debiendo estar contigo también en la hora de la traición, gracias a la contemplación de tus maravillas, no temieran frente a tus padecimientos: padecimientos que te rogamos poder adorar en paz, por tu gran misericordia".

Los discípulos postrados a los pies del Transfigurado son ahora los fieles postrados a los pies del Cruscificado el Viernes Santo, también con María de Magdala postrada a los pies del Resucitado. La Transfiguración gloriosa de Cristo en el Tabor es también prefiguración de su Resurreción, donde Cristo glorioso se manifiesta a los ángeles y a los hombres: "Prefigurando tu resurrección, oh Cristo Dios, tomaste contigo a tus tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan, para subir al Tabor. Y mientras Tú te transfigurabas, oh Salvador, el Tabor se recubría de luz. Tus discípulos, oh Verbo, se arrojaron rostro en tierra, no soportando el admirar la visión que nunca les ha sido dado contemplar. Los ángeles prestaban su servicio con temor y temblor; se estremecieron los cielos y la tierra tembló, porque sobre la tierra veían al Señor de la gloria".

El Tropario enlaza los tres momentos de la Sagrada Escritura: la manifestación de Dios a Moisés en la zarza ardiente, la Transfiguración del Señor y su Resurrección; en estas tres Teofanías, los testigos presentes se postran ante la gloria de Aquél que se manifiesta en el esplendor de la luz. El largo Tropario de las Vísperas previsto para la celebración vigiliar desarrolla magníficamente la profesión de fe cristiana: la Trasfiguración es vista como una manifestación de la Santa Trinidad: "Cristo, esplendor anterior al sol, mientras aún estabas sobre la tierra, cumpliendo divinamente antes de la cruz todo lo que se refiere a la tremenda economía, hoy sobre el monte Tabor místicamente muestras la imagen de la Trinidad".

La Transfiguración, además, es manifestación de la Redención del hombre obrada por Cristo: "Llevándose consigo aparte a los tres discípulos elegidos, Pedro, Santiago y Juan, esconde un poco la carne asumida y se transfigura ante ellos, manifestando la dignidad de la belleza arquetípica, aunque no en su pleno fulgor: la has manifestado para darles plena certeza pero no totalmente, para librarles, para que a causa de la visión no perdieran la vida, y ésta se adaptase a las posibilidades de sus ojos corporales".

La Transfiguración de Cristo, además, por medio del testimonio de Moisés y de Elías se convierte en una confesión de fe en la plena divinidad de Cristo y en su filiación divina: "Igualmente tomó también Cristo a Moisés y Elías como testigos de su divinidad, para que atestiguaran que Él es la verdadera irradiación de la esencia del Padre, Aquél que reina sobre los vivos y los muertos... y desde la nube resonó la voz del Padre que confirmaba su testimonio diciendo: Éste es Aquél que he engendrado, sin mutación, desde el seno materno, antes de la estrella de la mañana, mi Hijo amado". Finalmente, la Transfiguración como Teofanía Trinitaria anuncia la vida de la Iglesia a través de los vivificantes sacramentos: "...mi Hijo amado; es Aquél que he mandado para salvar a los que sean bautizados en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo y con fe confiesen que es indivisible el único poder de la Divinidad, escuchadlo!".

Encontramos también la Transfiguración como plena manifestación de la Redención del hombre en uno de los troparios de Vísperas en el cual, a partir de la lectura cristológica del salmo 88, la liturgia bizantina canta toda la obra de salvación obrada por Cristo: "Profetizando por medio del Espíritu tu venida entre los hombres, en la carne, oh Hijo Unigénito, ya desde antiguo David, padre de Dios, convocaba a la creación a la fiesta, exclamando proféticamente: El Tabor y el Hermón en tu nombre exultarán. Subiendo a este monte, oh Salvador, junto a tus discípulos, transfigurándote has hecho radiante, de nuevo, la naturaleza humana oscurecida un tiempo en Adán, haciéndola pasar a la gloria y al esplendor de tu divinidad...".

Los Padres indican que el icono de Cristo transfigurado es también el icono del hombre que un día será también transfigurado por él para participar plenamente de la luz divina. Y es también el icono del hombre que, como Pedro, camina con Cristo y ha escuchado su voz; y en algunos momentos intuye la luz a la que será llamado un día a participar plenamente. Pedro, en la perícopa evangélica y en el icono mismo, se convierte en portavoz de sus hermanos y de todos los hombres: "Maestro, qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas...!". El Portavoz de todos los hombres lo negará tres veces, pero al final hará tres tiendas sobre la triple confesión de su amor a Cristo resucitado, junto al lago de Galileo.

(Publicado por Manuel Nin en l'Osservatore Romano el 6 de Agosto de 2009; traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)