Cuando uno se acerca a esta figura histórica sorprende, ante todo, el desconocimiento actual de este sabio humanista, egregio eclesiástico y santo patrono de los cultivadores de la sagrada liturgia. Tal vez sea la prolongación de aquella humildad existencial que le caracterizó en vida, a pesar de los humanos honores y cargos eclesiásticos que le rodearon.
Giuseppe María Tomasi era el hijo primogénito de Julio Tomasi y Rosalia Traiana, Príncipes de Lampedusa y duques de Palma de Montechiaro, nacido en Licata (Sicilia), diócesis de Agrigento, el 12 de septiembre de 1649. Como era costumbre entonces, fue educado en la noble casa paterna, alternando las ciencias humanistas del renacimiento con una cuidada formación cristiana. Pronto dió muestras de su gran aprecio al estudio y a la virtud, aspectos que caracterizarán el resto de su vida. Cabe destacar de este tiempo, la instrucción en diversas lenguas clásicas (latín, griego) y modernas, especialmente la española, ya que estaba destinado por su familia a la corte de Madrid, porque había de heredar de su padre el título nobiliario de "Grande de España".
El espíritu cristiano cultivado desde la infancia madura en el deseo de entregarse a Dios. Fue una decisión violenta para el primogénito de la familia, hastqa que en 1664 obtiene el permiso de su padre para iniciar su vocación a la vida religosa. El 25 de marzo de 1666 renunció, mediante documento notarial, a sus derechos dinásticos al principado, que le pertenecía por herencia, y al riquísimo patrimonio, en favor de su hermano Fernando; y ese mismo dia fue admitido en la Orden de los Clérigos Regulares Teatinos, profesando en la casa teatina de S. Giuseppe de Palermo.
En este nuevo estado de vida se dedica con mayor tiempo y profundidad a la piedad y al estudio, especialmente a la sagrada liturgia, que tanto le había atraído desde niño. En esta época profundizará en el estudio de las lenguas orientales bajo la dirección del P. Francisco María Maggio, que cita la piedad y erudición de su egregio alumno en una obra suya sobre liturgia sagrada. Posteriormente la salud le obliga a desplazarse por las ciudades de Messina, Ferrara, Bologna y Modena para cursar los estudios filosóficos, hasta que culmina el estudio de la teología en la Casa de S. Andrea della Valle en Roma.
El 23 de diciembre de 1673 fue ordenado presbítero en la Basílica Lateranense de Roma por Mons. Giacomo De Angelis, arzobispo de Urbino y Vicegerente del Cardenal Vicario Gaspare Carpegna. Dos dias después, en la noche de Navidad, celebra su primera misa en la iglesia de S. Silvestro al Quirinale, sede actual de la Casa Generalicia de los Teatinos.
Durante casi cuarenta años se dedica con gran fecundidad a la piedad y al estudio. Además del latín y griego aprendidos en su adolescencia, estudiará el hebreo, siríaco, caldeo y árabe. Para estudiar mejor la lengua hebrea busca al rabino de la sinagoga de Roma, Mosé Cave, que por influencia de su alumno Tomasi se convertirá al catolicismo, se bautizará con el nombre de Giuseppe y le considerará siempre su amigo y padre en la fe. Esta capacitación lingüística le permitirá publicar numerosos trabajos bíblicos y litúrgicos, sobre todo antiguos textos y libros litúrgicos que son verdaderos tesoros ocultos y olvidados en las bibliotecas eclesiásticas.
Precisamente por su vasta erudición y notable virtud adquiere fama y estima en el mundo romano. Forma parte del docto círculo de eruditos amigos de la reina Cristina Alexandra de Suecia y accede a los códices de la famosa biblioteca de esta Reina, especialmente los procedentes de la Biblioteca Floriacense. La Academia Romana de la Arcadia lo incluye también entre sus socios más ilustres. Es llamado a prestar sus servicios en la Curia Romana como Consultor de las Sagradas Congregaciones de Ritos y de las Indulgencias y Cualificador del Santo Oficio. Pero, a pesar de su fama, procuraba permanecer escondido, incluso hasta publicar, por humildad, algunas de sus obras con el pseudónimo: Giuseppe Caro.
Entre sus numerosas obras destacamos en el campo bíblico: la edición crítica del Salterio en su doble versión romana y galicana; además, con la protección del cardenal Barberini, arcipreste de la Basílica de S. Pedro, preparó la edición crítica de la Biblia en dos volúmenes según los códices del siglo V al XI (publicada en 1688); y en el campo litúrgico: "Codices Sacramentorum nongentis annis vetustiores (editado en 1680 y dedicado a la reina Cristina de Suecia); así como los Antifonarios y Responsoriales de la Iglesia Romana, usados ya en tiempos de san Gregorio Magno, tomados del Monasterio de San Gallo y del Archivo de la Basílica Vaticana (editados en 1686).
Se dedicó también a la formación de los cristianos sencillos. Escribe para ellos: "Verdadera norma de glorificar a Dios y de hacer Oración según la doctrina de las divinas Escrituras y de los Santos Padres" y también "Breve instrucción del modo de asistir fructuosamente al Santo Sacrificio de la Misa", además de una versión reducida de los Salmos elegidos y dispuestos para agilizar la oración del cristiano.
En su magisterio litúrgico se anticipan ya muchos de los argumentos y normas que posteriormente serán aprobados por la Iglesia, particularmente en la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. Cabe mencionar, como ejemplo, la modificación del Oficio Divino según la forma actual de la Liturgia de las Horas; la distinción y uso del Misal y del Leccionario en la celebración eucarística; el uso de la lengua vulgar, que recomandaba en las devociones privadas y en la oración común de los fieles; excluyó las orquestas de las ceremonias litúrgicas, favoreciendo el canto gregoriano; con la clara finalidad de promover una participación más íntima y personal del pueblo de Dios en la liturgia. Por tal motivo, sus contemporáneos le denominaban "príncipe de los liturgistas romanos", y nosotros podríamos considerarle "el precursor remoto" de la actual reforma litúrgica.
El Papa Clemente XI, que conocía personalmente y admiraba su virtud y erudición, le nombró cardenal presbítero del título de los Santos Silvestre y Martín ai Monti en el Consistorio del 18 de mayo de 1712. Tomasi aceptó el cardenalato por obediencia al mandato expreso del Papa. Numerosos testimonios recuerdan su participación en las celebraciones litúrgicas y su instrucción cristiana a los niños en su Iglesia titular. Pero, a los casi ocho meses de su cardenalato, participando en la Capilla Papal de la vigilia de Navidad en la Basílica Vaticana, se siente enfermo por causa de una fuerte pulmonía y el 1 de enero de 1713 murió en la habitación de su palacio Passarini, con gran fama de santidad. El primer panegírico del Cardenal Tomasi fue pronunciado por el mismo Papa Clemente XI en el Consistorio celebrado un mes después de su muerte: "No podemos disimular el íntimo dolor que nos ha causado la muerte del eximio y piísimo Cardernal Tomasi... auténtico ejemplo de la más santa y antigua disciplina, y de cuya virtud y doctrina esperábamos tanto".
Fué beatificado por Pío VII el 29 se septiembre de 1803 y canonizado por Juan Pablo II el 12 de octubre de 1986. Las reliquias de su cuerpo se encuentran en una hermosa urna regalada en 1903 por el cardenal Vaszary, primado de Hungría, trasladadas en 1971 desde su iglesia titular de S. Silvestre e Martín ai Monti hasta la Basílica romana de S. Andrea della Valle, regentada por los PP. Teatinos. El Martyrologio Romano recuerda su memoria anual el 3 de enero.
Giuseppe María Tomasi era el hijo primogénito de Julio Tomasi y Rosalia Traiana, Príncipes de Lampedusa y duques de Palma de Montechiaro, nacido en Licata (Sicilia), diócesis de Agrigento, el 12 de septiembre de 1649. Como era costumbre entonces, fue educado en la noble casa paterna, alternando las ciencias humanistas del renacimiento con una cuidada formación cristiana. Pronto dió muestras de su gran aprecio al estudio y a la virtud, aspectos que caracterizarán el resto de su vida. Cabe destacar de este tiempo, la instrucción en diversas lenguas clásicas (latín, griego) y modernas, especialmente la española, ya que estaba destinado por su familia a la corte de Madrid, porque había de heredar de su padre el título nobiliario de "Grande de España".
El espíritu cristiano cultivado desde la infancia madura en el deseo de entregarse a Dios. Fue una decisión violenta para el primogénito de la familia, hastqa que en 1664 obtiene el permiso de su padre para iniciar su vocación a la vida religosa. El 25 de marzo de 1666 renunció, mediante documento notarial, a sus derechos dinásticos al principado, que le pertenecía por herencia, y al riquísimo patrimonio, en favor de su hermano Fernando; y ese mismo dia fue admitido en la Orden de los Clérigos Regulares Teatinos, profesando en la casa teatina de S. Giuseppe de Palermo.
En este nuevo estado de vida se dedica con mayor tiempo y profundidad a la piedad y al estudio, especialmente a la sagrada liturgia, que tanto le había atraído desde niño. En esta época profundizará en el estudio de las lenguas orientales bajo la dirección del P. Francisco María Maggio, que cita la piedad y erudición de su egregio alumno en una obra suya sobre liturgia sagrada. Posteriormente la salud le obliga a desplazarse por las ciudades de Messina, Ferrara, Bologna y Modena para cursar los estudios filosóficos, hasta que culmina el estudio de la teología en la Casa de S. Andrea della Valle en Roma.
El 23 de diciembre de 1673 fue ordenado presbítero en la Basílica Lateranense de Roma por Mons. Giacomo De Angelis, arzobispo de Urbino y Vicegerente del Cardenal Vicario Gaspare Carpegna. Dos dias después, en la noche de Navidad, celebra su primera misa en la iglesia de S. Silvestro al Quirinale, sede actual de la Casa Generalicia de los Teatinos.
Durante casi cuarenta años se dedica con gran fecundidad a la piedad y al estudio. Además del latín y griego aprendidos en su adolescencia, estudiará el hebreo, siríaco, caldeo y árabe. Para estudiar mejor la lengua hebrea busca al rabino de la sinagoga de Roma, Mosé Cave, que por influencia de su alumno Tomasi se convertirá al catolicismo, se bautizará con el nombre de Giuseppe y le considerará siempre su amigo y padre en la fe. Esta capacitación lingüística le permitirá publicar numerosos trabajos bíblicos y litúrgicos, sobre todo antiguos textos y libros litúrgicos que son verdaderos tesoros ocultos y olvidados en las bibliotecas eclesiásticas.
Precisamente por su vasta erudición y notable virtud adquiere fama y estima en el mundo romano. Forma parte del docto círculo de eruditos amigos de la reina Cristina Alexandra de Suecia y accede a los códices de la famosa biblioteca de esta Reina, especialmente los procedentes de la Biblioteca Floriacense. La Academia Romana de la Arcadia lo incluye también entre sus socios más ilustres. Es llamado a prestar sus servicios en la Curia Romana como Consultor de las Sagradas Congregaciones de Ritos y de las Indulgencias y Cualificador del Santo Oficio. Pero, a pesar de su fama, procuraba permanecer escondido, incluso hasta publicar, por humildad, algunas de sus obras con el pseudónimo: Giuseppe Caro.
Entre sus numerosas obras destacamos en el campo bíblico: la edición crítica del Salterio en su doble versión romana y galicana; además, con la protección del cardenal Barberini, arcipreste de la Basílica de S. Pedro, preparó la edición crítica de la Biblia en dos volúmenes según los códices del siglo V al XI (publicada en 1688); y en el campo litúrgico: "Codices Sacramentorum nongentis annis vetustiores (editado en 1680 y dedicado a la reina Cristina de Suecia); así como los Antifonarios y Responsoriales de la Iglesia Romana, usados ya en tiempos de san Gregorio Magno, tomados del Monasterio de San Gallo y del Archivo de la Basílica Vaticana (editados en 1686).
Se dedicó también a la formación de los cristianos sencillos. Escribe para ellos: "Verdadera norma de glorificar a Dios y de hacer Oración según la doctrina de las divinas Escrituras y de los Santos Padres" y también "Breve instrucción del modo de asistir fructuosamente al Santo Sacrificio de la Misa", además de una versión reducida de los Salmos elegidos y dispuestos para agilizar la oración del cristiano.
En su magisterio litúrgico se anticipan ya muchos de los argumentos y normas que posteriormente serán aprobados por la Iglesia, particularmente en la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. Cabe mencionar, como ejemplo, la modificación del Oficio Divino según la forma actual de la Liturgia de las Horas; la distinción y uso del Misal y del Leccionario en la celebración eucarística; el uso de la lengua vulgar, que recomandaba en las devociones privadas y en la oración común de los fieles; excluyó las orquestas de las ceremonias litúrgicas, favoreciendo el canto gregoriano; con la clara finalidad de promover una participación más íntima y personal del pueblo de Dios en la liturgia. Por tal motivo, sus contemporáneos le denominaban "príncipe de los liturgistas romanos", y nosotros podríamos considerarle "el precursor remoto" de la actual reforma litúrgica.
El Papa Clemente XI, que conocía personalmente y admiraba su virtud y erudición, le nombró cardenal presbítero del título de los Santos Silvestre y Martín ai Monti en el Consistorio del 18 de mayo de 1712. Tomasi aceptó el cardenalato por obediencia al mandato expreso del Papa. Numerosos testimonios recuerdan su participación en las celebraciones litúrgicas y su instrucción cristiana a los niños en su Iglesia titular. Pero, a los casi ocho meses de su cardenalato, participando en la Capilla Papal de la vigilia de Navidad en la Basílica Vaticana, se siente enfermo por causa de una fuerte pulmonía y el 1 de enero de 1713 murió en la habitación de su palacio Passarini, con gran fama de santidad. El primer panegírico del Cardenal Tomasi fue pronunciado por el mismo Papa Clemente XI en el Consistorio celebrado un mes después de su muerte: "No podemos disimular el íntimo dolor que nos ha causado la muerte del eximio y piísimo Cardernal Tomasi... auténtico ejemplo de la más santa y antigua disciplina, y de cuya virtud y doctrina esperábamos tanto".
Fué beatificado por Pío VII el 29 se septiembre de 1803 y canonizado por Juan Pablo II el 12 de octubre de 1986. Las reliquias de su cuerpo se encuentran en una hermosa urna regalada en 1903 por el cardenal Vaszary, primado de Hungría, trasladadas en 1971 desde su iglesia titular de S. Silvestre e Martín ai Monti hasta la Basílica romana de S. Andrea della Valle, regentada por los PP. Teatinos. El Martyrologio Romano recuerda su memoria anual el 3 de enero.
Aurelio García Macías
Publicado en Pastoral Litúrgica 290 (2006) 45-48.