César Baronio nació el 31 de octubre de 1538 en Sora (Frosinone, Campania), hijo único de Camilo Barone y Porcia Febonia, pertenecientes a una rica familia de origen napolitano. Baronio, procede de Baronius, latinización del apellido Borone.
Sus primeros estudios comienzan en Veroli, prosiguen en la Facultad de Derecho de Nápoles, y, preocupado por la posible guerra entre españoles y franceses, se traslada a Roma para conseguir el doctorado en derecho en la Universidad de la Sapienza, en la escuela del gran jurista César Costa. En Roma se hospeda junto con un compañero de estudios en la Plaza del Duque, hoy Piazza Farnese, muy cerca de san Jerónimo de la Caridad, donde frecuenta el Oratorio, fundado por san Felipe Neri en 1552. Allí conoció a san Felipe Neri y desde el primer momento quedó impactado de su personalidad, hasta el punto de convertirse en su director espiritual. En diciembre de 1560 comunica a sus padres el deseo de entrar en la vida religiosa; pero respetando los deseos de su padre continuó sus estudios jurídicos hasta doctorarse el 20 de mayo de 1561.
Sus primeros estudios comienzan en Veroli, prosiguen en la Facultad de Derecho de Nápoles, y, preocupado por la posible guerra entre españoles y franceses, se traslada a Roma para conseguir el doctorado en derecho en la Universidad de la Sapienza, en la escuela del gran jurista César Costa. En Roma se hospeda junto con un compañero de estudios en la Plaza del Duque, hoy Piazza Farnese, muy cerca de san Jerónimo de la Caridad, donde frecuenta el Oratorio, fundado por san Felipe Neri en 1552. Allí conoció a san Felipe Neri y desde el primer momento quedó impactado de su personalidad, hasta el punto de convertirse en su director espiritual. En diciembre de 1560 comunica a sus padres el deseo de entrar en la vida religiosa; pero respetando los deseos de su padre continuó sus estudios jurídicos hasta doctorarse el 20 de mayo de 1561.
1.- Oratoriano
Tras vencer de la negativa de sus padres, decide entrar en la Congregación del Oratorio en la Iglesia de san Jerónimo de la Caridad. El 5 de enero de 1558, vigilia de la Epifanía, san Felipe Neri pide a César que improvise decir alguna cosa sobre dicha fiesta en su habitación repleta de amigos. No había hablado en público jamás, pero lo hizo muy bien. Desde aquel momento, César se convertió en el discípulo predilecto y san Felipe Neri cuida intensamente su vida espiritual, educándole, sobre todo, en la humildad y en la mortificación interior.
En apenas un año recibió el subdiaconado (21 diciembre 1560) y el diaconado (20 mayo 1561). Es ordenado presbítero (27 mayo 1564), y enviado a la iglesia de san Juan Bautista de los Florentinos, confiada a san Felipe Neri, donde vivía con un grupo de sacerdotes en vida comunitaria; hasta que la congregación recibe su aprobación eclesiástica (15 julio 1577) y se traslada con sus hermanos a la iglesia de Santa María in Vallicella, denominada Chiesa Nuova. Allí se dedica como sacerdote al ministerio de la confesión y de la predicación. Y tratará en los sermones diarios del Oratorio, durante 26 años, de la historia eclesiástica desde los orígenes hasta su tiempo.
San Felipe Neri impulsa a César a especializarse en el estudio crítico y sistemático de las fuentes de la historia eclesiástica para contrarrestar las tesis luteranas expuestas en las famosas Centurias de Magdeburgo del historiador protestante Matías Flacio. Éste autor intentaba probar la vinculación de las iglesias reformadas con el cristianismo primitivo. El jóven estudiante se pone a la obra con celo y fervor y surge la ingente obra titulada Anales eclesiásticos, que, desde los primeros volúmenes, proporcionan al autor una reconocida fama en los medios humanistas, especialmente los pontificios. En sus doce volúmenes trata la historia de la Iglesia desde los orígenes hasta su tiempo; posteriormente será continuada, entre otros, por O. Rinaldi, G. Laderchi, A. Theiner. A pesar de su tono apologético, representa una de las primeras obras de historia eclesiástica, basada en el análisis de las fuentes documentales, precisas reconstrucciones cronológicas, y un útil paralelismo entre acontecimientos eclesiásticos y profanos. Crece su popularidad, hasta el punto que el papa Gregorio XIII le ofrece el obispado de Sora, que él rechaza para dedicarse al estudio. Para evitar la vanagloria por los méritos conseguidos, san Felipe Neri busca su humildad y mortificación, encargándole, por ejemplo, durante diez años de la cocina de la comunidad.
Tras vencer de la negativa de sus padres, decide entrar en la Congregación del Oratorio en la Iglesia de san Jerónimo de la Caridad. El 5 de enero de 1558, vigilia de la Epifanía, san Felipe Neri pide a César que improvise decir alguna cosa sobre dicha fiesta en su habitación repleta de amigos. No había hablado en público jamás, pero lo hizo muy bien. Desde aquel momento, César se convertió en el discípulo predilecto y san Felipe Neri cuida intensamente su vida espiritual, educándole, sobre todo, en la humildad y en la mortificación interior.
En apenas un año recibió el subdiaconado (21 diciembre 1560) y el diaconado (20 mayo 1561). Es ordenado presbítero (27 mayo 1564), y enviado a la iglesia de san Juan Bautista de los Florentinos, confiada a san Felipe Neri, donde vivía con un grupo de sacerdotes en vida comunitaria; hasta que la congregación recibe su aprobación eclesiástica (15 julio 1577) y se traslada con sus hermanos a la iglesia de Santa María in Vallicella, denominada Chiesa Nuova. Allí se dedica como sacerdote al ministerio de la confesión y de la predicación. Y tratará en los sermones diarios del Oratorio, durante 26 años, de la historia eclesiástica desde los orígenes hasta su tiempo.
San Felipe Neri impulsa a César a especializarse en el estudio crítico y sistemático de las fuentes de la historia eclesiástica para contrarrestar las tesis luteranas expuestas en las famosas Centurias de Magdeburgo del historiador protestante Matías Flacio. Éste autor intentaba probar la vinculación de las iglesias reformadas con el cristianismo primitivo. El jóven estudiante se pone a la obra con celo y fervor y surge la ingente obra titulada Anales eclesiásticos, que, desde los primeros volúmenes, proporcionan al autor una reconocida fama en los medios humanistas, especialmente los pontificios. En sus doce volúmenes trata la historia de la Iglesia desde los orígenes hasta su tiempo; posteriormente será continuada, entre otros, por O. Rinaldi, G. Laderchi, A. Theiner. A pesar de su tono apologético, representa una de las primeras obras de historia eclesiástica, basada en el análisis de las fuentes documentales, precisas reconstrucciones cronológicas, y un útil paralelismo entre acontecimientos eclesiásticos y profanos. Crece su popularidad, hasta el punto que el papa Gregorio XIII le ofrece el obispado de Sora, que él rechaza para dedicarse al estudio. Para evitar la vanagloria por los méritos conseguidos, san Felipe Neri busca su humildad y mortificación, encargándole, por ejemplo, durante diez años de la cocina de la comunidad.
2.- Revisión del Martirologio
Pero el nombre del Baronio está íntimamente ligado al Martirologio Romano. El el Papa Gregorio XIII, después de implantar la reforma del calendario que lleva su nombre (calendario gregoriano) se propone en 1580 la revisión del Martirologio Romano. Decide unificar los varios martirologios existentes en uno solo, donde se encuentren los santos y beatos reconocidos como tal por la autoridad de la Iglesia católica. Se encarga esta tarea de compilación a una comisión especial, presidida por el cardenal Guillermo Sirleto, cuyo miembro más preclaro era César Baronio, por su erudición y su eficacia. Su trabajo no fue la redacción de un nuevo Martirologio, sino la selección y fusión de los martirologios antiguos existentes. César Baronio utilizó el Martirologio de Usuardo, de san Ciríaco, de Beda, de Floro y de Adón (éste último carente de todo valor histórico para la hagiografía moderna); los menologios orientales; las Actas y pasiones de los mártires; y otras hagiografías, como las de Eusebio de Cesarea, Gregorio de Tours, los Diálogos de san Gregorio Magno, sobre todo. Baronio no disponía de los conocimientos y documentos actuales. Él era consciente de sus carencias y necesidad de futuras correcciones. El trabajo fue duro, y sufrió numerosas revisiones y modificaciones; hasta que, después de haber divulgado algunos ensayos parciales, se publicó en Roma en 1583 con el título Martyrologium Romanum ad novam Kalendarii rationem et ecclesiasticae histórice veritatem restitutum, Gregorii XIII Pont. Max. iussu editum. Un año después, aparece la primera edición oficial, «para la lectura en el coro», autentificada por la constitución apostólica Emendato (14 de enero de 1584). El Papa impone su uso exclusivo. Y en 1586 se publica el Martyrologium. Romanum cum notationibus Baronii, que contiene las fuentes literarias que ayudaron a Baronio para realizar su trabajo. El Martirologio Romano fue muy bien recibido.
Se multiplicaron las reimpresiones, pero aumentaron los errores. Los papas posteriores tratarán de corregir los fallos y actualizar su contenido. Por ejemplo, las ediciones de Urbano VIII (1630) y de Inocencio (1681) modifican algunos errores e incluyen los nuevos santos. El papa Benedicto XIV tiene interés en publicar una nueva edición, que pretende corregir la obra de Gregorio XIII. Interviene él mismo en el trabajo de corrección, y por su autoridad de pontífice y jurista, toma decisiones personales en diversos puntos problemáticos. Por ejemplo, suprime los nombres de Clemente de Alejandría y Sulpicio Severo; y mantiene otros que se discutían, como el papa Silicio. El papa Pío X declara típica la edición de 1913. En 1922 se publica otra edición denominada “corregida”, pero mal recibida por los eruditos modernos. Y el papa Pío XII reedita el Martirologio en dos ocasiones: 1948 y 1956.
Los críticos han oscilado en la valoración de esta fundamental obra del Baronio. Ciertamente constatan errores en algunos detalles, su deficiente conocimiento del griego, el tono apologético de sus escritos, etc. Muchas de estas sombras motivadas por el estado de los conocimientos de entonces y la carencia de colaboradores. Sin embargo, los historiadores actuales consideran sus Annales como una referencia esencial para documentación histórica posterior.
A esta obra histórica y litúrgica, hay que añadir también su Comentario al Libro de los Hechos de los Apóstoles; y su interés por la arqueología, sobre todo, a partir de 1578, motivado por los descubrimientos hechos en las catacumbas, que considera lugares documentales no sólo artísticos, sino también testimoniales del heroísmo cristiano primitivo.
Pero el nombre del Baronio está íntimamente ligado al Martirologio Romano. El el Papa Gregorio XIII, después de implantar la reforma del calendario que lleva su nombre (calendario gregoriano) se propone en 1580 la revisión del Martirologio Romano. Decide unificar los varios martirologios existentes en uno solo, donde se encuentren los santos y beatos reconocidos como tal por la autoridad de la Iglesia católica. Se encarga esta tarea de compilación a una comisión especial, presidida por el cardenal Guillermo Sirleto, cuyo miembro más preclaro era César Baronio, por su erudición y su eficacia. Su trabajo no fue la redacción de un nuevo Martirologio, sino la selección y fusión de los martirologios antiguos existentes. César Baronio utilizó el Martirologio de Usuardo, de san Ciríaco, de Beda, de Floro y de Adón (éste último carente de todo valor histórico para la hagiografía moderna); los menologios orientales; las Actas y pasiones de los mártires; y otras hagiografías, como las de Eusebio de Cesarea, Gregorio de Tours, los Diálogos de san Gregorio Magno, sobre todo. Baronio no disponía de los conocimientos y documentos actuales. Él era consciente de sus carencias y necesidad de futuras correcciones. El trabajo fue duro, y sufrió numerosas revisiones y modificaciones; hasta que, después de haber divulgado algunos ensayos parciales, se publicó en Roma en 1583 con el título Martyrologium Romanum ad novam Kalendarii rationem et ecclesiasticae histórice veritatem restitutum, Gregorii XIII Pont. Max. iussu editum. Un año después, aparece la primera edición oficial, «para la lectura en el coro», autentificada por la constitución apostólica Emendato (14 de enero de 1584). El Papa impone su uso exclusivo. Y en 1586 se publica el Martyrologium. Romanum cum notationibus Baronii, que contiene las fuentes literarias que ayudaron a Baronio para realizar su trabajo. El Martirologio Romano fue muy bien recibido.
Se multiplicaron las reimpresiones, pero aumentaron los errores. Los papas posteriores tratarán de corregir los fallos y actualizar su contenido. Por ejemplo, las ediciones de Urbano VIII (1630) y de Inocencio (1681) modifican algunos errores e incluyen los nuevos santos. El papa Benedicto XIV tiene interés en publicar una nueva edición, que pretende corregir la obra de Gregorio XIII. Interviene él mismo en el trabajo de corrección, y por su autoridad de pontífice y jurista, toma decisiones personales en diversos puntos problemáticos. Por ejemplo, suprime los nombres de Clemente de Alejandría y Sulpicio Severo; y mantiene otros que se discutían, como el papa Silicio. El papa Pío X declara típica la edición de 1913. En 1922 se publica otra edición denominada “corregida”, pero mal recibida por los eruditos modernos. Y el papa Pío XII reedita el Martirologio en dos ocasiones: 1948 y 1956.
Los críticos han oscilado en la valoración de esta fundamental obra del Baronio. Ciertamente constatan errores en algunos detalles, su deficiente conocimiento del griego, el tono apologético de sus escritos, etc. Muchas de estas sombras motivadas por el estado de los conocimientos de entonces y la carencia de colaboradores. Sin embargo, los historiadores actuales consideran sus Annales como una referencia esencial para documentación histórica posterior.
A esta obra histórica y litúrgica, hay que añadir también su Comentario al Libro de los Hechos de los Apóstoles; y su interés por la arqueología, sobre todo, a partir de 1578, motivado por los descubrimientos hechos en las catacumbas, que considera lugares documentales no sólo artísticos, sino también testimoniales del heroísmo cristiano primitivo.
Su interés por la documentación histórica le lleva a crear también la famosa Biblioteca Vallicelliana, dotándola de una rica colección de incunables, manuscritos y libros impresos, etc., muchos de los cuales le sirvieron como fuentes históricas para sus investigaciones. El fondo inicial se enriquece con la donación del humanista portugués Achille Estaço. Baronio es el primer bibliotecario y a él se dedica el imponente salón del Borromini, construído poisteriormente para albergar la gran colección bibliográfica.
3.- Cardenal de la Iglesia
En 1593 sucede a san Felipe Neri, que se había retirado por motivos de salud, como Superior general de la Congregación del Oratorio.
En 1594, el papa Clemente VIII le nombra su confessor personal, ejerciendo una gran influencia sobre el Papa en la absolución dada a Enrique IV de Francia, convertido del calvinismo al catolicismo, como forma de consolidar el trono recién conquistado, y una forma de buscar la unidad de la fe en Francia.
En mayo de 1595 moría el fundador san Felipe Neri, asistido de su discípulo Baronio. Rehusa por tres veces el nombramiento episcopal; pero no puede rechazar la designación de Protonotario Apostólico (21 noviembre 1595). Un año más tarde, en el consistorio del 5 de junio de 1596 es creado cardenal de la Iglesia con el título presbiteral de los Santos Nereo y Aquiles, la antigua e ilustre basílica, que había elegido por la necesidad de ser restaurada, con el encargo de ser Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana (BibliotecaVaticana), que le obliga a dejar la Vallicelliana.
Acompañó al papa Clemente VIII en su visita a Ferrara en 1598. En 1602 fue nombrado Abad commendatario de san Gregorio al Monte Celio.
Participó en los conclaves de 1605 en los que fueron elegidos los papas León XI y Pablo V. En ambos fue candidato papabile, pero su elección fue obstaculizada por la resuelta oposición de la Corona española, enemistada con él por las afirmaciones hechas en el volumen XI de su obra. La publicación de este tomo fue prohibida por Felipe III en los dominios de la monarquía española. Baronio era favorable a la corona francesa y publicó el Tractatus de Monarchia Sicilae contra el dominio español en la Italia meridional. La Curia romana y la mayoría de los cardenales le defendieron siempre. Poco antes de morir, expresó su gratitud a los cardenales en el tomo XII y último de sus Annales.
El cardenal Baronio se convierte en una figura primordial en la Iglesia romana, apoyando la política reconciliadora de Pablo V. Hace gran amistad con san Roberto Bellarmino; protege el inicio de varias fundaciones religiosas como la Obra de las Escuelas Pías de san Jose de Calasanz, y los Clérigos de la Madre de Dios de san Juan Leonardi, entre otras.
Viendo que su salud se debilita velozmente, se retira en 1606 a su celda de la Vallicella. Los esfuerzos por mejorar sus dolores de estómago no tienen éxito. Hasta que el 30 de junio de 1607 murió en su celda de Santa María in Vallicella, a los 69 años de edad, asistido por sus hermanos oratorianos. Treinta cardenales y multitud de fieles asistieron a las exequias celebradas en la Chiesa Nuova, en cuyo presbiterio fue sepultado. En 1624, los padres oratorianos promovieron el proceso de beatificación en su diócesis natural de Sora. El papa Benedicto XIV lo proclamó Venerable el 12 de enero de 1745.
En 1593 sucede a san Felipe Neri, que se había retirado por motivos de salud, como Superior general de la Congregación del Oratorio.
En 1594, el papa Clemente VIII le nombra su confessor personal, ejerciendo una gran influencia sobre el Papa en la absolución dada a Enrique IV de Francia, convertido del calvinismo al catolicismo, como forma de consolidar el trono recién conquistado, y una forma de buscar la unidad de la fe en Francia.
En mayo de 1595 moría el fundador san Felipe Neri, asistido de su discípulo Baronio. Rehusa por tres veces el nombramiento episcopal; pero no puede rechazar la designación de Protonotario Apostólico (21 noviembre 1595). Un año más tarde, en el consistorio del 5 de junio de 1596 es creado cardenal de la Iglesia con el título presbiteral de los Santos Nereo y Aquiles, la antigua e ilustre basílica, que había elegido por la necesidad de ser restaurada, con el encargo de ser Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana (BibliotecaVaticana), que le obliga a dejar la Vallicelliana.
Acompañó al papa Clemente VIII en su visita a Ferrara en 1598. En 1602 fue nombrado Abad commendatario de san Gregorio al Monte Celio.
Participó en los conclaves de 1605 en los que fueron elegidos los papas León XI y Pablo V. En ambos fue candidato papabile, pero su elección fue obstaculizada por la resuelta oposición de la Corona española, enemistada con él por las afirmaciones hechas en el volumen XI de su obra. La publicación de este tomo fue prohibida por Felipe III en los dominios de la monarquía española. Baronio era favorable a la corona francesa y publicó el Tractatus de Monarchia Sicilae contra el dominio español en la Italia meridional. La Curia romana y la mayoría de los cardenales le defendieron siempre. Poco antes de morir, expresó su gratitud a los cardenales en el tomo XII y último de sus Annales.
El cardenal Baronio se convierte en una figura primordial en la Iglesia romana, apoyando la política reconciliadora de Pablo V. Hace gran amistad con san Roberto Bellarmino; protege el inicio de varias fundaciones religiosas como la Obra de las Escuelas Pías de san Jose de Calasanz, y los Clérigos de la Madre de Dios de san Juan Leonardi, entre otras.
Viendo que su salud se debilita velozmente, se retira en 1606 a su celda de la Vallicella. Los esfuerzos por mejorar sus dolores de estómago no tienen éxito. Hasta que el 30 de junio de 1607 murió en su celda de Santa María in Vallicella, a los 69 años de edad, asistido por sus hermanos oratorianos. Treinta cardenales y multitud de fieles asistieron a las exequias celebradas en la Chiesa Nuova, en cuyo presbiterio fue sepultado. En 1624, los padres oratorianos promovieron el proceso de beatificación en su diócesis natural de Sora. El papa Benedicto XIV lo proclamó Venerable el 12 de enero de 1745.
Aurelio García Macías
Publicado en Pastoral Litúrgica 302 (2008) 65-69.