El Icono de la Santísima Trinidad, de Andrej Rublev

Una de las doctrinas que más han influido en la iconografía bizantina ha sido la doctrina de la Santísima Trinidad y la de la humanidad y divinidad de Cristo. Sin lugar a dudas, ambas son las revelaciones más importantes de los misterios de fe. Dios es amor, amor infinito de las tres Hispóstasis unidas en perfecta Caridad. La redención consiste en que Dios por su encarnación abraza la humanidad del hombre y, con ella, toda la creación, comunicándonos en Cristo su amor por medio del Espíritu Santo.

Muy bellamente lo muestra así el icono de la Trinidad, adoptado en la Iglesia Ortodoxa desde el Sínodo de los cien capítulos de 1551. Esta imagen de Andrej Rublev será el modelo de los pintores rusos. El icono se basa en el pasaje bíblico de los tres varones (ángeles) que se presentaron a Abraham en la encina de Mambré (Gn 18), para anunciar a Abraham y a Sara que serían padres de un varón. El logro de Rublev fue aislar este pasaje colocando las tres figuras sin representar a Abraham y Sara y pasarlo a un formato cuadrado, ya que con anterioridad no se había representado nada más que en píxides y encolpios (pectorales). Esto se nota en la estructura circular de los tres personajes de la composición, en la que se puede inscribir en un círculo perfecto y un triángulo equilátero dentro del círculo.

Por los gestos de las caras y los movimientos de las cabezas podemos localizar cuáles son cada una de las Personas divinas y la relación que guardan entre sí. Son muchos, incluso los mismos ortodoxos, lo que interpretan al personaje del centro como Dios Padre, como es el caso de Evdokimov, que ha sido uno de los escritos más influyentes en el occidente cristiano a la hora de interpretar este icono. Sin embargo, no es así, ya que si nos fijamos un poco nos daremos cuenta que la Persona divina del centro es Cristo. Este icono ha pasado a la historia como el de la Trinidad, pero en realidad la inscripción del título nos dice otra cosa. Cuando Andrej Rublev lo nombra pone en la inscripción: Cristo Salvador. No lo llama icono de la Santísima Trinidad. Aún así son muchos los que se decantan por considerar a la figura del centro como Dios Padre.

A nuestro parecer la figura del centro designa la Persona de Cristo en compañía de dos ángeles que representan las cualidades de Dios Padre (al que nadie jamás ha visto) y Espíritu Santo.

A nuestro favor podemos observar la figura del centro vestida de rojo y manto azul, y con un galón dorado en su lado derecho. El Padre nunca iría vestido con estos colores. En la tradición son los colores que hacen alusión directa a la doble naturaleza de Cristo: el rojo es la divinidad y el manto es la humanidad. Por la encarnación Cristo, Persona eterna en el seno de Padre, se hace hombre, por lo tanto su Persona divina tiene dos naturalezas: una divina y otra humana. El galón dorado hace alusión a su sacerdocio, a que es el Mesías esperado, el Ungido por el Espíritu Santo.

Si sondeamos un poco la historia de nuestro autor, nos encontramos a su maestro Teófanes el Griego, que elaboró una trinidad anterior a la del maestro Rublev en la iglesia de la Transfiguración de Novgorov. En esta el ángel del centro destaca sobre los demás y es el que lleva una cruz en el nimbo e incluso el nomina sacra del Nombre de Cristo.

Si la Persona del centro de la escena representa a Cristo hay que intentar saber quienes son los otros dos. Rublev lo representó por medio de la inclinación de las cabezas. El ángel de nuestra izquierda, a la derecha de Cristo viste completamente de dorado, color del Don del Espíritu Santo, que es vivificante y es Aquilatador de todo lo creado. Los otros dos le miran a Él. Hay otros que dicen que esta es la figura de Dios Padre. Pero es improbable que Rublev no se habría saltado un detalle: Cristo está sentado a la derecha del Padre y es algo que no se le escaparía a nadie. Nosotros interpretaremos el icono de la siguiente manera. Dios Padre es la Persona de nuestra derecha, Dios Hijo es el del centro y Dios Espíritu Santo es el de nuestra izquierda. Nos daremos cuenta que de este modo el icono nos está diciendo más de lo que nos pesamos.

En primer lugar, relacionar a cada una de las Personas con lo que hay en la parte superior del icono. Encima de Dios Padre encontramos la montaña, lugar privilegiado para sus manifestaciones en el Antiguo Testamento; lugar de la Alianza del Sinaí. Encima de Cristo encontramos la encina de Mambré, que a su vez es el árbol de la ciencia del bien y del mal, del que comieron Adán y Eva; pecado que nuestro Señor Jesús viene a redimir. También es el árbol de la Cruz, donde será clavado el Redentor. Encima del Espíritu Santo está un edificio, que es la Casa donde Dios ha hecho su Nueva Alianza, es la Iglesia, construida en este tiempo por el Espíritu Santo, por medio de los sacramentos.

A esto es lo que se dedican las Tres Personas: bendecir una copa, donde se deja ver vino y un cordero. Dios Padre y Dios Hijo miran al Espíritu Santo durante la bendición, ya que la obra de la Trinidad se refleja en su Iglesia, que se edifica con la Eucaristía. Sin embargo, puede extrañar que Dios Hijo no mire al Padre, mira al Espíritu. Sin embargo, el Espíritu Santo mira sólo al Padre, porque procede de Él y es enviado por medio del Hijo. El origen de la segunda Persona y de la tercera Persona es el Padre. Del mismo modo que este icono representa la Trinidad representa también la imagen de la Iglesia que la manifiesta a los hombres.

Sorprende en los cánones de los iconos que no se deje representar al Espíritu Santo en forma de paloma, como en Occidente. En Oriente sólo se representa como paloma en el icono del Bautismo del Señor en el Jordán, porque es imagen del Espíritu que aleteaba sobre las aguas del Génesis y signo de la reconciliación del Diluvio. En efecto, el Espíritu no es una Paloma, ya que en otra ocasión se presenta en forma de llamas de fuego, como vimos la semana anterior con el icono de Pentecostés.

Muchas veces en Occidente se representa al Espíritu Santo como una Paloma, sin aludir al Bautismo del Jordán. En alguna ocasión esto ha servido para atacar a Occidente de modalista. Sin embargo, encontramos una obra increíble en Occidente. En la Cartuja de Miraflores, en Burgos, un extraordinario retablo de Gil de Siloé, presenta a la Trinidad como tres Personas humanas. El del centro es Cristo crucificado, sostenido por Dios Padre y un joven Espíritu Santo. Por ello, no se puede acusar a la doctrina de la Trinidad de las imágenes sagradas de Occidente con un modalismo, ya que encontramos imágenes sorprendentes de la Trinidad muy cercanas al oriente cristiano.

El icono de Rublev muestra también que la redención es integración de la creación, principalmente de la humanidad, en el Amor del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Esto lo hemos visto mediante la relación de la Trinidad con la Eucaristía. La mesa alrededor de la que están sentados tiene forma de altar, incluso con un hueco reservado para las reliquias. El cáliz mencionado antes es un diskos eucarístico con la cabeza del Cordero.

La experiencia de la Trinidad en Oriente es experimentada por tres caminos: uno el del icono que hoy se nos presenta; dos, por medio de la oración; y, tres, por medio del culto divino. De modo que la mejor teología de la Trinidad es expresada en los textos del culto divino y los gestos de la liturgia, que reproduce este mismo icono.

«Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten misericordia de nosotros». «Santísima Trinidad, apiádate de nosotros; purifícanos, oh Señor, de nuestros pecados; perdónanos, oh Soberano, nuestras transgresiones; visítanos y cura nuestras debilidades, oh Santo, por amor de tu nombre».

Daniel Rodríguez Diego