Alzaos puertas eternas y entrará el rey de la gloria
En el centro del oficio del Viernes Santo está la contemplación de la pasión gloriosa de nuestro Señor Jesucristo junto a la confesión en la cruz del ladrón agradecido. En él la liturgia ve a la Iglesia y a la humanidad redimida por Cristo: "Oh Señor, tú has tomado como compañero de camino al ladrón con las manos manchadas de sangre, cuéntanos con él, oh Bueno y Amigo de los hombres! Emite un débil grito el ladrón en la cruz, pero alcanza una gran fe, en un instante fue salvado, entró el primero en el paraíso y le abrió las puertas".
Los salmos iniciales del matutino subrayan, por una parte, el poder de la noche y del enemigo y, por otra, la victoria del salmista y del cristiano sobre este mal - el mundo y el propio corazón - gracias a la pasión de Cristo. Uno de los troparios coloca la presencia de la Madre de Dios ante la pasión de Cristo: "Viendo al propio cordero conducido al matadero, María, la cordera, lo seguía con las otras mujeres, consumida por el dolor y decía así: ¿Dónde vas, hijo? ¿Porqué cumples esta carrera velozmente? ¿Quizás hay otras bodas en Caná y allí te apresuras para convertir de nuevo el agua en vino? ¿Voy contigo, hijo? O mejor, ¿me quedo contigo? Dime una palabra, tú que eres la Palabra, no pasas junto a mí en silencio".
Ante la cruz que se encuentra expuesta en medio de la iglesia se canta de nuevo el tropario: "¡Hoy es colgado en el leño aquel que ha colgado la tierra en las aguas!". Sigue un conjunto de perícopas evangélicas, y cuando se narra la llegada de José de Arimatea que toma el cuerpo de Jesús, el Sacerdote lo depone de la cruz envolviéndolo en un lienzo y lo coloca bajo el altar para significar la sepultura. El icono de Cristo muerto y depuesto de la cruz, con las santas mujeres alrededor - llevado en procesión y, luego, colocado en la tumba rociada de flores y perfumes - es venerado por los fieles.
El oficio del matutino del Sábado santo, celebrado la tarde del viernes, es una de las celebraciones más populares y más bellos y profundos del año litúrgico bizantino. Los troparios enmarcan la teología de este día: "Cuando descendiste en la muerte, oh vida inmortal, entonces el Hades fue degollado por el fulgor de tu divinidad. Y, mientras hacías resurgir a los muertos de los abismos subterráneos, todas las potencias de los cielos cantaban: Oh Cristo, que das la vida, oh Dios nuestro, gloria a ti!". En esta liturgia el pueblo alrededor de la tumba es el verdadero celebrante, que asume el dolor, el llanto, el gozo, mientras que el sepulcro se convierte en el centro de la Iglesia y del universo.
En la noche de Pascua la celebración se inicia en la iglesia, a oscuras, con el canto del oficio de medianoche y, seguidamente, con el rito del lucernario, con la luz tomada de la lámpara que está sobre el altar, es decir, de la tumba de Cristo. Se cantan, entonces, en el exterior de la iglesia que permanece cerrada, el Evangelio de la resurrección y el tropario pascual: "Cristo ha resucitado de entre los muertos. Con la muerte ha vencido a la muerte y a aquellos que estaban en los sepulcros les ha dado el don de la vida". Este canto marcará el ritmo de toda la noche y de todo el tiempo de Pascua.
Ante las puertas de la iglesia, que están cerradas, tiene lugar uno de los ritos más cargado de símbolos: el sacerdote con la cruz golpea la puerta de la iglesia cerrada que representa el Hades, lugar donde Cristo desciende el Sábado Santo, o el paraíso donde somos introducidos por Cristo mismo, cantando las palabras del salmista: "Alzad príncipes, vuestras puertas; alzaos, puertas eternas, y entrará el rey de la gloria"; desde dentro de la iglesia se responde a estas palabras con otro versículo del mismo salmo: "¿Quién es este Rey de la gloria?". A la tercera vez las puertas de la iglesia se abren de par en par y la comunidad entra en una iglesia que ya no está a oscuras, sino llena de flores, perfumes y luces; una iglesia donde el iconostasio, el paso del cielo a la tierra, está abierto.
El canon de la noche de Pascua es obra de San Juan Damasceno, con troparios tomados de San Gregorio de Nacianzo, un texto que nos invita a contemplar y a regocijarnos en el misterio de la Pascua del Señor: "Purifiquemos los sentidos y veremos a Cristo en la luz inaccesible de la resurrección. Venid, bebamos una bebida nueva, brotada prodigiosamene no de la piedra estéril sino del sepulcro de Cristo. Has descendido a la profundidad de la tierra, has roto las cadenas eternas que ataban a los prisioneros".
La resurrección del Señor es la nueva creación, porque hoy él crea de nuevo a Adán, lo toma por la mano y lo porta al paraíso. El día de la resurrección es el día de la luz y de la iluminación de los hombres que debe portar a la reconciliación: "Revistámonos de luz para la fiesta y abracémonos los unos a los otros y llamemos también hermanos a aquellos que nos odian. Perdonémoslo todo por la resurrección".
(Publicado por Manuel Nin en L'Osservatore Romano el 12 de Abril de 2009; traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)
(Imágenes del Pontificio Colegio Griego de Roma)