Aquél que creó a Adán es tenido en brazos como Niño
En las Iglesias orientales la Fiesta del 2 de Febrero subraya el encuentro entre la humanidad y la divinidad. Testimoniada ya por Egeria a finales del siglo IV, la Fiesta entrará en Constantinopla en el año 542 tras una terrible epidemia. Román "el Melódico", muerto en el 555, tiene un solo kontákion para esta fiesta.
La introducción da la dimensión cristológica de la Fiesta: "Desde lo alto de los cielos lo vieron los incorpóreos y dijeron: Hoy asistimos a un espectáculo maravilloso y extraordinario. Aquél que creó a Adán es tenido en brazos como Niño, Aquél que es inconmensurable es estrechado entre los brazos de aquel anciano. Aquél que es transportado sobre los hombros de los queribines ha hecho morada entre los hombres. Aquél que plasma a los niños en el seno de las madres se hace niño en una Virgen, y permanece unido al Padre y al Espíritu Santo, eterno junto a ellos".
Román da, entonces, la palabra a María que, imagen de la Iglesia misma, profesa la divino-humanidad de Aquél que porta en brazos: "¿Qué apelativo encontraré para Tí, Hijo mío? ¿Te diré hombre perfecto? Pero yo sé que fue divina tu concepción. Y si te llamo Dios, me sorprendo viéndote en todo semejante a mí. ¿Debo ofrecerte mi leche o mi alabanza? Tus hechos te proclaman Dios sin tiempo, aunque te hayas hecho hombre, oh amigo de los hombres".
Entonces el anciano Simeón se vuelve a Cristo que sostiene en sus brazos. Sus palabras demuestran gozo y temor "porque con los ojos del alma veía las filas de los ángeles y arcángeles que cantaban la gloria de Cristo. Y rezando decía: Protégeme y no me consumas, Tú que eres fuego de la naturaleza divina y único amigo de los hombres".
Como en una Anáfora Eucarística viene entonces descrito el Misterio de la Redención: "Tú eres la imagen absolutamente perfecta de la incomprensible sustancia del Padre, la luz inaccesible, el sello inmutable de la divinidad, Tú que existes desde la eternidad y has creado cada cosa, Tú que en un tiempo acogiste la ofrenda de Abel y de los otros justos tuyos. Grande y glorioso eres Tú, engendrado del Altísimo de un modo inexpresable, ¡oh santísimo Hijo de María! Yo te proclamo uno, visible e invisible, finito e infinito; te conozco y te creo eterno Hijo de Dios según naturaleza, pero también te declaro Hijo de la Virgen más allá de la naturaleza".
Simeón explica a María lo que acaece y acaecerá por medio de Ella: "Permanece estupefacta la Virgen y a Ella el anciano dice: Todos los profetas han anunciado a tu Hijo, que has engendrado sin concurso de varón. De Tí hablaba el profeta, por que la puerta cerrada eres Tú, Madre de Dios!. A través de Tí ha entrado y salido el Señor. Tu Hijo es la Vida, la Redención y la Resurrección de todos nosotros. Él ha venido porque quiere levantar a los caídos rescatando de la muerte a sus criaturas".
Y entonces se vuelve Simeón a Cristo: "Mantén la promesa de tu palabra, oh Verbo, mándame junto a Abrahám y los Patriarcas. Queriendo que Enoch y Elías no probasen la muerte, oh Señor, te has complacido de llevarlos fuera de esta tierra de un modo misterioso a fin de que fueran a un lugar lleno de luz y sin llanto. Así como te he visto físicamente y he tenido el privilegio de tenerte en brazos, pueda yo ver tu gloria junto al Padre y al Espíritu Santo, ya que permaneces allá arriba a la vez que desciendes entre nosotros".
La respuesta de Cristo es un preanuncio del descenso de Cristo al Hades, lo cual el mismo Simeón profetiza: "Y el Rey celeste responde: Del mundo caduco te mandaré a la morada eterna, oh hijo amado. Yo te mando a Moisés y a los demás profetas: y a ellos anunciales que Yo, Aquél del cual ellos habían hablado, he aquí que he llegado y he sido parido por una Virgen. Pronto regresaré para rescatarlos a todos, Yo que soy el amigo de los hombres".
(Publicado por Manuel Nin en l'Osservatore Romano el 2 de Febrero de 2011;
traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)