El Sinaxario Bizantino en la Cuaresma de Navidad.

Los profetas y los santos que anuncian la Encarnación de Cristo

En la Tradición bizantina, a mitad de Noviembre se inicia la Cuaresma de Navidad, una preparación hecha en un modo discreto y humilde. Diversas celebraciones marcan el camino: la Concepción de Santa Ana; la Conmemoración de profetas, doctores, monjes, los dos Domingos antes de la Navidad llamados de los progenitores y de los santos Padres. La liturgia bizantina prepara la humillación (kénosis) del Verbo de Dios en la humildad de la liturgia. El Sinaxario de Diciembre recurre a la Madre de Dios, los profetas, los mártires, los obispos, los monjes, como si la Liturgia quisiese reunir estos grandes cristianos- y a nosotros con ellos- para preparar y testimoniar el misterio de la Encarnación.
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La Madre de Dios está presente en la Fiesta de la Concepción de Santa Ana, "madre de la Madre de Dios", que contempla la bendición de Dios sobre Joaquín y Ana, con la Divina Maternidad de María: "Unos esposos engendran la venerable y divina ternera de la cual de modo inexplicable procederá el ternero cebado, inmolado por el mundo entero; el extraordinario misterio, profetizado desde la eternidad, se muestra hoy en un infante en el regazo de la casta Ana: es María, la divina niña, preparada para ser morada del Rey Universal de los siglos y para recrear nuestra estirpe".
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Cinco profetas- Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Daniel- son celebrados con los tres jóvenes Ananías, Azarías y Misael, como aquellos que han preanunciado el Adviento de Cristo: "Permaneciendo en su divina venganza, el venerable Habacuc ha escuchado el misterio inefable de tu Adviento entre nosotros, oh Cristo, y profetiza el anuncio que de Tí se hará, ya que ve anticipadamente a los sabios apóstoles como caballos que perturban el mar de los gentíos". Daniel y los tres Jóvenes son presentados como modelos de vida íntegra y de virtud, "que, no siendo de oro por naturaleza, se revelan más probados que el oro: de hecho, no los fundió el fuego del horno, sino que los conservó ilesos". Y Daniel es cantado como el profeta de la divinidad de Cristo y de la Divina Maternidad de María: "Se honra ahora a Daniel, grande entre los profetas: él ve, de hecho, a Cristo Dios nuestro como piedra tallada, no por mano humana, sino salida del monte, que es la pura Madre de Dios".
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Cuatro mártires- Bárbara, Lucía, Sebastián, Bonifacio- son recordados en Diciembre. Para Bárbara la Liturgia Bizantina subraya el papel de la cruz donde la mártir, como Cristo, vence la muerte. Y de Lucía, el Tropario de la fiesta pone en evidencia la dimensión esponsal de la mártir, de la Iglesia y del alma de todo cristiano: "A Tí, esposo mío, te deseo, y para encontrarte combato; estoy crucificada contigo y sepultada contigo en el Bautismo; sufro contigo para poder reinar contigo, y muero contigo para vivir contigo".
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Grandes Obispos y Padres de la Iglesia- Juan Damasceno, Nicolás de Mira, Ambrosio de Milán, Espiridión e Ignacio de Antioquia- son reunidos en este periodo. El Damasceno es presentado como teólogo y cantor de la fe: "Sapientísimo padre Juan, has hecho bella la Iglesia con himnos, cantando con gran inspiración, tocando tu cítara, oh Padre, por el poder del Espíritu, a imitación de aquella armoniosísima de David". De Nicolás la Tradición Bizantina resalta la figura de taumaturgo e intercesor: "Pastores y maestros, juntémonos para alabar el pastor que emula al Buen Pastor: los enfermos haciendo elogio del médico; los que están en peligro, del liberador; los pecadores, del abogado; los pobres, del tesoro; los afligidos, del conforto; los viajantes, del compañero de viaje; aquellos que están en el mar, del piloto".
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Ambrosio, uno de los pocos Padres Latinos del Sinaxario Bizantino, es presentado como defensor de la verdadera profesión de fe de la Iglesia: "Padre santo, sacratísimo Ambrosio, lira que canta para todos nosotros la melodía salvífica de las correctas doctrinas, cítara sonora del divino Paráclito; instrumento inconmensurable de Dios, tú proclamas con claridad un único Hijo con dos Naturalezas, hecho carne, que nos ha sido manifestado por los invitados a la boda, y que es sustancial al Padre coeterno y a Él naturalmente unido; ha reprimido así, con el poder del Espíritu, la blasfemia locuacidad de Arrio".
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Ignacio de Antioquía es celebrado casi a las puertas de la Navidad con un entrelazado de textos inspirados o tomados de sus cartas: "Oh herido de la caridad perfecta, cuando la fulgurante pasión inflamó tu alma, oh sacratísimo, acelerándote, oh Padre, el ir hacia el Soberano, gritaste aquella palabra digna de ser celebrada: Trigo del Creador soy, y necesita que sea triturado por los dientes de las fieras, para que sea purísimo pan para nuestro Verbo Dios".
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Entre los santos monjes de este periodo- Sabas, Patapio, Daniel el Estilita- es celebrado de modo especial san Sabas, "similar a los ángeles, compañero de los santos, consorte de los profetas, coheredero de los mártires y de los mártires, lámpara inextinguible de la continencia, tersísima luminaria de los monjes, resplandeciente por los fulgores de la caridad".
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La Madre de Dios, los profetas, mártires, Padres y monjes son, por tanto, los puntos de referencia para la celebración y la contemplación de la Encarnación del Verbo, el nuevo niño y Dios antes de todos los siglos.
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(Publicado por Manuel Nin en L'Osservatore Romano el 13-XII-2009; traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)