De entre las curiosidades litúrgicas cabe destacar e importante objeto que hoy encontramos en Museos o retirado en las sacristías. Algunos lo confunden con piadosas imágenes en metal, o con un icono, pero la verdad es que fueron un verdadero signo litúrgico y los protagonistas del ósculo de la Paz.
Este objeto está ligado a la transformación del Rito de la Paz. Fue la reducción un tanto ridícula, aunque se comprenden los motivos históricos, de un rito fundamental en el Ordinario de la Misa, como es el Rito de la Paz. Cabría hablar de la teología del beso en la liturgia, de lo que hay alguna tesis doctoral sobre el tema. Lo curioso es que si bien el beso de la Paz en los primeros siglos, fue tan natural, con el paso del tiempo se minimizó hasta desaparecer o simplemente fue reducido al beso del Portapaz. El ósculo Santo de la Paz viene citado varias veces en el Nuevo Testamento. Era expresión de comunión y la sacralidad de ver a Cristo en el hermano; también significaría la reconciliación, el perdón, etc.
En la Iglesia primitiva el signo de la Paz estaba situado antes de la presentación de las ofrendas. Hoy son varias las conferencias episcopales que están estudiando la posibilidad de recuperar el momento previo a la presentación de las ofrendas para situar el rito de la Paz.
Pero retornando al tema del Portapaz en cuanto objeto litúrgico de uso habitual, era de metal u otro material generalmente noble, del tamaño de la palma de la mano, solían tener una imagen de Cristo Crucificado, de la Virgen María o de algún Santo. La parte de atrás del Portapaz tenía una adaptación a la curva de la mano para poder sostenerlo cómodamente y poderlo dar a besar a los fieles durante el rito de la Paz.
La separación en la asamblea litúrgica de hombres y mujeres propició la aparición de los “osculatorium” o “instrumenta Pacis”. Los más antiguos que se conservan datan del S. XV.
El antecedente todavía más remoto de los “osculatorium” es la patena de la oblata Eucarística. En el siglo XI se relata que a las palabras “da propitius pacem” el Papa besaba la patena transmitiendo la Paz al clero, incluso se besaba la hostia. Con esto se significaba que Cristo es la fuente de la Paz, por otro lado es el saludo de Cristo resucitado a sus apóstoles. A veces, eran los libros litúrgicos los que servían de Portapaz, especialmente el Evangeliario. El antiguo ceremonial de los Obispos menciona el uso de los oscilatorios.
En el momento de la Paz, los ministros pasaban el Portapaz dándolo a besar, otras veces los mismos fieles lo pasaban de mano en mano. La reforma litúrgica propiciada por el Concilio Vaticano II le ha ido devolviendo al rito de la Paz su sentido y su esplendor.
Manuel Flaker