No es extraño encontrar, también entre personas de fe y de iglesia, la idea de que el año litúrgico, es sólo la cristianización de antiguas formas paganas de culto. Desde este planteamiento, se pone en duda el origen nítidamente cristiano de fiestas como la Navidad, el nacimiento de San Juan Bautista (24 de Junio), o la fiesta de Todos los Santos. Es cierto, que cada una de estas fiestas necesitaría un estudio propio, y en ellas descubrimos lenguajes culturales y antropológicos comunes en todas las religiones. Estos lenguajes culturales son conocidos por antropólogos, psicólogos, teólogos e historiadores de la religión. Se trata de los ciclos del sol, de la luna y de las estrellas, de los solsticios y los equinocios.
En la Noche de Pascua el sacerdote al signar la vela del Cirio dice que Cristo es el Señor del tiempo y de la eternidad. Esta afirmación no es sólo una imagen simbólica, sino también real. El Catecismo de la Iglesia Católica, cuando habla de la Pascua de Cristo la sitúa en el centro del tiempo diciendo, que es el acontecimiento siempre actual, que no pasa nunca y atrae todo hacia la vida. Esta verdad propia del Cristianismo se ha expresado en lenguajes culturales compresibles al hombre. Veamos dos ejemplos.
El primero es la decoración de la bóveda del mausoleo de Galla Placidia en Ravena, (la imagen que está como cabecera). Es una representación de la Cruz Gloriosa, en medio de un círculo de estrellas y en las pechinas el tetramorfos (Leon, águila, hombre, toro). ¿Qué expresa está imagen? Muestra lo que nos da la eternidad: la cruz. Esta cúpula representa la visión del cielo nocturno. Un marino sabría inmediatamente lo que estoy diciendo. El cielo nocturno gira en torno a un punto inmóvil. En el hemisferio norte, este punto es la Estrella Polar, en cambio, en el hemisferio sur, el cielo sigue girando, pero entorno a un punto vacío, llamado la cruz del sur. El hombre, al alzar la vista al cielo de la noche, en el movimiento celeste, experimenta el paso del tiempo, que le lleva irreversiblemente a la muerte. Pero a la vez, le da otra certeza: hay un punto que no se mueve; alcanzar ese punto representaría alcanzar la eternidad. Pues esa eternidad, dice el decorador de la cúpula, ha sido alcanzada por la Cruz de Jesucristo, en ella nos podemos librar del paso del tiempo para vivir siempre en Dios. Se refuerza esta idea con animales del tetramorfos, que no sólo representan los Evangelistas, sino también las constelaciones de los equinocios y los solsticios.
El segundo ejemplo, lo encontramos en las homilías sobre los salmos de Asterio el Sofista, escritor cristiano arriano del siglo IV. Asterio comentando el salmo II lo refiere a la traición de Judas diciendo: El justo ha fallado, ha acortado el reloj (orologión) de los Apóstoles. Del día de doce horas (duodekaron) de los discípulos ha hecho uno día de once horas. Ha privado de un mes el año (eniauton) del Señor. Y por eso es en el salmo undécimo se cuenta la lamentación de los Once sobre el Duodécimo” Y más adelante, apropósito del abandono de los Apóstoles, nuestro escritor dice: “Con las tres (de la tarde), todas las demás horas de los Apóstoles huyeron del día. Las horas del día se convirtieron en las horas de la noche durante la Pasión, cuando el propio día, que es imagen de los Apóstoles, fue cambiado”. Nos encontramos una alegoría en la que compara los Apóstoles con las doce horas del día y los doce meses del año. Esto no sólo lo hace Asterio, autor secundario cristiano, sino también el gran Ambrosio de Milán, en su exposición del Evangelio según San Lucas: “Si toda duración del mundo es como un solo día, sus horas hay que contarlas por siglos, Puesto que el día tiene doce horas, en un sentido místico, Cristo es el verdadero Día. Tiene sus doce Apóstoles, que ha resplandecido con la luz celestial en quienes la gracia tiene sus diferentes fases”.
De lo expuesto vislumbramos, queridos lectores, que existe una concepción Cristiana propia del tiempo y del año. Cristo es el verdadero Sol, el verdadero día, el verdadero año. Hace unos años el entonces cárdenal Ratzinger, hoy el papa, decía que, entorno a Cristo, verdadero Sol, igual que la luna recibe la luz del Sol se ordenan, en el año litúrgico, la memoria de los santos y la fiestas de la Virgen María. De manera que, en el año litúrgico los santos son los nuevos signos zodiacales cristianos en los que ser refleja la bondad de Dios. Por lo tanto, hay que tener cuidado cuando se afirma que ciertas festividades cristianas no son tales sino paganas porque podemos cometer errores científicos, derivados de no conocer con amplitud el lenguaje de la revelación cristiana, o también errores metodológicos, como confundir los lenguajes culturales universalmente presentes, con la novedad de la revelación Cristiana que irrumpe dando sentido a lo que sienten, viven y piensan los seres humanos.
Pedro Manuel Merino Quesada