La campana forma parte del ajuar litúrgico al servicio divino en la Iglesia. Popularmente siempre se ha identificado la campana con la Iglesia. Ya desde el S. V. hay referencias del uso de las campanas en Francia. Pero antes que la Iglesia las asumiera y les diera un estilo propio hay datos que reseñan su uso desde mucho antes. En la Grecia clásica los discípulos de Pitágoras decían: “que el bronce resuena con todo el espíritu divino”. En el año 513 el monje Cesáreo promulgó una regla en Arles, donde se hacía una referencia al toque de las campanas. Hay muchos estilos y formas que pueden tener las campanas : de perfil esquilonado tipo colmena o de perfil romano. Por su tamaño si es pequeña se le llama “tintinnabulum” o de gran tamaño llamada “signum” que es el término latino habitual para designar las campanas. El “symandrum” es una plancha de madera de gran tamaño que se golpeaba con un martillo y que todavía se usa en los monasterios orientales. En la antigüedad el rito de bendición de la campana era complejo y evocaba el sacramento del bautismo, de hecho la gente decía “el bautismo de la campana”. El rito tenía los siguientes momentos: exorcismo del metal, lavatorio, imposición del nombre, padrinos, unciones, incienso, canto, etc. De manera que dicha bendición daba a la campana la sacralidad para que fuera la “Vox Dei En el rito hispano-mozárabe la bendición de la campana tenía dos partes: la primera parte consistía en el exorcismo durante la fundición del metal alejando a los espíritus del mal para que su fundición fuea perfecta y duradera. La segunda parte era la bendición propiamente dicha. Veamos aquí algunos apartados de una bendición medieval hallada en el Monasterio de Silos. Dice así: “Señor Dios Todopoderoso, que mandaste a tu servidor Moisés que hiciera trompetas cuyo sonido claro y suave llamara al pueblo, peregrino hacia las tierras prometidas, para que las gentes acudieran a celebrar las fiestas, para que comenzasen a caminar, así como para destruir a sus enemigos, figurando con ello una Iglesia nueva y universal…” “ Que sus toques nos sirvan para no olvidar tus mandatos …” “Que el sonido de estas campanas, oh Señor, aleje a los que nos quieren hacer daño; que sirvan de consuelo a los enfermos y a los tristes…” . La oración es elocuente para expresar el papel que las campanas tenían en la liturgia, su sacramentalidad y sacralidad eran evidentes. La antigua oración de exorcismo decía igualmente: “exorcismos ad congregandum signum Basilicae”… “espíritu malvado desaparece y huye rapidamente de este metal, para que con la ayuda de Dios sea sonoro y fuerte…”.
En 1.594 la congregación de ritos declaró que el uso de las campanas no podía ser profana aunque dispensó para causas de pública utilidad. No pueden tocarse para reunir a la gente en asambleas de índole política o fiestas laicas. El pontifical romano actual en los numerales 1.150-1.153 y 1.155-1158 nos da la liturgia actual de la bendición de las campanas. Me llama la atención el Evangelio indicado para este momento: Mc.16,14-16. 20: “id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación”. Esto hace alusión a que las campanas evocan la voz de los heraldos del evangelio que llevan la buena noticia a toda la creación.
Según la dimensión o la mezcla del bronce con algún otro metal cada campana da con su sonido una nota musical, hay campanas en do, en re, en mi, etc. Hay todo un código de toques según la liturgia o las circunstancias del momento. En la tradición era el ostiario el encargado de tocar. En algunos lugares se prohibía a las mujeres tocar las campanas por aquello que decía San Pablo: “mulieres in ecclesia taceant”. Es obvio que esta costumbre fue abolida por razones evidentes
Según la dimensión o la mezcla del bronce con algún otro metal cada campana da con su sonido una nota musical, hay campanas en do, en re, en mi, etc. Hay todo un código de toques según la liturgia o las circunstancias del momento. En la tradición era el ostiario el encargado de tocar. En algunos lugares se prohibía a las mujeres tocar las campanas por aquello que decía San Pablo: “mulieres in ecclesia taceant”. Es obvio que esta costumbre fue abolida por razones evidentes
Manuel Flaker