Natividad de san Juan Bautista. Rito hispano-mozárabe.

Comentario a las lecturas

Profecía: Jer 1, 4-12. 17-19. Vocación de Jeremías.
Psallendum: Sal 21, 10s; 70, 6
Apóstol: Gal 4, 22-5, 1. Alegoría de los dos Testamentos: Agar y Sara.
Evangelio: Lc 1, 5-25. 39-45. 56-80. Concepción de Juan el Bautista.

Esta fiesta del 24 de junio figura en el Calendario de Carmona, probablemente del siglo VI, pero también aparece la del martirio, el 24 de septiembre (no el 29 de agosto), que debía ya celebrarse en época visigoda pues aparece en el Oracional Tarraconense.
Parece que no es aventurado atribuir a san Ildefonso de Toledo los textos para las misas y oficios de san Juan Bautista, que guardan entre sí notables parecidos.
Esta fiesta del 24 de septiembre, al parecer de origen occidental, fue la más importante en época visigoda; no es fácil decir en qué momento comenzó a celebrarse en España, pues aunque se atribuyan a san Ildefonso los actuales textos podía venirse celebrando desde mucho tiempo antes; en África lo venía siendo desde el siglo V, según algunos testimonios.

En este día no hay oración o canto del misal que no haga referencia a Juan el Bautista. La singularidad de este santo en la vida de Cristo queda también reflejado en el año litúrgico hispano-mozárabe: además de celebrar su nacimiento según la carne y su dies natalis a la vida eterna, se celebra también el domingo precedente a su nacimiento, interrumpiendo la sucesión de domingos de Cotidiano.

El evangelio, como era de esperar, nos narra el anunció de Gabriel, el nacimiento y la acción de gracias de su padre Zacarías, el Benedictus. De este modo, el evangelio presenta de antemano los temas que serán desarrollados y profundizados en la eucología. La vocación de Jeremías sirve de modelo para explicar la vocación del Bautista. Ambos fueron consagrados antes de su nacimiento y fueron constituidos profetas (cf. Jer 4, 5). Ambos hablaron en nombre de Dios, que les dio autoridad sobre los pueblos (cf. Jer 4, 9s). Ambos dicen lo que Dios les manda a decir (Jer 4, 17). El psallendum recoge el tema central de la profecía para ponerlo en boca de la asamblea: «desde el vientre de mi madre eres tú mi Dios» (Sal 21, 11).

El Apóstol del día tiene un doble nivel de interpretación. El más afín con la temática del binomio profecía-psallendum es la cita interpolada de Is 54, 1, donde la esterilidad de Isabel se convierte en alegría. El otro nivel de interpretación es la temática propia de la carta a los Gálatas. La cita de Isaías, puesta dentro del contexto del nacimiento del Bautista puede ser problemática: «tú que no sufres dolores de parto» (Gál 4, 27). El sentido literal del texto en su contexto histórico queda claro, pero hay que tener en cuenta el Apóstol de este día pudo haber sido elegido por esta interpolación de Isaías, lo que dejaría a Isabel al nivel de su prima María. La tendencia a la asimilación Juan-Cristo tomaría cuerpo en su contexto precedente, Isabel-María. Ni la eucología ni el resto de la Liturgia de la palabra aclaran esta elección del LC. El otro nivel interpretativo tiene que ver con el sentido de las Escrituras. La eucología dirá que el Precursor esclarece el sentido de las antiguas figuras. Su misión es la de iluminar. La elección de Gál 4, 22-5, 1 explica la misión exegética de Juan en un contexto interesante. También su sentido histórico-cultural queda rebasado por la comprensión espiritual de la Escritura de la época Patrística, que ve en la alegoría lo que se ha de creer. Dentro de la llamada exégesis de los cuatro sentidos de la Escritura, sintetizada en una frase medieval, la alegoría es la exégesis de los contenidos dogmáticos : Littera gesta docet; quid credas, allegoria; moralis, quid agas; quo tendas, anagogia. Y alegoría tiene que ver con el desvelamiento de los misterios, munus propio del Precursor.

La elección de Gál 4 tiene, además, otros sentidos. Establece una nueva asimilación: Pablo-Juan Bautista. En primer lugar –y esto salta a la vista en la lectura del Apóstol–, ambos son exégetas espirituales de la Escritura. Pero en la vocación de ambos está la iluminación como tema común. Así en Pablo: «Pero mientras iba de camino le sucedió, al acercarse a Damasco, que de repente le envolvió de resplandor una luz del cielo. Y cayendo en tierra oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» (Hch 9, 3s). Ambos son también enviados de Dios : ángel y apóstol. El Apóstol del día tiene otro sentido: la Iglesia es el Pueblo libre de Dios, heredero de la promesa. El Sinaí, Agar, son tipos de la Sinagoga, la Jerusalén terrena. La Jerusalén de arriba, de la que Sara es figura, es la heredera de la promesa. Y es que la Jerusalén terrena se limitaba a una exégesis literal, a la letra de la Ley (cf. Rm 2, 25-29; 7, 6; 2Cor 3, 6). La Jerusalén de arriba, la Iglesia, realiza una exégesis espiritual de la palabra de Dios.

Adolfo Ivorra