6 de noviembre: «Memoria de los Mártires del Siglo XX»



Beato Florentino Asensio, Capilla de la CEE
Entre los “Materiales sobre Liturgia” de la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia Episcopal Española encontramos los textos litúrgicos, en latín y en español, de la Memoria Obligatoria de los «Mártires del siglo XX en España», que se celebra el día 6 de noviembre.

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6 de noviembre

Santos Pedro Poveda Castroverde,
Inocencio de la Inmaculada Canoura Arnau, presbíteros,
y compañeros, mártires

Memoria

Misal

Del Común de mártires: de varios mártires.

Colecta

Dios, Padre nuestro,
que a los santos Pedro e Inocencio, presbíteros,
y compañeros, mártires,
con la ayuda de la Madre de Dios,
los llevaste a la imitación de Cristo
hasta el derramamiento de la sangre,
concédenos, por su ejemplo e intercesión,
confesar la fe con fortaleza, de palabra y de obra.
Por nuestro Señor Jesucristo.


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Leccionario

Del Común de mártires.

Primera Lectura      Ap 12, 10-12a: «No amaron tanto su vida que temieran la muerte».
                                   Yo, Juan, oí una gran voz del cielo... 12 hasta y los que moráis en                              sus tiendas.

Salmo resp.              Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6
                                   R/. (5): Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.

Aleluya                     Jn 12, 25: El que se aborrece a sí mismo en este mundo,
                                                     se guardará para la vida eterna

Evangelio                 Mt 10, 28-33: «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo».
                                    En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: – «No tengáis miedo...


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Liturgia de las Horas

            Los Santos Pedro, presbítero diocesano y fundador de la Institución Teresiana, e Inocencio de la Inmaculada, religioso pasionista, encabezan la multitud de santos y beatos, obispos, sacerdotes, consagrados y laicos, que dieron a Cristo el testimonio supremo del amor, martirizados en odio a la fe en España, entre 1931 y 1939, durante la persecución religiosa contra la Iglesia.

Del Común de varios mártires.

                                                           Oficio de lectura

Segunda Lectura

De los sermones de san Agustín, obispo.

(Sermón 335, 1-2: PL 38, 1470)

El significado del martirio

            Tratándose de la fiesta de los santos mártires, ¿de qué podemos hablar mejor que de la gloria de los mismos? Ayúdenos el Señor de los mártires, puesto que él es su corona. Hace poco escuchamos al bienaventurado apóstol Pablo que pregonaba el grito de los mismos mártires: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? Tal es el grito de los mártires. ¿La tribulación? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿Los peligros? ¿La espada? Porque está escrito: «Por ti somos mortificados todo el día y considerados como ovejas de matadero». Pero en todas estas cosas vencemos por aquel que nos amó.
            Éste es el grito de los mártires: soportarlo todo, no presumir de sí mismos y amar a quien es glorificado en los suyos, para que quien se gloríe, se gloríe en el Señor. Ellos conocían también lo que hace poco hemos cantado: Alegraos en el Señor y exultad, justos. Si los justos se alegran en el Señor, los injustos no saben alegrarse más que en el mundo.
            Pero éste es el primer ejército que hay que vencer: primero hay que vencer al placer y luego al dolor. ¿Cómo puede superar la crueldad del mundo quien es incapaz de superar sus halagos? Este mundo halaga prometiendo honores, riquezas, placer; este mundo amenaza sirviéndose del dolor, la pobreza y la humillación. Quien no desprecia lo que él promete, ¿cómo puede vencer sus amenazas? Las riquezas causan su propio deleite; ¿quién lo ignora? Pero la justicia lo tiene aún mayor.
            El Apóstol pasó ciertamente por alto todos los halagos del mundo, y quiso que los recordases tú, el halagado por el mundo. ¿Por qué? Porque anunciaba de antemano los combates de los mártires; aquellos combates en que vencieron la persecución, el hambre, la sed, la penuria, la deshonra y, por último, el temor de la muerte y al más cruel de los enemigos.
            Mas considerad, hermanos, que todo es obra del arte de Cristo. El Apóstol nos invita a preferir el amor de Cristo al del mundo. ¿Cuántas estrecheces han de pasar quienes quieren robar cosas ajenas? ¿La persecuciónNi la persecución los quiebra. El avaro dice en su corazón lo que quizá no se atreve a decir con su lengua: ¿Quién nos separa de la ambición del oro? ¿La tribulación? ¿La angustia? ¿La persecución? También los avaros pueden decir al oro: «Por ti somos llevados a la muerte día a día».
            Con razón, pues, dicen los santos mártires en el salmo: Júzgame, ¡oh Dios! y distingue mi causa de la de la gente malvada. Distingue, dijo, mi tribulación, pues tribulaciones las sufren también los avaros. Distingue mis angustias, pues las sufren también los avaros. Distingue mis persecuciones, pues las sufren también los avaros. Distingue mi hambre, pues, con tal de adquirir el oro, la sufren también los avaros. Distingue mi desnudez, pues por el oro se dejan desnudar también los avaros. Distingue mi muerte, pues por el oro mueren también los avaros.
            ¿Qué significa: Distingue mi causa? Por ti somos llevados a la muerte día a día. Ellos sufren todo eso por el oro, nosotros por ti. La pena es igual, pero distinta la causa. Si la causa es distinta, la victoria está asegurada. Por tanto, si miramos a su causa, amaremos estas fiestas de los mártires. Amemos en ellos no sus sufrimientos, sino la causa de los mismos; pues, si amamos solamente sus sufrimientos, encontraremos a muchos que sufren cosas peores por causas malas.
            Pero fijémonos en la causa; mirad la cruz de Cristo; allí estaba Cristo y allí estaban los ladrones. La pena era igual, pero diferente la causa. Un ladrón creyó, otro blasfemó. El Señor, como en el tribunal, hizo de juez para ambos; al que blasfemó lo mandó al infierno; al otro lo llevó consigo al paraíso. ¿Por qué esto? Porque, aunque la pena era igual, la causa de cada uno era diferente. Elegid, pues, las causas de los mártires si queréis alcanzar la palma de los mártires.

Responsorio                                                                                  cf. Mt 5,44-45.48; Lc 6,27

            V/. Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian y rezad por los que os persiguen. * Así seréis hijos de vuestro Padre que está en los cielos.
            R/. Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto. * Así seréis.

La oración como en Laudes.

Laudes

            Benedictus, ant. Una multitud innumerable de mártires perseveró en el amor fraterno, porque tenían un mismo espíritu y una misma fe.

Oración

            Dios, Padre nuestro, que a los santos Pedro e Inocencio, presbíteros, y compañeros, mártires, con la ayuda de la Madre de Dios, los llevaste a la imitación de Cristo hasta el derramamiento de la sangre, concédenos, por su ejemplo e intercesión, confesar la fe con fortaleza, de palabra y de obra. Por nuestro Señor Jesucristo.

Vísperas

            Magníficat, ant. Oh dichosa Iglesia nuestra, ennoblecida por la gloriosa sangre de los mártires de Cristo.

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