Nuestros humildes compañeros
El 8 de noviembre se celebra en el calendario bizantino la
“sinaxis de los príncipes del ejército celestial, Miguel, Gabriel y demás
potencias celestiales e incorpóreas”. El origen de la fiesta se puede vincular
a la dedicación de alguna iglesia a los ángeles o a Miguel o Gabriel, invocados
como intercesores y custodios de los hombres: "Jefes supremos de los
ejércitos celestiales, indignos os suplicamos: con vuestras oraciones sed
nuestro baluarte; custodiad a la sombra de las alas de vuestra gloria
inmaterial a los que nos postramos e insistentemente gritamos: Librádnos de los
peligros, vosotros que sois los príncipes de los excelsos ejércitos".
¿Quiénes son los ángeles? No es fácil de responder, pero podemos intuir y
vislumbrar, a partir de las Sagradas Escrituras, su misión. Los ángeles están
presentes constantemente en toda la Biblia, la cual habla explícitamente de
Miguel, Gabriel y Rafael. La tradición bizantina en esta fiesta se centra
principalmente en los dos primeros.
Miguel - que significa "quién como Dios" – es nombrado cinco
veces en la Escritura: tres veces en el libro de Daniel, donde es presentado
principalmente como ayuda de Dios, una vez en la Epístola de Judas y una en el
Apocalipsis. La tradición bizantina lo identifica con el ángel que aparece en
el Antiguo y Nuevo Testamento para hacer presente la grandeza y la omnipotencia
de Dios que actúa entre los hombres: se aparece a Abraham cuando está a punto
de sacrificar a su hijo (Génesis 22), bloquea el paso de la burra de Balaam
(Números 22, 22), libra a los apóstoles de la cárcel (Hechos de los apóstoles
5, 19). En la liturgia de este día es el que canta el himno Trisagio en la
presencia de la Santísima Trinidad: "Tú que, refulgente, estás en la
presencia de la deidad trisolar, oh Miguel, primer guía, junto con las
huestes celestiales aclamas gozoso: Santo eres tú, oh Padre, santo tú que le
eres coeterno, Verbo Santo, y tú, Santo Espíritu: una gloria, un reino, una
naturaleza, una divinidad y poder".
De Gabriel - es decir, "fuerza de Dios " - se habla cuatro veces
en la Escritura, dos en el libro de Daniel y dos en el Evangelio de Lucas: en
el anuncio del nacimiento de Juan el Bautista y en el anuncio de la Encarnación
del Verbo de Dios. Mientras Miguel es presentado como el que lucha e interviene
directamente haciendo presente la acción de Dios en la vida de su pueblo,
Gabriel es el que trae la buena nueva de la salvación. La tradición bizantina
lo identifica con el ángel que trae la comida a María durante su estancia en el
templo; y además, con aquél que en sueños anuncia a José la maternidad virginal
de María y que, luego, se aparece a las mujeres miróforas en el sepulcro de
Jesús. Por tanto, Gabriel anuncia la encarnación y la resurrección de Cristo: la
fuerza de Dios, aparece junto a María y junto al sepulcro, lugares en los que
reposa la fuerza y la gracia de Dios. La iconografía bizantina a menudo lo presenta con el título de "arcángel y evangelista"
.
De Rafael - cuyo nombre significa "Medicina de Dios" - la Biblia
sólo habla en el libro de Tobías: es el personaje que acompaña a Tobías en su
viaje, guiándolo y llevando consigo la curación de Dios. Pero el tema del ángel
que trae la salvación y la curación de Dios, o también que guía, se encuentra a
menudo en la Escritura: el ángel acompaña al pueblo en el desierto; sostiene y
nutre a Elías en su camino hacia el desierto; guía a la Sagrada Familia cuando
huye a Egipto y cuando regresa a Israel.
En la Biblia, especialmente el Antiguo Testamento, las angelofanías
y las teofanías están muy cercanas: los tres personajes que se aparecen
a Abraham (Génesis 18) son ángeles pero también son interpretados por los
Padres de la Iglesia como una teofanía trinitaria, y la aparición de uno o más
ángeles es siempre manifestación de algún don de Dios. Finalmente, se podria
hablar de la humildad de los ángeles: son siempre enviados, siempre hacen
referencia a otro que concede dones y recibe la alabanza.
La
referencia a los ángeles es bastante común en la liturgia bizantina. En la
entrada con el Evangeliario el sacerdote recita esta oración: "Soberano
Señor, Dios nuestro, que has constituido en los cielos huestes y ejércitos de
ángeles y arcángeles para servir a tu gloria, haz que nuestra entrada vaya
acompañada de la entrada de los ángeles santos para que concelebren con
nosotros y con nosotros glorifiquen tu bondad". La liturgia pone de
relieve esta estrecha comunión entre liturgia terrestre y celeste, y la
referencia a los ángeles nos recuerda que lo que hacemos y somos es un don de
Dios al que somos asociados. Los ángeles muestran que Dios - Padre, Hijo y
Espíritu Santo – nos es siempre fiel, y que ellos, sus ángeles, están y nos dan
su guía, su fuerza, su curación, su salvación, su buena nueva; concelebran con
nosotros en la liturgia y nos acompañan en nuestras acciones, divinas y
humanas.
[Publicado por Manuel Nin en l’Osservatore Romano el 8 de noviembre
de 2013; traducción del original italiano: Salvador Aguilera López]