¿Quién sostiene el cáliz y la patena en el «per ipsum»?



Puede parecer que este interrogante sea muy gratuito, que la cosa ya esté clara y no necesite, pues, mayor iluminación. Ah, pues no, no querido lector, no. La cosa no solo no está clara, sino algo oscura, incluso en alturas principales. Hay que echar algo de luz, aunque sea solamente la que pueda proporcionar un rápido y humilde flash.

Nuestro punto de referencia no puede ser otro que el de los libros litúrgicos, los cuales son faros seguros de la oración de la Iglesia para todos (y todos, quiere decir todos...).

Así, pues, de nuestra querida Institutio leemos, en el núm. 151 que, «al final de la plegaria eucarística, el sacerdote, tomando la patena con la hostia y el cáliz y elevando ambos, pronuncia él solo la doxología: Por Cristo».

¿Y si hay diácono? Ah, pues también ello está previsto en este documento, hasta el punto de afirmar al respecto que «para la doxología final de la plegaria eucarística, de pie al lado del sacerdote, mantiene el cáliz elevado, mientras aquél [el sacerdote] eleva la patena con el pan consagrado, hasta el momento en que el pueblo ha dicho ya: Amén» (núm. 180).

¿A que leyendo con calma, sin aturrullarse, las cosas de la misa no son difíciles? Y para el listillo de turno que protesta diciendo que todo esto está muy bien, pero que cuando no hay diácono pero sí concelebrantes la cosa es distinta, para este tal, va el núm. 208 de la
Institutio, donde se dice, en el marco de la misa concelebrada, que «si no se cuenta con un diácono, sus oficios los realizan algunos de los concelebrantes». O sea que un concelebrante eleva el cáliz, como lo haría el diácono.

Y dicho esto, no falta el megaprotestón que, casi a grito pelado, argumenta: ¡Pero si preside el obispo será distinto! ¡A ver si dejará a los que tiene al lado sin levantar nada! Pues aparte del diácono o, si falta este, del presbítero u obispo concelebrante, los demás se estarán con las manos quietecitas sin elevar ningún vaso sagrado. Que, ¿por qué? ¿Por qué lo diga yo? ¡Pues claro que no! ¡Mira tú! Sencillamente porque así está escrito en el
Caeremoniale Episcoporum (¡toma latín!), en el núm. 158: «Para la doxología final de la plegaria eucarística, el diácono, de pie al lado del obispo, tiene elevado el cáliz, mientras
el obispo eleva la patena con la hostia, hasta que el pueblo haya respondido Amén».

Ah, y conste que elevamos un solo cáliz y una sola patena, aunque sobre el altar haya muchas más.

Bueno... hasta aquí. Que, después de este flash, quien quiera hacerlo bien ya sabe cómo. Y no es difícil. Los libros litúrgicos son muy claros para el buen entendedor...

Autor: Jaume González