«Leer el Concilio desde la Tradición o leer la Tradición desde el Concilio» (I)

            Es preciso desmitificar el Concilio Vaticano II y conocer lo que realmente pasó en él, manifestando cómo fue su preparación, su realización y sus frutos. No es la primera vez que se plantea esta pregunta. Ya a los 20 años del final del concilio, el sínodo de 1985 propuso unos criterios de lectura, sin considerar especialmente la situación postconciliar. Y en el Jubileo del 2000 se organizó un congreso sobre la actuación del Vaticano II, cuando el Papa Juan Pablo II afirmó que “el concilio ecuménico Vaticano II ha sido una verdadera profecía para la vida de la Iglesia [1]. Además, últimamente nuestro argumento se está enriqueciendo con los diarios del concilio que se siguen publicando, cuyo argumento fue tratado en el Convenio Internacional de Estudios  “El Concilio Ecuménico Vaticano II a la luz de los Archivos de los Padres Conciliares en el 50 Aniversario de la apertura  del Concilio Vaticano II (1962-2012), organizado por la Comisión Pontificia de Ciencias Históricas en colaboración con el Centro de Estudios e Investigaciones Concilio Vaticano II de la Universidad Pontifica Lateranense, los días 3 al 5 de octubre de 2012.

            Pero esta tarea no va a ser fácil; será necesario conocer la verdadera historia del concilio y sopesar los hechos sucedidos después del Vaticano II. “Se esperaba un tiempo de sol para la historia de la Iglesia después del concilio y, sin embargo, ha llegado un tiempo de nubes, temporal y oscuridad” [2]. En este mismo discurso, unas líneas más abajo, Pablo VI habló de la presencia de una realidad preternatural, maléfica, en aquellos resultados. “Los resultados que han seguido al concilio parecen cruelmente opuestos a lo que todos esperaban” [3]. En fin, hemos pasado 50 años enzarzados en cómo se debe interpretar el concilio, si debemos interpretarlo a partir de la letra o del espíritu y esta división se sufre especialmente en las comunidades religiosas y en las mismas diócesis y parroquias; se salvan, en general, los movimientos eclesiales gracias a su fuerte identidad.

Todos sufrimos de alguna manera las consecuencias de este frío invierno que ha caído sobre la Iglesia Católica... De todos modos, la Iglesia de Jesucristo está llevada por el Espíritu Santo, no simplemente por hombres; ésta es nuestra esperanza.

Padre Pedro Fernández, op




[1] JUAN PABLO II, Discurso del Santo Padre al Convenio Internacional de Estudios obre la aplicación del Concilio Ecuménico Vaticano II (27-II-2000), n. 9  final: Il Concilio Vaticano II. Ricezione e attualità alla luce del Giubileo. A cura di R. Fisichella. Paoline. Cinisello Balsamo (Milán) 2000, p. 741.
[2] PABLO VI,  Discurso (29-VI-1972): Insegnamenti, vol. X. Tipografia Poliglotta Vaticana 1973 p. 708.
[3] J. RATZINGER, Rapporto sulla fede. Intervista con Vittorio Messori. Paoline. Milán 1985, p. 27.