Las Odas de san Juan Damasceno en la "Dormición de la Madre de Dios"

Tumba y muerte no la han atrapado

En la tradición bizantina, la fiesta de la Dormición de la Madre de Dios es el sello que cierra el año litúrgico, así como la de su Natividad es el inicio. El nacimiento y la glorificación de la Madre de Dios son también el inicio y el destino de toda la Iglesia, de la cual María es figura (typos). En el Matutino hay un Canon de san Juan Damasceno (s. VII-VIII) donde, a partir de las odas bíblicas que son la base del Matutino bizantino, son desarrollados los aspectos del misterio celebrado gracias a una lectura cristológica de los textos veterotestamentarios.

El autor subraya cómo la fiesta se convierte en una liturgia: "Adornada de gloria, oh Virgen, tu sagrada e ilustre memoria ha convocado a fiesta a todos los fieles que, precedidos por María, con danzas y tímpanos, cantan a tu Unigénito: eres admirablemente glorioso". El Damasceno relaciona la primera oda (Ex 15, 11-19) con el tránsito de María al cielo, verdadero éxodo: "Virgen doncella, junto a la profetisa Ana, cantad ahora el canto del éxodo: porque la Virgen, la única Madre de Dios, es llevada a la heredad celeste. Acoge nuestro canto por tu éxodo, oh Madre del Dios vivo". Aquí Juan enumera los títulos dados a María en la fiesta y en las tradiciones cristianas: "Dignamente, como cielo viviente te han acogido, oh toda pura, las divinas huestes celestiales: y tu, en tu radiante belleza, has tomado lugar, como esposa toda inmaculada, junto a aquel que es rey y Dios".

El tránsito de la Madre de Dios se convierte casi en una litugia que reune el cielo y la tierra, manifestada en el icono de la fiesta: "Cual fuente viva y copiosa, oh Madre de Dios, fortalece a tus cantores, que preparan para ti una fiesta espiritual, y en el día de tu divina gloria hazlos dignos de las coronas de gloria. El gentío de teólogos de de los confines de la tierra, la multitud de ángeles de lo alto, todos se apresuraban hacia el monte Sión a la orden del divino poder, para prestar como es debido, oh soberana, su servicio a tu sepultura. Desde todas las generaciones te llamamos bienaventurada, oh Virgen Madre de Dios, porque en ti se ha complacido en hacer su morada Cristo nuestro Dios, al que ninguna morada puede hospedar. Dichosos somos también nosotros, que te tenemos cual protección: día y noche, de hecho, tú intercedes por nosotros".

Juan presenta claramente el tema de la muerte de la Madre de Dios. Su tránsito a la vida le sobreviene, como tambien para Cristo, a través de la experiencia de la muerte: "De ti salió la vida, sin desatar los vínculos de tu virginidad. ¿Cómo ha podido la inmaculada morada de tu cuerpo, origen de vida, tomar parte en la experiencia de la muerte? Tú que has sido sagrario de la vida has alcanzado la vida eterna: a través de la muerte, de hecho, has pasado a la vida, tú que has dado a luz al que es la vida. Tumba y muerte no han atrapado a la Madre de Dios, siempre atenta con su intercesión. Cual madre de la vida, a la vida la ha trasladado aquel que en sus entrañas siempre vírgenes había hecho morada".

En la octava oda toma el ejemplo del cántico de los tres jóvenes (Dn 3, 57-88) y hace un comentario cristológico y mariológico de éste: "El parto de la Madre de Dios, entonces prefigurado, ha salvado del horno a los valientes jóvenes; pero, ahora que se ha realizado, convoca a toda la tierra que salmodia: Celebrad, obras, al Señor, y ensalzadlo por todos los siglos". Casi como el jardín de la tumba vacía de Cristo, también la tumba de María se convierte en un nuevo paraíso: "¡Oh, las maravillas de la siempre Virgen y Madre de Dios! Ha hecho un paraiso de la tumba que ha habitado, y nosotros hoy rodeándola le cantamos gozozos".

El mismo horno de Babilonia es figura del seno de María: "El poderosísimo ángel de Dios mostró a los jóvenes como la llama refrescaba con rocio a los santos y, por el contrario, abrasaba a los impíos; y así ha convertido a la Madre de Dios en fuente de vida de la cual, juntamente, brotan la destrucción de la muerte y la vida para cuantos le cantan: Nosotros los redimidos celebramos al único creador, y lo ensalzamos por todos los siglos!".

[Publicado por Manuel Nin en l'Osservatore Romano el 14 de agosto de 2013; traducción del original italiano: Salvador Aguilera López]