Liturgia y nuevos movimientos eclesiales.

San Francisco e Inocencio III
Hace unos meses que salió un número monográfico de la revista Phase acerca de las "Celebraciones particulares de los nuevos movimientos eclesiales". Matías Augé en su blog se hacía eco el mes pasado de este ejemplar, deteniéndose en unos artículos y dejando de lado otros, como el de Boselli sobre la comunidad de Bose y el de López Martín que abre propiamente la revista. Sin duda, el artículo más crítico con los movimientos y que más eco ha tenido es el de la profesora Cettina Militello. Hay un párrafo breve, separado de otros dos extensos, que ofrece el centro de su reflexión y que va en la linea con el título del artículo: "Variaciones rituales y unidad de la Iglesia: el problema de los movimientos":


"Bien satisfechos de su camino privilegiado, bien patrocinados en los más altos niveles, los movimientos han tenido el riesgo y lo siguen teniendo de alzarse como Iglesias paralelas. Y de esto, el signo más visible, es la celebración litúrgica" (pág. 196)

Esto no es nuevo, y bien podría decirse que en el cristianismo medieval las órdenes "nuevas" podían ser vistas en términos semejantes. Con respecto a la diversidad de "liturgias" de los diferentes movimientos, el artículo de D. Julián López ofrece el diagnóstico acertado del por qué de esta diversidad, en el contexto de la reforma litúrgica:

"Otra de las causas del fenómeno aludido en relación con la liturgia, creo que reside en el hecho de que la mayoría de los movimientos se han originado en la etapa del inmediato postconcilio, cuando se empezaban a producir cambios importantes en la liturgia pero todavía dentro de una cierta provisionalidad" (La liturgia en los movimientos eclesiales, pág. 128).

Sin embargo, en la misma reforma litúrgica se dieron las soluciones pertinentes. Tal como recuerda el autor, en 1969 se publicó la Instrucción Actio pastoralis, sobre las misas para los grupos particulares. Sobre esta Instrucción, López comenta:

"No se trataba de constituir pequeñas iglesias sino de lograr una más profunda visión de la vida cristiana y una más completa formación de los fieles; si se hacían bien no se dañaba la unidad y se favorecía una acción más evangelizadora; estas celebraciones debían constituir el punto culminante de reuniones de lectura y meditación de la palabra de Dios, de oración, etc. En este sentido se mencionaban tipos de grupos para los que estas celebraciones podían ser convenientes, haciéndose habitualmente en lugar sagrado y reservándose al ordinario el autorizarlo fuera de dicho lugar" (pág. 131).

El problema no reside, por tanto, en la celebración más o menos independiente o privada con respecto a la comunidad parroquial. La Instrucción descarta la posibilidad de estas celebraciones en domingo y días de precepto. La cuestión principal tiene que ver con la introducción de gestos y textos no contemplados, el cambio de la estructura del Ordinario de la misa, etc. Como ya he aludido en algunos otros posts -que aquí resumo- el problema tiene que ver con la aceptación de la liturgia romana tal y como se encuentra en los libros litúrgicos actuales, sin olvidar las muchas oportunidades que se dan para introducir adaptaciones (cf. cap. VII de la OGMR).
Nuevamente es necesario insistir en la conducta modélica de san Francisco y el hecho de que asumiera los libros litúrgicos de la Curia romana. Este aspecto es tan señalado y tiene tanta fuerza, que hasta lo encontramos como subtítulo en la página www.liturgia.it: "secundum usum Romanae Curiae". Este es el principio que debería aplicarse a las "liturgias" de los movimientos. También hay que decir que el rito romano está vinculado la presencia de obispos de este rito: en patriarcados orientales católicos, lo lógico es que el movimiento se adapte a la liturgia del lugar.
Cabría hacer dos afirmaciones más a la manera de comprender la liturgia y los movimientos eclesiales. Se trata de la cuestión de la legalidad y el mero hecho de desarrollar una liturgia particular. Con respecto a lo primero, hay que decir que en nuestros tiempos posmodernos, en ambientes seculares, se ha asimilado el concepto de "legal" con el de "bueno", lo mismo que sus antónimos. Esto significa una identificación entre lo jurídico y lo moral, difícilmente sostenible en la sociedad secular. Desde el punto de vista eclesial, esto también se hace presente: se desconfía de lo no "aprobado" por no querer juzgar la bondad de un movimiento o su liturgia. Los paralelismos entre sociedad e Iglesia en esta cuestión no son difíciles de trazar. De ahí la ansiedad de la casi totalidad de movimientos actuales por su aprobación y estatuto jurídico.
El hecho de desarrollar una liturgia particular tiene un desafortunado "precedente". Suele decirse que algunas liturgias orientales desarrollaron su complejidad debido a que los cristianos de esas regiones no podían predicar ni convertir a otros a su fe en diversos regímenes políticos. De este modo, la necesidad de desarrollar un rito "ex novo" y dar tanta importancia a la singularidad de un "uso" litúrgico puede ser un síntoma de una dificultad para la misión hacia los que no son miembros del movimiento, ya sea por interferencias exteriores o por constituirse el mismo movimiento como un grupo más o menos cerrado. Fuera de las comunidades monásticas, el deseo de poner mucho énfasis en el desarrollo de la liturgia es algo extraño en la tradición occidental. La relación entre desarrollo y creación ritual y presencia en el mundo se puede comprobar en el diagnóstico específico que hace de algunos movimientos el artículo de Militello.
Volviendo al ejemplo franciscano, lo mismo que en las congregaciones posteriores, lo necesario reconocer era la regla de la comunidad/congregación. Había gran disposición a que dicha regla sufriera modificaciones sin que ello comprometiera la existencia del grupo ni la misión del mismo. No había un deseo de construir una liturgia propia.
Hechas estas salvedades y resituando los diversos "usos" dentro de las disposiciones de la Instrucción Actio Pastoralis, la liturgia en los nuevos movimientos eclesiales no debería entrar en conflicto con lo propuesto en los libros litúrgicos actuales, secundum usum Romanae Curiae.