El «Alma» en la "Editio Typica Tertia" (2000). Aproximación Inicial.

Si consultamos estadísticas, nos hallamos con que «alma» aparece en 169 ocasiones (cf. M. Sodi – A. Toniolo, Concordantia et Indices Missalis Romani. Editio typica tertia, LEV [Vaticano 2002]; <http://www.liturgia.it/editiotertia.htm>). Con todo hay que quitar algunas repeticiones (sobre todo en lo que respecta al Sacro Triduo pascual), con lo que nos quedamos con la siguiente lectura:

1. Exploración en el texto oficial latino

En el Propio del Tiempo aparece el término 28 veces. Dos, en Adviento (sólo en antífonas de entrada y comunión); dos en Navidad-Epifanía. En Cuaresma tiene siete momentos el vocablo, así como cuatro en todo el tiempo pascual. Durante el sagrado Triduo pascual, no aparece ninguna vez (salvo en la Plegaria eucarística I, como veremos). El resto de ocasiones –es decir, 13– pertenecen al tiempo Ordinario.

Restan un centenar de ocasiones, que quedan distribuidas de la manera siguiente: para el Ordinario de la Misa, dos; en el Santoral –o sea, Propio y Común– tenemos 45 recurrencias. En misas votivas, sólo aparece en dos misas pro Sanctis y en la De Sanctissima Trinitate. Finalmente, las misas de Difuntos emplean el término «anima» en 38 momentos. En el Apéndice al Misal Romano, el alma es objeto de oración en 14 momentos.

2. Perplejidad ante la escasa presencia de «anima»

De entrada valoramos en modo negativo y deficiente el hecho que «alma» parece relacionado con difuntos y en los apartados de poesía bíblico-litúrgica, eludiendo profundidad teológica. Para contrastar esta valoración debemos cotejar nuestra pesquisa con los siguientes pasos:

a.) comparar con otros términos teológicos actualmente «incómodos».
b.) ver el contexto en que se usa «anima».
c.) proceder a emitir un juicio.

a.) Cuerpo, ángel, redención, sacrificio, víctima… Los ángeles tienen un palmarés de 135 ocasiones junto a los arcángeles. La redención aparece un total de 110 veces (sin contar el verbo conjugado, con que hipotetizamos la posibilidad de llegar a las 160 frecuencias). Víctima la leemos dos veces en una literatura muy «accidental» del Missale: una antífona de introito y en una oración de acción de gracias post Missam. Finalmente el término hostia aparece 111 veces (algunas es repetición de una misma fórmula).

b.) Contexto de «anima». Sin entrar en excesivo detalle podemos decir que anima aparece de dos maneras: de modo absoluto (sin venir acompañado de ningún complemento) y en modo relativo (matizado con otro concepto). El uso absoluto se da sobre todo en el elemento bíblico: salmos, principalmente. Por ello, al depender de su humus hebraico, muchas veces la acepción puede ser múltiple (en hebreo, nefesh puede referirse a nueve realidades diversas, a saber: alma; principio de vida; la vida misma; espíritu que da la vida natural; sinécdoque para hablar de uno mismo o de una persona en abstracto; alimento; garganta; sede de los afectos; inteligencia o capacidad cognoscitiva [cf. F. Zorell, Lexicon Hebraicum VT, Roma 1940, pp. 525-527].

En su sentido relativo, el alma aparece sobre todo entendida:
1) en relación con el cuerpo (¡aparece 244 veces!), paralelamente a mens,-ntis con 160.
2) El corazón es el otro terminus que va en relación con anima. Cor se usa 427 veces.


c.) Conclusiones. Ciertamente la aparición de alma es muy exigua. Si comparamos 160 veces con las 240 de corpus, su correlato inmediato, quedamos estupefactos del hecho que la proporción es casi 2/3 de corpus por 1/3 de anima. Otro dato que nos da una pista de lectura del Missale es que el «léxico teológicamente incómodo». Si lo sumamos da un resultado de 500. Además comparada con corpus y cor, es anima la hermana «menor». Sin embargo, la altísima presencia de mens (con casi 430 apariciones) nos da una visión más completa de la antropología cristiana, aunque con matices, como a continuación veremos.

3. Juicio respecto a la antropología cristiana en la editio typica tertia.

a.) El enfoque es respetuoso con la Tradición de la Iglesia, pero vacilante.

El enfoque de los textos del Missale Romanum (2000) van en una triple dirección:

a.)    una preponderancia muy elevada referida a corpus, que además es clara y nítida.
b.)    Es vacilante cuando tiene que hablar del alma. Se apoya en palabras más bien etéreas y no permite percibir claramente a qué se está refiriendo. La excepción con todo se da en la misa pro defunctis, donde sí que pervive claro el sentido teológico de alma.
c.)    Se opta más bien por cor, sin llegar a definir claramente en qué consiste.

b.) Ciertamente no responde a los clichés devenidos ya clásicos de que se acusa a la Eucaristía.

Es este un punto muy interesante de formación e información litúrgico-teológica respecto a la Eucaristía. Acostumbrados estamos a que se oigan críticas –ya típicas– contra la celebración de la misma y el ars celebrandi, sea del ministro ordenado que de la asamblea. Nos disponemos a enumerar tres de ellas con sus respectivas réplicas a la luz de nuestro brevísimo estudio:
                          
* La misa sólo nos habla del alma y no del cuerpo
(la estadística contradice esta afirmación)
* La misa no se entiende: es sólo sacrificial, descuida otros aspectos del Sacramento.
(hemos notado la poca frecuencia cuantitativa de léxico ligado a sacrificio y víctima)
* La misa no nos aporta una espiritualidad renovadora: es demasiado dogmática
(el alma, como dato de praeambula fidei, aparece poquísimo en comparación con mente
o cuerpo o corazón).

En definitiva, podemos achacar poca presencia de anima. Pero no por ello descuida este elemento esencial de la antropología cristiana: prefiere un vocabulario más difuso, opta por el circunloquio y selecciona un término que es muy clásico en el lenguaje litúrgico como es mens, que los místicos como Juan de la Cruz definen como el apex animae, esto es, la parte más sublime del alma, donde más se producen los beneficios de Dios santificador en la vida de los fieles.

c.) Si tenemos en cuenta las traducciones, el «alma» parece condenada inexorablemente a la extinción en le lenguaje catequético-litúrgico de la Iglesia universal.

No se puede acusar al nuevo Ordo Missae de eliminar –en su editio typica latina– este dato importante de la predicación cristiana ni tampoco que abuse de lenguaje dogmático o anquilosado. Con todo, nuestra opinión es que aparca mucho este tema. Sobre todo porque ante la gran posibilidad de selección de textos eucológicos, fácilmente se puede ignorar. Además, si tenemos en cuenta que en los tiempos denominados «fuertes», aparece 28 veces más tres veces en el Ordinario (si se escoge el canon romano), entonces resulta que en los tiempos litúrgicos donde mayor necesidad hay de catequesis, se deja muy atrás este elemento de nuestra antropología cristiana.

d.) ¿Qué hacer?

Ciertamente no se puede retocar la editio typica en un punto que ya aparece (ciertamente, en más de un centenar de ocasiones). En cuanto a las traducciones, que ya están en curso, se está poniendo más esmero por parte de los dicasterios responsables para que no se eluda por medio de una traducción excesivamente interpretativa temas que son importantes, como es el de la dimensión espiritual del ser humano (alma inmortal, creada por Dios, haciéndonos corpore et anima unum). La catequesis litúrgica aquí presenta un reto donde abrir sus horizontes, recuperando en un diálogo transversal dogmático-litúrgico que permita a pastores y fieles revivir y celebrar no sólo con términos mistagógicos, los términos con que la Tradición eclesial antigua y reciente se expresa cuando proclama el Evangelio del Señor. Y «alma» es uno de ellos.

El problema pues no radica en el texto (que aunque escaso puede ser suficiente), sino en la calidad conceptual: rezar con las palabras pero sobre todo con los contenidos salvíficos con que Cristo revela el misterio de Dios y del hombre al propio hombre (cf GS 22), sin dejar de lado que el mysterium Paschale Christi es el centro y motivo fundamental de toda Liturgia Christiana.

En fin, sirva de reflexión inicial para recuperar también con el nuevo Ordo Missae toda la riqueza teológica de Dios y del hombre en este sacramentum maius, como lo denomina santo Tomás de Aquino, tanto en su celebración como en los criterios de selección de los textos eucológicos, conscientes de que son perfectibles, difusos y quizá demasiado temerosos frente a temas que se antojan «políticamente incorrectos».

Marcos Aceituno Donoso