La Fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo en la Tradición Siro-Occidental.

Pedro ha superado el sol y Pablo ha eclipsado la luna

La Fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo el 29 de Junio es celebrada en todas las Iglesias cristianas de oriente y occidente, y en algunas tradiciones orientales es precedida por un periodo de ayuno (cuaresma) de duración variable. En las tradiciones litúrgicas orientales, el día sucesivo son celebrados los doce Apóstoles, discípulos del Señor, testigos de su Resurrección y predicadores de su Evangelio en el mundo entero. La tradición patrística y litúrgica siro-occidental muy a menudo une a los dos apóstoles. De esta manera Efrén el Sirio, aun a pesar de una particular estima por Pedro, lo contempla casi siempre del mismo modo. En uno de sus himnos sobre la crucifixión de Cristo él afirma: “Que Oriente ofrezca a Cristo una corona con sus flores: Noé, Sem, el ilustre Abrahán, los magos benditos y la estrella. Occidente ofrezca dos coronas destellantes, cuyo perfume se difunda por todas partes. Occidente en el cual se ocultó este par de astros, los dos apóstoles sepultados que hacen destellar rayos que nunca se podrán ocultar. He aquí Simón que ha superado al sol y el Apóstol que ha eclipsado al luna”.

En el oficio vespertino siro-occidental encontramos un sedro – composición litúrgica anónima en prosa poética sobre la fiesta – que constituye una alabanza a Pedro y Pablo. Desde el inicio le da a Pedro el título de “cabeza de los apóstoles” y a Pablo el de “vaso de elección” (Hch 9, 15); los parangona a “columnas fuertes” sobre las cuales la Iglesia es edificada: “A tí la alabanza, Cristo Dios nuestro, cuyo reino se expande en el cielo y en la tierra, que has alzado en tu Iglesia dos columnas fuertes y magníficas, Pedro la cabeza de los apóstoles y Pablo el vaso de elección, y les has dado tu protección para que te imiten en el dar su propia vida por sus ovejas espirituales”. El texto subraya cómo la elección de los apóstoles por parte de Cristo es para ellos un don de sabiduría, un paso, casi una conversión, de la ignorancia al conocimiento.

El sedro describe la santidad de Pedro, primero en la confesión de la fe, ejemplo de arrepentimiento tras la traición: “Entre tus discípulos Tú has colocado un fundamento y una cabeza: Pedro, sublime en la perfección. A él Tú has revelado, en primer lugar, las divinas enseñanzas y misterios, y los has constituido en modelo y ejemplo de los pecadores que se arrepienten. Siendo la cabeza y el primero de sus hermanos lo has mandado a Roma, la gran capital”. A continuación viene la descripción del perseguidor convertido en após
tol: “Más tarde te apareciste a Pablo que perseguía a los discípulos, lo has iluminado en el camino y lo has hecho un vaso de elección, llenándolos de revelaciones sublimes y elevadas, y le has enseñado tus divinos misterios. Ha recorrido todos los caminos de la tierra volando como águila de veloz vuelo, y ha llenado el mundo con el anuncio de vida: ha advertido a los reyes y a los príncipes, ha animado a los débiles y, finalmente, ha inclinado la cabeza al filo de la espada y ha recibido la corona del martirio junto a Pedro, cabeza de los apóstoles".

Siguen doce invocaciones que comienzan todas con la misma fórmula: "Paz a vosotros, apóstoles Pedro y Pablo, cultivadores y agricultores celosos que habéis erradicado de la tierra las hierbas de las doctrinas erróneas y las espinas del error. Paz a vosotros, Pedro y Pablo, pescadores hábiles, porque en las redes del Evangelio habéis salvado nuestras almas". Otras cinco invocaciones contemplan a Pedro y Pablo en su papel de apóstoles, garantes de la profesión de fe, predicadores de la verdad de la cruz de Cristo, anunciadores de la fe desde Jerusalén hasta los confines de la tierra: "Paz a vosotros, ilustres apóstoles Pedro y Pablo, príncipes de los ejércitos del rey celestial y garantes de los tesoros de su divinidad. Paz a vosotros, Pedro y Pablo, apóstoles elegidos, guías que habéis hecho enmudecer la impiedad de los reyes paganos con el testimonio de la verdad y de la autenticidad de la cruz. Paz a vosotros, Pedro y Pablo, apóstoles benditos, verdadero oro puro, los rayos de vuestra enseñanza resplandecen por toda la tierra y la iluminan. Paz a vosotros, Pedro y Pablo, grandes apóstoles, predicadores de la verdadera fe, que desde Jerusalén a todo el mundo habéis portado la Buena Nueva ".

Una de las invocaciones, además, los parangona a un racimo de uva prensado, con una clara referencia al martirio, y cuyo vino es anuncio del Evangelio: "Paz a vosotros, Pedro y Pablo, apóstoles virtuosos, racimos místicos, prensados por los impíos, cuyo vino ha anunciado por toda la tierra al Dios verdadero, y todos los hombres lo han adorado". La última invocación retoma la imagen de Pedro y Pablo como columnas de la Iglesia edificada sobre ellos: "Paz a vosotros, Pedro y Pablo, columnas y fundamento de la santa Iglesia, porque contra Ella no puede nada el poder del infierno".

(Publicado por Manuel Nin en l’Osservatore Romano el 29 de Junio de 2011; traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)