La iglesia actual, situada en el cruce de la via Merulana y Labicana, de un elegante “Settecento” con recuerdos borrominianos, ha sustituido quizás un título antiguo. No estaban aquí los cuerpos de los Mártires titulares que reposaban en el majestuoso complejo, catacumba, basílica circiforme y mausoleo constantiniano. “Ad Duas Lauros (Torpignattara)”.
Sus huesos fueron transportados en el siglo IX a la abadía de Saligenstad sul Meno, en Alemania, por Eginardo, consejero y amigo de Carlomagno.
No sabemos qué forma tendría esta iglesia en tiempos antiguos, cuya construcción se atribuye al Papa Siricio, en cuanto al 1256 sabemos que Alejandro IV la rehace y casi seguidamente, Benedicto XIV encargó al arquitecto Marchese Girolamo Theodoli reedificarla desde los cimientos. Bajo el altar mayor reposan los restos de Bonosa y Tulliano.
El exorcista Pedro y el presbítero Marcelino que en el 304 sufrieron el martirio bajo Domiciano y Maximiano, tienen en esta iglesia su panegírico en los frescos que hay sobre el altar mayor donde un pintor desconocido ha sabido plasmar una ventana de exquisita espiritualidad. Estos ministros del Señor un día fueron apresados y sometidos a tortura, cargados de cadenas atadas al suelo, el cual estaba lleno de trozos cortantes de cristal, y alcanzaron el martirio en el selva negra, más tarde llamada "Cándida Selva".
Vibrante es hoy la enseñanza de los mártires Marcelino y Pedro, los cuales ya en el día de su martirio participaban en el cielo del divino banquete donde se hace fiesta, como dice el Señor.
(Traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)
Sus huesos fueron transportados en el siglo IX a la abadía de Saligenstad sul Meno, en Alemania, por Eginardo, consejero y amigo de Carlomagno.
No sabemos qué forma tendría esta iglesia en tiempos antiguos, cuya construcción se atribuye al Papa Siricio, en cuanto al 1256 sabemos que Alejandro IV la rehace y casi seguidamente, Benedicto XIV encargó al arquitecto Marchese Girolamo Theodoli reedificarla desde los cimientos. Bajo el altar mayor reposan los restos de Bonosa y Tulliano.
El exorcista Pedro y el presbítero Marcelino que en el 304 sufrieron el martirio bajo Domiciano y Maximiano, tienen en esta iglesia su panegírico en los frescos que hay sobre el altar mayor donde un pintor desconocido ha sabido plasmar una ventana de exquisita espiritualidad. Estos ministros del Señor un día fueron apresados y sometidos a tortura, cargados de cadenas atadas al suelo, el cual estaba lleno de trozos cortantes de cristal, y alcanzaron el martirio en el selva negra, más tarde llamada "Cándida Selva".
Vibrante es hoy la enseñanza de los mártires Marcelino y Pedro, los cuales ya en el día de su martirio participaban en el cielo del divino banquete donde se hace fiesta, como dice el Señor.
(Traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)