Caminando entre una de tantas calles humildes del viejo distrito romano del Trastevere, aparece la soberbia visión de la Basílica de Santa Cecilia.
Este es un título antiquísimo, atestiguado aún antes del Sinodi y antes de la gran explosión de culto a esta Mártir, y detectado por las lápidas de la tumbas de un clérigo Saecularis; las excavaciones, no concluidas aún, revelan interesantísimos descubrimientos que anteceden a la iglesia. Ésta, después de la de Santa María, es una de las grandes riquezas de los trasteverinos y de la Roma cristiana. Un portal barroco nos introduce en el característico patio, alegrado por el "cantato", un joven que perennemente canta su himno al Señor, tal como dentro lo canta Cecilia.
A ella se refiere todo el interior de la iglesia: los mosaicos la representan a los pies del Redentor, junto con los Santos y con Valeriano, su esposo, que ella logró convertir. Bellísimas las pinturas del Pinturicchio y del Reni, los altorrelieves de Mino da Fiesole y de Benedetto da Maiano que representan a la Mártir cuando plega el cuello ante la espada del verdugo, y cuando, protegida por el cielo, sufre y vence el tormento de la asfixia.
Cecilia reposa ahora en su tumba, junto a su esposo Valeriano, su cuñado Tiburcio y su amigo Máximo, cerca de los Pontífices Urbano y Lucio, desde que Pascual I hizo transportar desde el cementerio de Calixto el cuerpo intacto de Cecilia a la cripta.
La iglesia fue adornada en 1293 con pinturas de Pietro Cavallini, el gran maestro de la “Scuola Romana”, precursor de Giotto aunque esta obra permaneció por poco tiempo; el arquitecto Arnolfo da Cambio dejó, en aquel periodo, su notable ciborio marmóreo.
Este es un título antiquísimo, atestiguado aún antes del Sinodi y antes de la gran explosión de culto a esta Mártir, y detectado por las lápidas de la tumbas de un clérigo Saecularis; las excavaciones, no concluidas aún, revelan interesantísimos descubrimientos que anteceden a la iglesia. Ésta, después de la de Santa María, es una de las grandes riquezas de los trasteverinos y de la Roma cristiana. Un portal barroco nos introduce en el característico patio, alegrado por el "cantato", un joven que perennemente canta su himno al Señor, tal como dentro lo canta Cecilia.
A ella se refiere todo el interior de la iglesia: los mosaicos la representan a los pies del Redentor, junto con los Santos y con Valeriano, su esposo, que ella logró convertir. Bellísimas las pinturas del Pinturicchio y del Reni, los altorrelieves de Mino da Fiesole y de Benedetto da Maiano que representan a la Mártir cuando plega el cuello ante la espada del verdugo, y cuando, protegida por el cielo, sufre y vence el tormento de la asfixia.
Cecilia reposa ahora en su tumba, junto a su esposo Valeriano, su cuñado Tiburcio y su amigo Máximo, cerca de los Pontífices Urbano y Lucio, desde que Pascual I hizo transportar desde el cementerio de Calixto el cuerpo intacto de Cecilia a la cripta.
La iglesia fue adornada en 1293 con pinturas de Pietro Cavallini, el gran maestro de la “Scuola Romana”, precursor de Giotto aunque esta obra permaneció por poco tiempo; el arquitecto Arnolfo da Cambio dejó, en aquel periodo, su notable ciborio marmóreo.
Stefano Maderno es el autor de una reproducción en mármol del cuerpo tumbado de la Mártir sobre el sarcófago, en el altar; mientras que la estatua de la cripta es de Cesare Aureli que la esculpió triunfante en la oración y en el canto, como una incitación a proseguir con ardor el camino cuaresmal que nos acercará a la verdadera Pascua.
(Traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)