La Cuaresma en la Tradición Bizantina.

"Para no hacer inútil el ayuno"

"Ayunando de alimentos, alma mía, sin purificarte de las pasiones, en vano te alegras por la abstinencia, porque si ésta no llega a ser para ocasión de corrección, eres mentirosa y odias a Dios y te asemejas a los demonios que no comen nunca. No hagas, por tanto, inútil el ayuno pecando, sino permanece inmóvil bajo los impulsos inconscientes, dándote cuenta que estás junto al Salvador crucificado, o mejor que estés crucificada junto a Aquél que por ha sido crucificado, gritándole: acuerdate de mí Señor, cuando llegues a tu Reino". Este tropario de la tercera semana de la pre-cuaresma en la tradición bizantina, resume de modo incisivo lo que es el periodo cuaresmal de cualquier tradición cristiana:el ayuno y la abstinencia son vanos si no se corresponden con una verdadera conversión del corazón.

En la tradición bizantina el periodo de diez semanas que precede la Pascua es llamado Triodion - nombre que indica las tres odas bíblicas cantadas en el oficio matutino - y comprende la pre-cuaresma y la cuaresma. El periodo pre-cuaresmal es común a todas las tradiciones litúrgicas cristianas, del Triodion bizantino, al Ayuno de los ninivitas siríaco, al Ayuno de Jonás de los coptos, a la Septuagésima en la antigua tradición latina.

La cuaresma bizantina, verdadera y propiamente, comprende cuarenta días - del lunes de la primera semana al viernes anterior al Domingo de Ramos - y trata las semanas de lunes a domingo, presentando el camino semanal hacia el Domingo al igual que la misma Cuaresma hacia la Pascua. También hace una clara distinción ente el sábado y el domingo y los demás días: en los primeros se celebra la Divina liturgia (el domingo con la anáfora de san Basilio, el sábado con la de san Juan Crisóstomo), mientras que en los días feriales solo el oficio de las horas, añadiendo durante las vísperas del miércoles y el viernes la Liturgia de los Presantificados, es decir, la comunión con el Cuerpo y la Sangre del Señor consagrados el domingo anterior.

La cuaresma bizantina es un periodo muy rico en la elección de los textos bíblicos: salmos, lecturas; en la himnografía y en las lecturas de los padres. Los textos himnográficos se centran, sobretodo, en el tema del alma humana, dominada por el pecado, que encuentra por medio de la Cuaresma la posibilidad de la salvación. En los cuatro domingos de la pre-cuaresma encontramos los grandes temas que marcan el camino cuaresmal: la humildad (domingo del publicano y del fariseo); el retorno a Dios misericordioso (domingo del hijo prodigo); el juicio final (domingo de carnaval), el perdón (domingo de los laticinios). En este último domingo se conmemora la expulsión de Adán del paraíso: Adán, creado por Dios para vivir en comunión con él en el paraíso, a causa del pecado ha sido expulsado de allí, pero en la cuaresma comienza el camino de retorno que culminará cuando Cristo mismo, en el misterio pascual, desciende a los infiernos y le da su mano para llevarlo de la muerte y regresarlo al Paraíso, que es casi perfonificado en la oración de la Iglesia. Al final de las vísperas del cuarto domingo se celebra el rito del perdón con el cual se inicia la cuaresma.

La cuaresma dura cuarenta días, con cinco domingos. En cada uno de ellos vemos un doble aspecto: por una parte las lecturas bíblicas que preparan al bautismo, por otra los aspectos históricos y hagiográficos. En el domingo de la Ortodoxia la vocación de Felipe y Natanael es modelo de la vocación de cada ser humano y se celebra el triunfo de la ortodoxia sobre la iconoclastia y el restablecimiento de la veneración de los iconos. En el domingo de san Gregorio Palamas se recuerda la fe del paralítico curado por Cristo. El domingo de la Exaltación de la Santa Cruz está dedicado a la veneración de la Cruz victoriosa de Cristo, llevada solemnemente al centro de la iglesia y es venerada por los fieles durante toda la semana como signo de victoria y de gloria, no de sufrimiento. En el domingo de san Juan Clímaco, modelo de ascesis, se celebra la curación del endemoniado, y en el de santa María Egipciaca, modelo de arrepentimiento, el anuncio de la resurrección. El sábado de la quinta semana se canta el himno "Akathistos", oficio dedicado a la Madre de Dios.

La sexta y última semana de cuaresma, llamada de Ramos, tiene como centro la figura de Lázaro, el amigo del Señor, desde el momento de la enfermedad, hasta la muerte y su resurrección. Los textos nos acercan a aquello que se manifestará plenamente en los días de la Semana Santa, es decir, la Filantropía de Dios manifestada en Cristo, su amor real y concreto por el hombre. Toda la semana está enmarcada en la contemplación del encuentro, ya cercano, entre Jesús y la muerte, la de su amigo primero, la suya propia la semana después. Los textos litúrgicos nos invitan a involucrarnos en este camino de Jesús hacia Betania, hacia Jerusalén. En la Liturgia bizantina no somos nunca espectadores, sino siempre somos participantes y concelebrantes, presentes en la liturgia y en el evento de salvación que la liturgia celebra. Con las vísperas del sábado de Lázaro se concluye el periodo cuaresmal.

A lo largo de toda la cuaresma, la tradición bizantina recita al final de todas las horas del oficio la oración atribuida a san Efrén el Sirio, que resume el camino de conversión de cada cristiano: "Señor y Soberano de mi vida, no me des un espíritu de pereza, de indolencia, de soberbia, de vaniloquio. Dame, a mí, tu siervo, un espíritu de sabiduría, de humildad, de paciencia y de amor. Sí, Señor y Rey, dame el ver mis pecados y el no condenar a mi hermano, porque tú eres bendito por los siglos".

(Publicado por Manuel Nin en L'Osservatore Romano el 25 de Febrero de 2009;
traducción del original italiano: Salvador Aguilera López)

(Imagen: "Cristo tentado por Satanás". Cripta del Padre Pío, San Giovannni Rotondo- Italia)