¿Escenificar el evangelio?

En nuestra web colgamos hace algún tiempo un flash litúrgico de D. Jaume González Padrós, publicado en la revista Liturgia y Espiritualidad, que creo que sigue siendo de "rabiosa actualidad". Para que no se pierda entre los muchos contenidos de www.lexorandi.es, la adjunto nuevamente en este post, además de unas reflexiones sobre la importancia de la proclamación del evangelio.

Jaume González Padrós
Flash litúrgico publicado en Liturgia y Espiritualidad 38 (2007), 659s.

¿Escenificar el evangelio?

A menudo, en reuniones pastorales, nos preguntan sobre la idoneidad de escenificar el evangelio, en lugar de proclamarlo sin más, especialmente cuando en la misa participa un buen número de niños o jóvenes. ¿Qué decir sobre esto?
En primer lugar, creemos que teatralizar los episodios de la vida de Jesús, es un buen instrumento pedagógico para niños y jóvenes, de interiorización de los distintos personajes que intervienen, y también para facilitar la entrada en el ambiente, en el contexto del episodio en cuestión.
Sin embargo, esta actividad no tiene su lugar en el interior de la acción litúrgica. Se trata de una preparación, idónea en un ámbito catequético, pero no en el litúrgico. ¿Motivos? Pues, más de uno.
En primer lugar, no debemos olvidar qué es una celebración litúrgica; no se trata de una mera evocación, de un recuerdo psicológico de algo que sucedió hace mucho tiempo, sino de una oración, que el mismo Espíritu Santo convierte en presencia del acontecimiento salvador, es decir, de la Pascua. El teatro es mímesis, y en cambio la liturgia es anámnesis, memorial en sentido pleno y verdadero. Mezclar el teatro con la liturgia -tentación fácil porque ésta usa de algunos elementos comunicativos que nos pueden recordar al primero- es confundir la gimnasia con la magnesia, dos palabras que suenan muy igual, pero que transportan contenidos absolutamente distintos.
En segundo lugar, y en continuidad con lo ahora expuesto, recordemos la historia del teatro. ¡Cierto que nace en el interior de las iglesias en contexto litúrgico! ¡Pero también cierto que, poco a poco, se le va desplazando hacia la puerta, alejándolo del marco celebrativo! Es decir, que la liturgia ejerce una fuerza centrífuga con estos elementos miméticos, escénicos, porque realmente los identifica como un cuerpo extraño, que no le corresponde.
Y en tercer lugar, hay otra razón más inmediata para el no a las representaciones teatrales. Sólo hay que hacer un ejercicio práctico, lleno de lógica. Es decir: el momento de la misa en cuestión es la liturgia de la Palabra; vamos a los documentos que se ocupan de describírnosla: OGLM y ORMG. Pues bien, después de leer y leer, en exacta hermenéutica de los libros litúrgicos, nos damos cuenta que ninguno de estos dos textos -que son los que mandan- nos da la más mínima posibilidad de hacer una escenificación. Ergo... no la hay ni debe haberla. 

Reflexión:

Tras el hecho de la tradición de que un laico no proclame el evangelio subyace una razón cristológica y eclesiológica. Si un fiel laico, que carece de título sacramental para tener la representatividad de Cristo-Cabeza, asumiera la proclamación litúrgica del evangelio, se constituiría en un signo inadecuado para manifestar la sacramentalidad inherente a la palabra de Dios en sede litúrgica. Predicar la misma palabra apostólica es un acto muy propio del ministerio de la sucesión apostólica. De otra parte, la ausencia del elemento jerárquico en un momento clave de la celebración eucarística, como es la proclamación del evangelio, haría de la liturgia de la palabra un hecho eclesial sustancialmente incompleto y, en consecuencia, la celebración no sería epifanía transparente de la Iglesia.
F. M. Arocena, La celebración de la palabra, Barcelona, 2005, 103s.